'El hombre del norte' - Amleth el bárbaro
Viendo 'El hombre del norte' me resultó imposible no pensar en Mel Gibson y en 'El caballero verde'. En el primero, porque lleva toda su vida queriendo hacer una película de vikingos lo más alejada posible de cualquier estereotipo romántico (lo que automáticamente nos lleva a pensar en 'La pasión de Cristo'); y en la segunda, porque la película de Robert Eggers comparte el mismo espíritu que la de David Lowery, siendo sendas alegorías de contornos místicos que se sumergen en las sombras de una leyenda a la que despojan de su glamour con sórdida vehemencia.
Pensé en Mel Gibson, y pensé en 'El caballero verde'. Pero también pensé en 'El guía del desfiladero' de Marcus Nispel o en el 'Valhalla Rising' de Nicolas Winding Refn por razones más que evidentes. En estas dos películas, al igual que ocurre en 'El hombre del norte', la palabra casi acaba siendo un estorbo. O un lastre. Películas, o más bien obras eminentemente visuales, plásticas y viscerales que no brillan ni por sus hieráticos guiones ni por sus acartonadas actuaciones. Aunque intenten, en balde, amoldarse dentro de lo convencional de una narrativa más o menos estándar.
Detrás de 'El hombre del norte' se intuye ese sempiterno conflicto entre autor y asalariado que nos regala, en la práctica, lo mejor de ambos mundos, una suerte de producto de autor que, a diferencia de esos dos polos opuestos llamados 'El guía del desfiladero' y 'Valhalla Rising', funciona casi por igual en ambas vertientes. O como si lo hiciera. Mucho más accesible que 'La bruja' y 'El faro' aun siendo continuista con ambas, y al mismo tiempo, mucho más contundente que cualquiera de esos blockbuster encargados por AliExpress sin orgullo, patria o personalidad.
Hablaba de 'El caballero verde', o de Mel Gibson (y la violenta crudeza de 'La pasión de Cristo' o 'Apocalypto'). 'El hombre del norte' es una experiencia antes que una película que al igual que sucede en 'Midsommar', no es tanto lo que cuenta sino cómo lo cuenta. Una suerte de western protagonizado por un compadre de Conan que logra, en suma, lo que se propone: sumergirnos durante algo más de dos horas en su mundo, un mundo sucio y violento, implacable e inmisericorde que convierte lo que bien podría haber sido una leyenda romántica en un cuento macabro.
La venganza, el clásico leitmotiv en este caso llevado al límite de la locura y la sensatez. Es evidente que Robert Eggers tiende hacia el mismo barrio que Panos Cosmatos, donde la imaginería visual es un agujero negro para cualquier guión, y que los más de 60 millones que ha necesitado para filmar 'El hombre del norte' le han obligado a echar el freno. Quizá, por eso mismo, sea un placer como el que es, porque le fuerza a redirigir su talento hacia algo más que a lamerse sus propios huevos. Y de esa batalla surge este intenso clásico moderno que se te clava en la garganta.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
La verdad es que incluso me ha costado empatizar con los personajes y la propia historia salvo por su tramo final, además he notado poca química entre los protagonistas aunque unas actuaciones deliberadamente frías no ayudan en ese sentido, por eso me quedo ante todo con su aspecto visual que plasma la desesperanza y crudeza que no acierta a transmitir con su narrativa, una lástima porque uno se queda con la sensación de que podría ser mejor de lo que es pero no deja de ser otra aportación interesante de un director a tener muy en cuenta que sigue afianzando su estilo.
Coincido prácticamente con todas las sensaciones que comentas y en particular con la falta de conexión general. Teniendo esto en cuenta tampoco creo que su abultado metraje la haya favorecido y aunque suene paradójico pienso que se merece una oportunidad por lo que pudo ser y que en algunos momentos fue.
2/10