'Fue la mano de Dios' - Rafa, no me jodas
Existe algo hipnótico en la manera de filmar de Paolo Sorrentino, un cineasta cuyo poderío visual es innegable. Como también es innegable que se trata de uno de esos cineastas que hacen que el cine se pueda considerar un arte, y que la pantalla de una sala de cine se nos pueda quedar pequeña. La mayoría de sus películas podrían durar una hora más, y aún así seguiríamos al pie del cañón, y a sus pies. Un halago que por otro lado está... envenenado.
Mi cabeza, inevitablemente, me conduce al joven y al nuevo Papa, así como al 'Silvio (y los otros)' que rodó entre medias de ambas. Podrían durar más o menos, que nos habríamos quedado más o menos igual: Sorrentino es antes un creador de imágenes que un narrador. Alguien que suele mostrar (o insinuar) de todo a través de sus poderosas imágenes, guardeses de unas obras por lo general fundamentadas en la divagación y en lo derivativo.
La imagen antes que la sustancia, con esas 1.000 palabras esparcidas por la pantalla sin orden ni concierto. En 'Fue la mano de Dios' no sucede exactamente esto, si bien es por esto mismo por lo que sus carencias como cineasta resultan más evidentes. Tanto como que se trata de una obra bastante personal, sin duda inspirada en sus propias experiencias personales. Algo particularmente disfrutable durante la primera campechana mitad de película.
Una obra costumbrista dividida de forma clara en dos mitades, una más alegre y la otra no tanto. Durante la primera brilla el Sorrentino creador de imágenes, en una sucesión de poderosas estampas que funcionan en esta ocasión, con premeditada discreción. Escena tras escena, y de forma muy comedida para lo que puede llegar a ser Sorrentino con campo por delante para correr. Un 'coming-of-age' vinculado a Maradona que funciona con elegante perfección.
Su segunda mitad, de corte más dramático, ya no funciona tan bien aún sin renunciar a seguir siendo una película de Sorrentino, con lo eso se presupone. Pero si el fuerte del cineasta italiano no es la narrativa, es precisamente cuando más se nota que no lo es. El empuje inicial del relato se detiene e incluso llega a estancarse, como si dicha segunda mitad fuese un tercer acto muy distendido por culpa de los compromisos autoimpuestos por su cineasta.
Si su primera parte resulta dinámica y orgánica, su segunda mitad parece ya formar parte de una película de la que sacar algún tipo de lección vital: Precisamente, lo que la mayoría de obras de Sorrentino suelen evitar y, en cierto modo, por eso mismo suelen brillar. En gran medida Sorrentino se parapeta tras 'Fue la mano de Dios', sirviendo de forma sumisa a una historia tan cercana como para sujetarla en brazos como un padrazo a su bebé.
Es más que probable que Sorrentino la haya rodado como una suerte de catarsis personal. Quizá es por eso que se le vea mucho más comedido y contenido que cuando retrata a un Papa, a un novelista de un solo libro o a Berlusconi. O tal vez menos predispuesto a ir un paso más allá de una (buena) película que al final, sin embargo, en última instancia, parece demasiado condicionada por un pasado fílmico y vital que no le deja levantar la mirada.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex