'El refugio' - Luces in the sky
Es imposible no pensar en 'Señales' viendo 'El refugio'. También en otras películas, pero sobre todo en la de M. Night Shyamalan. Al igual que en aquella, en esta serie nos encontramos con una familia (más numerosa) que vive en un rancho apartado que, mayormente, desde la distancia, a través de la televisión o Internet, contempla con más o menos credulidad como "algo raro" está pasando en el mundo. ¿Qué es verdad y qué no? ¿Qué está pasando en realidad? ¿Es ese rancho algún tipo de refugio... como sugiere su título?
Estas son las tres preguntas principales con las que a lo largo de seis episodios juega 'El refugio', una intrigante serie de ciencia ficción con los pies en el suelo y más apegada a sus personajes que a los elementos ornamentales. Una calma tensa marcada por los distintos acontecimientos que van matizando los lazos familiares y dando relieve a los personajes. Porque, al igual que en la mencionada película de 2002, al final lo más importante y relevante es y sigue siendo la familia. La auténtica razón de ser (quién y como somos).
Si la experiencia es un grado, la nuestra personal lo es (casi) todo. 'El refugio' juega hábilmente sus cartas para mantenernos intrigados a pesar de que, en esencia, no ocurre (o no se muestra) gran cosa. Una especie de larga y calmosa espera cuya incertidumbre se sustenta en, precisamente, no saber a qué estamos esperando. En la duda, cotidiana, tan razonable como a veces caprichosa, sobre hasta qué punto nuestro pequeño, reducido y personal campo de visión puede darnos una imagen creíble o acertada sobre cualquier cosa.
Se podría decir -y lo voy a decir- que 'El refugio' es una serie sobre la percepción de la "realidad" y la interpretación de la "verdad", y como todo ello condiciona nuestras relaciones personales; en especial con la familia, aquellos que están de por sí. Una producción tranquila y sobria cuyo acento mexicano aporta una estimulante variante a los habituales paradigmas de un género, casi siempre hablado en inglés, que funciona con esa atemperada calidez que puede convertir un refugio (o una serie) en un hogar. Y viceversa.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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