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'Érase una vez en... Hollywood' - El cine se abre camino en nuestros sueños

Vía El Séptimo Arte por 15 de agosto de 2019
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Érase una vez... el cine, érase una vez... Quentin Tarantino. Un cineasta hacia el que siento un profundo respeto a pesar de que soy incapaz de disfrutar de sus películas al 100%. Siempre les encuentro algún pero, algo que frene el entusiasmo. Algo que aunque no sea especialmente importante, algo que aunque a otros no se lo tenga especialmente en cuenta... a él si. Y 'Érase una vez en... Hollywood' no es la excepción que es 'Pulp Fiction'. Ojalá pudiera decir que me ha entusiasmado. Pero no puedo decirlo.

Y como amante del cine, el primer damnificado no es otro que un servidor. Porque si algo desprende la nueva película de Tarantino es amor hacia el cine. O más bien, hacia ese tipo de cine del que compañías como Netflix o Disney no quieren dejar ni los huesos. Una película altamente romántica, una película altamente personal. Una película que vive y respira en ese pasado "que siempre fue mejor" (lo fuera o no) de la que como cinéfilo sabe mal decir algo malo porque, como tal, por su pureza, no tiene por qué ser malo.

Si Tarantino es Tarantino lo es, me perdonen la expresión, por sus santos cojones. Porque se permite el lujo de reescribir la historia para adecuarla a sus antojos como creador. Tarantino esculpe su propia realidad a golpe de ese talento que amenaza, constantemente, con destrozar la cuarta pared. Érase una vez... en Hollywood, érase una vez... Tarantino, quién se gusta tanto como adora lo que le motiva: El habitual y desmesurado gusto por el regodeo que da forma a su ADN como cineasta de nombre y apellido.

Que 'Érase una vez en... Hollywood' pueda gustar más o menos, es una opción; dudar de su condición y consideración como obra cinematográfica, no. Como una obra que además, de entre las de Tarantino, es la que más reverencia su propia naturaleza mitómana, que ya es decir. Es un sueño esculpido en mármol, con el inevitable exceso de metraje que lo equipara a un sabroso solomillo de 3 kilos del que no podemos apartar el cuchillo y el tenedor: Sabe mucho mejor al paladar de lo que le sienta al estómago.

Pero luego, con el tiempo, lo que uno recuerda mientras se moja los labios es cómo sabía, no cómo le sentó.

Tengo la clara impresión de que hubiera funcionado mucho mejor como una serie producida por Amazon. Como una serie a lo 'Demasiado viejo para morir joven' con la que comparte la misma irreductible y reposada fascinación por sí misma. De hecho, uno termina tan empachado como con hambre de más, de mucho más: Especialmente, tras un clímax tan como suele ser en Tarantino, jodidamente contundente. La película es un sueño del que uno no quiere despertar porque sabe que cuando lo haga, no volverá.

Y esa es la auténtica clave, tanto de 'Érase una vez en... Hollywood' como del propio Tarantino: Su abrumadora convicción, su irreductible encanto, su auténtica pasión. Por encima de cualquier posible pero, la "novena película" de Tarantino se eleva en nuestras cabezas como lo hace el séptimo arte a lo largo de nuestras vidas, dando fundamento a nuestras ilusiones cuando se trata de sobrellevar una rutina ni mucho menos tan colorida como las fantasías que propone. El cine se abre camino en nuestros sueños.

El cine, Tarantino, Hollywood o las estupendas interpretaciones de Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y en menor medida (y por exigencias del guión) Margot Robbie. Érase una vez... todo y nada a la vez. La vida misma. 'Érase una vez en... Hollywood' está bien, simplemente... bien. Porque el mundo en el que vivimos es así, imperfecto. Porque hace ya tiempo que dejó atrás ese pasado "que siempre fue mejor" (lo fuera o no). Porque la realidad golpea allí dónde más duele: En su eterno e inmisericorde papel de malo de la película.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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