'El reino de las ranas' - Hasta los renacuajos huyen de ella
En medio de una batalla entre grandes compañías, surgen pequeños estudios que con menos presupuesto, bien por la originalidad de la animación o por sus trabajados guiones, les plantan cara y se erigen como destacadas dentro del género. Hay que dejar claro desde un principio que los creadores de 'El reino de las ranas' NO son uno de ellos. Quizá estemos ante una gran historia de superación de dos chavales, que sin recursos, en su garaje y con pocas nociones de animación realizan un film que cumple su sueño de llegar a la gran pantalla, aunque se me antoja más la típica historia de cinta cutre que se acaba colando, nadie sabe como, en las carteleras.
No me gusta ser cruel porque detrás de cada película, por mala que sea, hay siempre trabajo e ilusiones, pero esta que nos ocupa tiene pocas cosas positivas a destacar. La calidad de la animación es insuficiente y argumentalmente es un "pico de aquí y allá y hago un popurrí de referencias y clichés". Porque en ningún momento da la sensación de homenaje o guiño, sino más bien de carencia de ideas y copia por todo el morro. El rey organiza un torneo deportivo para el que gane se case con su hija (por supuesto sin consultarle a ella), la cual, para rebelarse y demostrar que es indomable se presenta también a participar pintándose un bigote (riéte tú del camuflaje de Clark Kent).
¿Será culpa mía y ha muerto el niño que llevo dentro? Lo infantil no tiene por qué ser infantiloide y más allá de ver animales de colores, se me antoja difícil que triunfe o guste en niños que tengan edad para ir al cine y prestarle atención. Aparte de la simpleza de sus diálogos y situaciones que resultarán una tortura para los adultos que acompañen, no aprovecha sus bazas en ningún sentido. Sin desear ni necesitar que todas opten al mejor film de animación en los Óscar, podría haber sido un producto desenfadado que con un mínimo de esfuerzo podría haber tenido unos personajes menos robotizados en comportamiento y más divertidos, una parte de olimpiadas que podría haberle dado ritmo y agilidad a la película y donde lo más destacado es que jueguen a Quidditch de mercadillo.
Que menos de 90 minutos se hagan pesados lo dice todo. Además, cuando piensas que no puede ir a peor y llega un final a priori igual que anodino que el film, que simplemente cierre todo de la forma esperada desde que arrancó, remata de forma torpe y abierta, dando la sensación que más que una película has visto un capítulo de una serie, una aventura rándom de las ranas, que abre la veda a una franquicia con muchas más. De hecho, ya hay segunda parte. No gracias, conmigo que no cuenten.
Por Abrahán Guirao, AKA Calderilla
@Calde_Vila