'El amor en su lugar' - Enterrados en el gueto
'El amor en su lugar' es una película con la difícil labor de ser (conceptualmente) una película más ambientada en la Segunda Guerra Mundial, un período del que se han hecho una cantidad enorme de films, de todo tipo y de toda clase. Es difícil destacar entre todas ellas y, para hacerlo, es necesario tener algo especial, algo distintivo. Sin entrar en comparaciones, el primer caso que se me ocurre es el de 'La vida es bella' y Roberto Benigni, que dirigía, escribía y protagonizaba la película, mostrando el horror de la guerra desde un punto de vista afable y divertido, sin olvidarse del terror auténtico que suponía ser judío en esa época. O 'La lista de Schindler' dirigida por el gran e inagotable Steven Spielberg, de una dureza y sensibilidad difícilmente alcanzables por cualquier otra película bélica estadounidense. En la cinta que nos ocupa, ese punto especial se lo otorga Rodrigo Cortés. Él está detrás de las cámaras, del montaje, del libreto, de algunas canciones y de la concepción de la propia película. Nunca ha sido un director muy prolífero pero cada una de sus cintas van sobradas de personalidad. Sin Rodrigo no podría existir esta película y precisamente por eso destaca.
Su plano secuencia inicial de 12 minutos nos pone en situación, enseñándonos como es vivir en el gueto donde se sitúan los hechos, a través de una serie de situaciones desagradables que vive la protagonista. Cortés mueve la cámara de forma sigilosa, metiéndose entre los recovecos del gueto y luciendo siempre una frialdad desoladora. Pasado este fabuloso inicio, nos metemos en el teatro, donde sucederá prácticamente toda la película haciendo gala de un gran uso del espacio (algo que en 'Buried (Enterrado)' ya se vio) y dejando un poco de lado el gran conflicto para centrarse en uno más pequeño (pero no menos importante): El de nuestro grupo de teatro protagonista. Centrándose en esto, es capaz de transmitir la presión y tristeza a la que están sometidos estos personajes en la Segunda Guerra Mundial a la vez que desarrolla los conflictos internos que hay entre ellos. Aquí entra en juego la dualidad de los actores y los personajes que interpretan, intercalando de forma sutil y fluida la obra de teatro con la vida real. Las transiciones entre actos son vitales para el desarrollo de la historia y el saber separar la realidad de la ficción llega a un punto en el que se hace casi imposible. La mano de Rodrigo Cortés se nota aún más cuando el film es capaz de pasar del drama romántico adolescente al thriller en cuestión de segundos, sin que te des cuenta y sin forzarlo. Es ahí cuando la película brilla más, cuando el director da rienda suelta a su imaginación y evidencia la influencia de Alfred Hitchcock en su obra. Especialmente destacable una escena con primerísimos planos de la cara de los personajes, terrorífico momento.
Ante todo, estamos ante una carta de amor. Una carta de amor al teatro, al romance juvenil y al amor en general. En ella se plantean cuestiones como que significa realmente amar a alguien o la importancia de las actividades culturales en el día a día de las personas. La dureza de la situación que les ha tocado vivir está sobrevolando el teatro Fémina durante toda la película, pero eso no quiere decir que ahí dentro no esté pasando algo precioso. Otro punto a favor es esto, el no apoyarse en la pornografía emocional para emocionar al espectador, sino en la construcción de personajes y el desarrollo de las relaciones que hay entre ellos, con multitud de matices. Se trata de un guion bastante redondo, que mide muy bien los tiempos y te hace sentir parte del público que hay en el teatro, con una sensación constante de estar todo el tiempo a contrarreloj (potenciado exponencialmente por el gran trabajo sonoro de Víctor Reyes). Los diálogos son tan afilados como siempre con Cortés y están plagados de sarcasmo y un punto de cinismo. Un libreto interpretado fantásticamente por un reparto coral con muy buena química, destacando a Clara Rugaard en la tarea complicada de interpretar a una protagonista perdida y moralmente dubitativa, a un breve pero intensísimo Magnus Krepper y a Henry Goodman en un papel a medio camino entre lo entrañable y lo desagradable.Tengo mis inconvenientes, aunque son detalles pequeños que mientras la estás viendo te haces a ellos. Primordialmente, la decisión de que prácticamente todo el film sea en inglés cuando vemos a judíos y alemanes le quita algo de impacto a la parte histórica. No es la primera ni será la última en hacer esto, pero en 2021 es algo que se me hace raro y me saca un poco de la ambientación. Los últimos minutos son potentes pero me parecen algo precipitados y no acabo de empatizar por culpa de ello. Eso no empaña esta fantástica película, muy sólida, que abarca de forma fresca y original el conflicto bélico más explotado de todos los tiempos. Funciona como drama, como thriller y como musical. Una apuesta segura.
Nota: 7,0
Por Marc Sacristán García
@TheLebowskiMan
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