Dos películas conviven con alegría, melancolía, poesía e inmundicia en la última fábula de Alice Rohrwacher... para variar: la que se muestra de manera evidente, tangible y terrenal ante nuestros ojos, y la que subyace no tan soterrada a través de símbolos, metáforas, magia y lírica.

La segunda es por descontado más etérea, interesante y sutil que la primera, marcada por una interpretación más obvia y una hoja de ruta paradigmática que aunque muy entretenida no sorprende a nivel argumental. Ahora bien, ambas se necesitan, se alimentan la una la otra y se dan sentido mutuamente, cosa que hacen con la textura y el encanto a mitad de camino del cuento mágico y el costumbrismo rural habitual de Rohrwacher.

Y es que no por casualidad, en 'La quimera' la autoproclamada como heredera del neorrealismo italiano reincide -con acierto, convicción, carisma y el consiguiente orgullo- en las claves que tras cuatro películas le han dado un nombre (ahora aún más asentado) entre la cinefilia moderna.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex