'El irlandés' - Escondidos en Galway
Hace unos años el prestigioso dramaturgo Martin McDonagh sorprendió con el que era su primer filme, 'Escondidos en Brujas', un irresistible híbrido a medio camino de cualquier género que logró incluso que muchos de sus detractores sintieran simpatía por Colin Farrell. Viendo los buenos resultados de la ópera prima de su hermano, John Michael McDonagh debió pensar, ¿y por qué no yo? ¿Por qué no levantarme del sillón de casa para hacer una película en vez de verla por televisión?
Con el respaldo de su hermano en la producción este otro McDonagh, que hasta ahora se había dedicado a vivir de ese "estado del bienestar" que cada día añoramos más, sigue el camino trazado por su hermano para apostar igualmente por una historia más bien simple y de tratamiento cotidiano que se ve inmersa en una mezcolanza similar de géneros de la que sobresale, peligrosamente, la figura de un magnífico Brendan Gleeson importado de ese 'Brujas' oportunamente mencionado en su cartel, repito, y cuya brillantez no obstante amenaza continuamente con sumir a un filme tan convencional como simpático en las sombras de la indiferencia que rodean a su alma máter.
Revisando mi agenda compruebo que fue hace justo un par de meses cuando ví 'El irlandés', si bien no me he puesto a escribir sobre ella hasta ahora, apenas unas horas antes de que su estreno en nuestro país me haya obligado a ponerme manos a la obra sin poder dejar pasar ese día de más que siempre creemos nos falta para cualquier cosa. Y es que si hay películas de las que uno sale con ganas de hablar, de compartir, de escribir, hay también películas de las que uno sale sin mayores ganas que las de regresar a casa y ponerse manos a la obra... en cualquier otra cosa. Dos meses. Dos meses son los que llevo viendo mis notas sobre la película sobre la mesa; dos meses son los que llevan mis notas sobre la película viendo como otras que llegaron después se marchan antes, en alguna ocasión incluso con una sonrisa de satisfacción.
Pero al contrario de lo que pueda parecer no es porque 'El irlandés' sea una mala película, que no lo es, aunque cueste encontrarle el punto exacto a la mordacidad de sus diálogos; es más la pereza producida por parte de un título de bien y gracias, de los de fue bonito mientras duró, de los simpáticos y apreciables... pero relativamente olvidables y discretos. Y repito, relativamente. Porque Brendan Gleeson aprovecha muy bien la oportunidad de expandir su talento de secundario robaescenas a todo el metraje creando, con permiso de un guión rendido a sus pies, un personaje irresistiblemente empático, el de un policía excéntrico que no se toma en serio nada ni a nadie y de un gran y ácido sentido de lo absurdo, siempre presto a tocar los huevos y rematar cualquier situación con un comentario susceptible de ser correspondido por el espectador con una sonrisa. Lo que se dice un personaje muy goloso que Gleeson sabe convertir en uno de los mejores de su carrera, y de todo menos discreto.
No obstante, es tanto lo que destaca su personaje protagonista que si nos atrevemos a mirar por encima de sus hombros, a ver más allá de su oronda figura, descubriremos que todo lo demás ni sale tan bien parado ni muestra tanto mimo en su elaboración, que a su lado el resto de los elementos de la película parecen carecer de fuerza, gracia o interés, según el caso y en algún momento incluso de las tres cosas a la vez. Don Cheadle, Liam Cunningham, Mark Strong, Fionnula Flanagan... no se puede decir nada malo de ellos, todos cumplen con la profesionalidad que cabe esperar de sus nombres. Pero la historia se sustenta en 'El irlandés' ofreciéndose como una de esas producciones que nacen y se desarrollan alrededor de un personaje al que se le ha dedicado tanto amor que sufren cuando este no está presente, una diferencia tan evidente como incómoda en donde la brillantez de uno destaca las carencias de los demás, en este caso la suma corrección de un relato de alma humilde y propósitos igual de livianos.
A pesar de todo ello ni 'El irlandés' es una mala película ni su visionado esta carente de interés, si bien resulta algo molesta la sensación de que no se ha sabido, o no se ha querido, sacar todo el provecho de una historia que termina siendo un chascarrillo. Un fuerte personaje protagonista y el buen hacer de Gleeson permiten que mientras está presente en pantalla podamos pasar por alto las carencias de un filme rodado "a lo pobre", sin grandes despliegues de ningún tipo y fundamentado en la palabra no en una puesta en escena algo desangelada, y con el que si nos dejamos llevar a buen seguro nos sacará alguna que otra sonrisa. Puede que una vez llegado al final salgamos del cine con cierta sensación de indiferencia, de que pasados unos días incluso el hecho de haberla visto sea un recuerdo borroso que no atinemos a encontrar a la primera, y puede que para cuando el año llegue a su fin sea complicado recordar siquiera su existencia. Pero la próxima vez que veamos a Gleeson robandole la escena a una estrella de Hollywood sonreiremos, aunque no sepamos muy bien por qué... como siempre.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex