Viendo 'La Fortuna' se hace evidente que Alejandro Amenábar no es un director televisivo. También, que parece haber perdido ese "toque" que después de 'Los otros' y 'Mar adentro' le había situado como uno de los cineastas españoles más prominentes del nuevo siglo. 'La Fortuna' no es una mala serie, pero tampoco es nada particular de lo que luego un presunto autor pueda sacar pecho; si acaso, de los medios puestos a su disposición para "hacer fortuna" en nombre de cualquiera que hubiera podido pasar por ahí.

Lo que Amenábar ha encontrado en el fondo del mar no es un tesoro. Tampoco es basura, si bien en la vida real sería complicado que generase un conflicto internacional como el que se muestra en su serie. Su serie, dicen. Una serie que, tal y como algunos decían en tiempos para menospreciar el noble arte de la televisión, se siente como un largometraje troceado en seis partes, muy oportunamente segmentado por números romanos. Un largometraje con muchas posibilidades que como serie queda un tanto aguado.

Principalmente, porque no se siente como un largometraje que reformulado como serie de televisión aproveche el doble o el triple de minutos para dar más empaque a una narrativa que, además, posee un desarrollo irregular y lleno de altibajos. Algo en parte derivado de la concepción y naturaleza de su historia, muy fragmentada en el tiempo; algo en parte debido también a un Amenábar como director de cine y no de televisión que en el ejercicio de su deber, no sería extraño que hubiera dudado sobre si estaba haciendo cine o televisión.

'La Fortuna' parece estar varada entre dos aguas, en un punto donde se siente demasiado larga para ser una película y demasiado corta para ser una serie que realmente saque aprovecho a una premisa que, a la hora de la verdad y como ocurría en 'Mientras dure la guerra', tampoco se moja en nada particular. Poco más que malmeter contra "los políticos" y algún que otro chiste más bien inocente a costa de las diferencias entre americanos y españoles. Nada, de nuevo, que pueda generar algún tipo de conflicto diplomático.

Y es que en general 'La Fortuna' es una película muy diplomática. Podría ser esa la palabra que defina esta serie, perdón. Una serie amable que claramente bebe de Tintín (aunque hable de Cousteau) pero que por ejemplo, carece de la energía, determinación o aplomo del personaje francés. Álvaro Mel se defiende, pero como todo en 'La Fortuna' se defiende en general y a la medida de sus posibilidades: Desde los intérpretes -en función de su experiencia- hasta los efectos visuales o la siempre estimable partitura de Roque Baños.

Aún con sus cosas, 'La Fortuna' se deja ver, y con agrado. En líneas generales se puede considerar una producción bastante digna, si bien a la sombra de lo que podría haber sido como una trepidante película de aventuras o como una serie que aprovechase los minutos adicionales para ganar en complejidad. Amenábar juega más al despiste que a dar volumen, por ejemplo, a lo que queda reducido a ser no más que el oportuno y desdibujado villano de turno, el Frank Wild de un Stanley Tucci que perfectamente podría haber sido el protagonista.

Al igual que dicho personaje, el más interesante de la serie junto a un Karra Elejalde igual de desaprovechado, la serie empieza bien, de manera prometedora. Pero va progresivamente languideciendo sin lograr que su narrativa crezca, evolucione y resplandezca, y dando la sensación inequívoca al final de que hay más relleno que contenido. De ser una producción estancada de la mitad en adelante, incluso tosca e impersonal y anclada a una noble causa que bajo el formato escogido, tan solo alcanza a flotar sobre aguas a ser posible, muy tranquilas.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex