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'La vida era eso' - Vivir para morir

Vía El Séptimo Arte por 08 de diciembre de 2021
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La vida es puñetera y hermosa a partes iguales. Como se suele decir, capaz de lo mejor y de lo peor, por más que el final siempre acabe siendo el mismo: Vivir para morir. El final está claro, no así el camino que enlaza lo uno con lo otro ni mucho menos, qué sentido tiene todo. Si es que tiene algún sentido, claro, siendo esta quizá la cuestión que más nos atormenta a medida que nos vamos acercando a la última parada de nuestro trayecto.

Todo se resume en si ha merecido la pena, si lo ha merecido lo suficiente. 'La vida era eso' es, oficialmente, una emotiva historia sobre el fortuito e inspirador encuentro entre dos mujeres de distintas generaciones que confluye en un revelador viaje. Una película dividida en dos partes bien diferenciadas, dicho encuentro y dicho viaje, durante la que una omnipresente Petra Martínez se pregunta, en resumen, si su vida ha merecido la pena.

¿Y por qué no? Nuestra vida siempre podría ser o haber sido diferente, y por supuesto, siempre podría ser o haber sido mejor, mucho mejor. O mucho más interesante. Como lo podría haber sido la propia 'La vida era eso', película que tras una primera parte bastante entonada pierde fuerza durante la segunda. Quizá no por casualidad, cuando está más preocupada en preguntarse si la vida merece la pena en lugar de dejarse llevar por ella.

Una segunda parte más reflexiva y laxa, y que en esencia, se siente como una huida hacia adelante durante la que se da vueltas una y otra vez a lo mismo sin que nada importe realmente; así, la propia película se siente en cierto sentido tan perdida como el personaje de Petra Martínez, como si estuviera haciendo tiempo hasta encontrar ese último suspiro con el que cerrar el círculo. Como si tuviera claro el destino, pero no el camino hasta él.

A pesar del enfriamiento emocional que supone esta suerte de aletargado tercer acto que amenaza con engullir toda la película, 'La vida era eso' se mantiene erguida y en pie hasta el final gracias al recuerdo de las bondades de su primera parte, cuando se siente que cada coma del guión tiene un sentido que además, parece brotar de la vida misma. Esa misma vida con la que por otro lado, como película, parece querer mimetizarse.

Así, nos queda una pequeña y humilde ópera prima más prometedora que estimulante que a la pregunta de si mereció la pena... sí, lo suficiente. Aunque siempre podría haber sido... mejor.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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