'La batalla del lago Changjin' - La guerra de las tres horas
'La batalla del lago Changjin' más que una película es un monumento. El tipo de monumento que podría erigir un gobierno de coalición, obligado a prestar atención a todo el mundo para no molestar a nadie y romper el frágil equilibrio, que ha sido reducido a su expresión artística más impersonal, sencilla y servicial, también la más directa... aunque hablemos de casi tres horas de belicismo nacionalista obvio.
Es lo más destacable de la película, que no parecen (casi) tres horas. Quizá por su generosa dosis de acción bélica, siendo que en torno a la primera hora de metraje se pone especialmente intensa. En ese momento se tiene claro. Nada que envidiar a esas producciones norteamericanas en las que estos ejercen como los héroes de cualquier contienda... menos de esta, claro, en la que son los "malos".
Pero no dejan de ser (casi) tres horas, y su segunda mitad no está al mismo nivel. O quizá sea que la película, como monumento institucional que no es de nadie para que pueda ser de todos, sea la caótica e interesada representación de una gran batalla fragmentada que a este lado del mundo ni nos va ni nos viene, siendo que sus responsables tampoco ponen mucho de su parte para que nos venga o vaya.
Sí, hay bastante acción. Pero no hay una construcción narrativa que le ponga corazón, emoción o nervio a lo que está, claramente, hecho para los chinos y no para el mercado internacional. Justo lo que no se haría en España: maquillar la historia para quedar mejor en lugar de para quedar peor. Una cinta bélica tosca a la que se le ve tanto el vacío bajo el plumero que al final no hay nada que importe demasiado.
'La batalla del lago Changjin' tan sólo fuerza lo justo para que la estampa de una victoria esperada se sostenga en pie. Para ello cuenta con hasta tres directores, lo que a priori parece dejar bastante expuesta su condición como una burocrática representación para la conciliación nacional. O un encargo tan caro como para además que no pueda permitirse el lujo de ser censurado o de fracasar... en la taquilla, claro.
De esta manera no arriesga ni siente la tentación de pasar de la portada, y se salta las últimas páginas de esos libros de historia que nunca se llegaban a dar en los 80 ó 90 para quedarse con una imagen que no hiera el orgullo patrio. El tipo de película bélica que actúa como reconfortante masaje moral para esa audiencia que no se avergüenza de las heroicas gestas de una Historia que es como es.
Un inestable, forzado e irregular relato bélico que alterna algunos grandes momentos con otros de gran torpeza durante (casi) tres horas que no se hacen pesadas, pero que no parece que aporten más que un poco de pirotecnia sin demasiada consistencia. Además, y aun sin caer en la propaganda, si se abandona a una orgullosa y obvia línea editorial que trae consigo tan pocos problemas como poca emoción.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex