'La niebla y la doncella' viene a ser otro thriller de usar y tirar en lo que, así, para entendernos y por el debido oportunismo anual, podríamos definir como una especie de 'El guardián invisible' ambientado en la Gomera en lugar de en Navarra. Para el caso, algo parecido y así nos entendemos con pocas palabras. Que si por palabras fuera, casi mejor que nos quedamos con la novela original de Lorenzo Silva que dice adaptar, me supongo a juzgar por lo visto.

Llevadera, solvente, y en general poco molesta en cualquier sentido. Lo que vendría a ser una cinta correcta. No más que correcta y sin la fuerza, ni tampoco el nervio, impacto o atmósfera necesarios para ocupar un lugar, ya sea prominente o no, dentro de una variante del thriller muy recurrente tanto en televisión como en el cine al que no alimenta más que en lo aparente. Sin mayor personalidad que una servidumbre tan de manual como a la vez, poco estimulante.

Dejando a su reparto a un lado, tan cumplidor como la película, cuanto menos sirve para evidenciar que el cine español, como industria (y excepción de jugones como Oriol Paulo), está empezando a entender que el thriller no es como un 'Acantilado' que vive de lo que muestra... sino de lo que no muestra. Que el género no es una noticia con la que dar marcha a un telediario cualquiera durante una semana. Eso, y que la intención requiere de estilo para tener sabor.

Bueno, y quién dice estilo dice también atmósfera, algo de personalidad, una poca de mala leche y una verdadera intención que sirva para amenazar la comodidad del espectador de alguna forma. Una vez vista hace unos meses, durante el pasado Festival de Málaga, ¿la volvería a ver otra vez, ya fuera ahora o dentro de algún tiempo? La verdad, no. No me arrepiento, pero no me pidas que repita. Solo una vez, para saber que hay entre Pinto y Valdemoro, y no más.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex