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'El candidato' - Mira a cámara, sonríe

Vía El Séptimo Arte por 15 de febrero de 2019
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En primavera de 1987 emergió un claro candidato en la carrera para la nominación presidencial del Partido Demócrata, el senador de Colorado Gary Hart, cuya habilidad, idealismo carismático y sincera emoción le destinaban a la Casa Blanca y a escribir un nuevo capítulo en la historia de Estados Unidos. En abril, Hart había conseguido ponerse a la cabeza en todas las encuestas. Lo tenía todo a su favor. Tenía la victoria en la palma de su mano.

Tres semanas después acabó abandonando la carrera y la política presidencial para siempre.

'El candidato' representa (de manera algo superficial) la repentina caída de Hart como un momento crucial de Estados Unidos. En este momento singular, privacidad y publicidad, política y fama, periodismo y cotilleo, nuevas estructuras y viejas inestabilidades del poder, grandes ideales y mayores errores humanos parecen mezclarse y recombinarse, forjando un nuevo panorama enturbiado con el que hoy en día lidiamos aún más si cabe.

Aunque el futuro de Hart se trunca por la posibilidad de (más de) una infidelidad, 'El candidato' no cuestiona qué hizo o dejo de hacer, como tampoco cuestiona al propio Hart, en un personaje a la medida de Hugh Jackman. En realidad, lo que hizo o dejó de hacer es lo de menos, como al final las acciones de sus distintos personajes acaban siendo también lo de menos dentro de una película que pretende ser un mosaico equidistante y ecuánime sin principio ni final.

Jason Reitman no es Adam McKay, y 'El candidato' no juega en la misma liga que 'El vicio del poder'. Para bien y para mal. Y cualquier posible parecido es pura demagogia. Reitman no pretende ser ácido, sino objetivo, y apuesta por una crónica en lugar de por una sátira. Un planteamiento mucho más cercano al cine de Paul Greengrass aunque sin el don del británico para dinamizar un retrato a la postre demasiado bienintencionado.

Aquí es dónde surge el choque entre lo mejor y lo peor de una película más interesante por lo que sugiere, aposta o sin querer, que por lo que acaba mostrando. Esto es, precisamente. Aunque siempre con Hart como epicentro, Reitman se apoya constantemente en los diferentes personajes que orbitan alrededor de una historia que tiene más de planteamiento que de desarrollo. Un recorrido dinámico aunque superficial, superficial pero a la vez plural.

Lo mejor, y a la vez lo peor de 'El candidato' es que convierte a todos los presentes en títeres de un juego en dónde todos son uno más. En cómo la falta de rotundidad y lo poco concluyente de su propuesta dan forma a una pelota que acaba en el tejado del espectador. Hoy en día más que nunca, con internet y la redes sociales de por medio, cuando juzgamos a cualquier individuo por ocho palabras mal contadas que vete a saber en qué estado ha escrito.

No es que Reitman brille como realizador, para nada, pero acierta a la hora de reflejar la superficialidad de una dinámica en esencia superficial, del todo fortuita y puramente oportunista. Y lo cierto es que 'El candidato' funciona, al menos, en la medida que uno se sienta partícipe de un debate que la película se limita a esbozar sin perder nunca, jamás, la compostura. A trazar con buena letra pero sin asomar la cabeza fuera de la zona de confort.

Como un debate televisado: Tú mira a cámara, vende un bonito titular y agita el dedo con energía, que los demás ya se encargarán de seguir viviendo en su propia ficción. Y así todos contentos mientras la audiencia y los votantes sigan respondiendo.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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