'El juicio de los 7 de Chicago' - La pluma de Sorkin sigue siendo más poderosa que la espada
Aaron Sorkin empieza su segundo film como director, 'El juicio de los 7 de Chicago', con una serie de imágenes de archivo en la que entre muchas otras cosas, aparecen Martin Luther King y Bobby Kennedy, hasta que el sonido de un disparo termina con sus respectivas imágenes. El Sorkin director parece afirmar que siempre que ha surgido un discurso progresista y reformista en Estados Unidos, el alma más conservadora del país ha luchado para acabar con ello. De la misma forma que el Sorkin director expone esta afirmación a base de un rápido montaje de imágenes y sonido, el Sorkin guionista se toma su tiempo para ampliar esta idea a lo largo de dos trepidantes horas en la que su ingeniosa verborrea habitual se muestra más incisiva que nunca y tan certera como el disparo a bocajarro de un arma.
'El juicio de los 7 de Chicago' supone un paso de gigante en la recién encontrada faceta de Sorkin tras 'Molly's Game'. Después de años siendo etiquetado como el "mejor guionista de Hollywood" resultará muy interesante ir siguiendo esta nueva fase de su carrera en la que él mismo controlará cómo se cuenta su guion. Una vez demostrada su sobrada categoría como uno de los dialoguistas más brillantes de su generación -que no carente de defectos, ojo- parece que Sorkin ha ido cogiendo un poco de aquí y de allá de los directores con los que ha trabajado desde que en 1993 debutara con 'Algunos hombres buenos' de Rob Reiner.
Sin llegar a la brillantez visual y narrativa que demostró David Fincher en 'La red social', lo cierto es que el pragmatismo casi artesanal que demuestra Sorkin en la puesta en escena de sus films no dista mucho de los resultados que obtuvieron el mismo Reiner, Bennet Miller, Mike Nichols o Danny Boyle en sus respectivas colaboraciones con Sorkin. Es decir, Sorkin se aplica a sí mismo lo que otros ya hicieron antes: Mejor primar al guión, que éste marque el ritmo de la narración, que el diálogo fluya con buenas interpretaciones y poco más. O dicho de otra forma: Si algo funciona, mejor no tocarlo demasiado.
En este sentido los grandes aciertos de 'El juicio de los 7 de Chicago' pasan también por la elección de su estelar reparto: Joseph Gordon-Levitt, John Carroll Lynch, Marl Rylance, Frank Langella, Eddie Redmayne, Jeremy Strong, Alex Sharp -atención con este joven actor- y Sacha Baron Cohen, quien vuelve a demostrar que se crece cuando tiene delante material "dramático". Destaca también Michael Keaton en un pequeño pero intenso papel, uno de esos personajes que ejercen de twist indispensable para una buena película de juicios. Y es que 'El juicio de los 7 de Chicago' es, de forma descarada, eso mismo: Una muy buena película de juicios, "de las que ya no se hacen". Una frase que cada vez decimos más y más -aunque no peinemos canas aún-.
Eso sí, a diferencia de otras películas de juicios e incluso de "LA película de juicios" con la que debutó Sorkin en el cine -más propensa a un dramatismo exagerado que permitía a Tom Cruise y Jack Nicholson chillar diálogos brillantísimos-, 'El juicio de los 7 de Chicago' consigue que la historia que cuenta, ambientada en los años 60 en el marco de un juicio contra líderes de las manifestaciones anti-Vietnam durante la convención demócrata de 1968, sea tan relevante ahora como lo fue cincuenta años atrás. El "The whole world is watching" que gritaban esos mismos manifestantes enjuiciados y sus seguidores en los 60 reverbera como nunca en una producción que a través de Netflix, en efecto, verá todo el mundo.
'El juicio de los 7 de Chicago' es muy consciente que hoy mismo, el hecho histórico de su trama puede suponer una pura trivialidad. Algo que está ahí, con su página de Wikipedia de turno. En pleno 2020 y en un mundo pandémico lleno de frentismo político y polarización en casi todas las democracias modernas actuales, una película así podría quedarse en anécdota histórica a menos que su enfoque sepa contextualizarse y casi mutarse en lo que está ocurriendo hoy en día.
Es ahí donde el Sorkin guionista y director se dan de la mano para elevar el resultado de la película. 'El juicio de los 7 de Chicago' no es una llamada al entendimiento político -como lo es la reciente sátira de John Stewart 'Irresistible'-, sino más bien una afirmación categórica de un creador que nunca ha escondido su visión del mundo y de la democracia: Si no te haces escuchar tu mismo, si no defiendes tu propia causa con vehemencia, coherencia y elocuencia, esta quedará destruida, como si nada, por los que siempre han ostentado el poder. Que, sea dicho sea de paso, según el ideario Sorkin, no necesitan apenas mostrar elocuencia o coherencia. Para ellos basta con la autoridad, las porras y la fuerza, ya sea aplicada por vía de la violencia o por la férrea interpretación de las leyes. El grito reivindicativo es necesario, pero al igual que el guión de 'El juicio de los 7 de Chicago', éste debe ser brillante, incisivo y elocuente.
Por Guillem F. Marí
@GuillemFMari
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Y aunque tiene momentos dramáticos y emotivos, me ha gustado mucho su tono cómico en muchos tramos. Muchos films decimos "no da más de sí el tema / la película" y en este caso se consigue sacar mucha chicha y frescura de algo que podría no tenerla.
Por ponerle algún "pero", aún hubiera profundizado más en las motivaciones de sus protagonistas y en esas batallas internas, que deja reflexiones muy interesantes. Y la aparición de Michael Keaton se queda en un "cameo" tan potente que te gustaría haberlo visto más rato.
Nota: 7'3
Si a eso le añades que te la está contando dando por sentado que ya la conoces de antemano y de sobra, asistes a un desfile de buenos diálogos e interpretaciones que van desde el "me da igual" al "me la suda" pasando por el "me la pela". Los personajes van y vienen, sin que nos importe de dónde vienen y a donde van.
La película, por ejemplo, creo que habría salido ganando utilizando la relación entre los personajes de Eddie Redmayne y Sacha Baron Cohen como vértice. Algo parecido a lo que hizo el propio Sorkin en 'Steve Jobs' en cada uno de sus tres actos.
Está bien, pero no pasa de ser una especie de piso piloto. Carece de vida.
Es que para mi ellos son los protagonistas principales y el vértice sobre el que gira toda la trama, el resto tienen un rol más secundario pero con tantos personajes hay que repartir mucho los minutos y se difumina un poco el contrapunto que suponen ambos a la hora de darnos a conocer lo ocurrido, como si fuesen dos caras de una misma moneda.
Se intuye que lo es, pero el guión hace poco por realzarlo y apuntalarlo. Al final no son las dos caras de una misma moneda, sino las seis, ocho o doce caras de un dado de rol sin que eso enriquezca a la película más allá de lo superficial.