'Mira lo que has hecho' (T2) - La hora del postre
Vuelve la serie de Berto Romero, vuelve 'Mira lo que has hecho'. Y lo hace, cómo no, con una segunda temporada que reincide en la cotidiana sencillez, la simpática metaficción y el ingenio a pie de calle que tan grande hicieron a su primera temporada. Tan grande, y a la vez, de nuevo, tan pequeña: Seis episodios que dan forma a una dulcísima golosina que de nuevo se deshace cuando apenas sí hemos empezado a degustarla.
Y hasta aquí podríamos decir que las malas noticias, que tan sólo son seis episodios más. Seis míseros episodios, algo menos de dos horas y media de nuestra vida. Un concentrado tan humilde, bienintencionado y a la vez tan bien avenido ante el que resulta difícil resistirse, sí, pero ante el que también es inevitable no sentir cierto resquemor: El mismo que tras una cata de ibéricos que ni nos sacia el apetito ni nos llena el estómago.
Tanto porque nos deja con ganas, muchas ganas de más como porque no hay apenas tiempo para desarrollar todo lo que Berto Romero y sus guionistas llegan a poner sobre la mesa. Ya sólo la existencia de una serie dentro de la propia serie como réplica de su primera temporada, y el contraste e impacto que esto genera entre "la ficción" y "la realidad", es una mina a la que seis episodios se le quedan cortos, muy cortos.
Claro que, por supuesto, no deja de ser un mal relativo cuando, como es el caso, se aprovechan todos y cada uno de los minutos de la serie. Que al fin y al cabo de eso se trata: De aprovechar el tiempo que tenemos. De algo más de dos horas de nuestra vida que transcurren de nuevo en un visto y no visto. De algo más de dos encantadoras y deliciosas horas de nuestra vida que transcurren de nuevo con una sonrisa cómplice.
Una segunda temporada que además presenta una evolución respecto a la primera, lejos de ser una re-edición acomodada de los aciertos de su predecesora. Una evolución dramática que la separa de 'El fin de la comedia' para acercarla a 'Catastrophe' en dónde el componente dramático adquiere el suficiente valor como para marcar una clara diferencia entre la serie de Berto Romero y sus diversas apariciones televisivas.
Tres episodios esencialmente dramáticos, y otros tres esencialmente cómicos que dan forma a esta pequeña, humilde y sencilla representación de lo común y lo mundano dónde no hay glamour que no aparente estar extraído de la vida misma. Ese toque cotidiano, de nuevo, lo mejor de una serie que posee esa cercanía con la que identificarse en no pocos momentos, dónde todo fluye con naturalidad y una armonía en verdad, para nada gratuita.
Una producción de radiante simpatía que además, como corresponde, saca un enorme partido a la imagen de Berto a través del metalenguaje pero que, al igual que ocurría en 'Episodes', se esfuerza en dotar de entereza a todo lo demás -empezando por Eva Ugarte- como para que esto no sea más que la guinda del pastel. Un pastel eminentemente cómico, de nuevo, con regusto amargo que ojalá fuera la comida en lugar del postre.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Lo sé, pero déjame tener esperanza Mi mente y
Spoiler
Pero sí, el final es redondo a la par que cerrado.
Ahora que lo dices, no estaría nada mal ver algún que otro capítulo especial como los de '¿Qué fue de Jorge Sanz?'. Ojalá. Prefiero eso a estirar la serie en piloto automático sólo porque tiene éxito.
Pues sí, sería una gran opción si tiene ganas de hacer algo pero no tantas ganas o material para una temporada entera.