'Cerrar los ojos' - Un hombre no es todo memoria
La cuarta (y con toda seguridad última) película de Víctor Erice se divide en dos mitades bien diferenciadas: lo que ocurre antes de la emisión de un programa de televisión y lo que ocurre después. A ojo, ambas puede que se repartan más o menos por igual las cerca de tres horas que dura de principio a fin la sesión completa. Casi tres horas de metraje que se hacen algo lentos y resultan algo largos y pesados por culpa de su primera parte, una especie de dilatadísimo preámbulo que nos obliga a armarnos de paciencia (y a no cerrar los ojos...). Mucha paciencia.
Paciencia que tiene su recompensa durante su segunda mitad, cuando la película inicia la remontada y pone sus cartas sobre la mesa boca arriba. Su deambular templado y parsimonioso, muy propio de otro tiempo y de otra época, de gestos y maneras sutiles y delicadas, se mantiene impertérrito pero su cariz contemplativo va progresiva y sutilmente adquiriendo tono y color, fundamento y fuerza. Y de esta manera, 'Cerrar los ojos' va tomando forma y revelándose como una obra a la altura del nombre de quien le ha puesto firma, 30 años después de la anterior.
Se trata sin duda del testamento fílmico de Erice, siendo un trabajo que se siente personal y honesto, y sobre todo auténtico; incluso para quien no esté familiarizado con la obra del cineasta. Un canto al cine y a su poderío en el que el sentido del arte, el valor del silencio y la observación, el paso del tiempo o la significancia de la memoria están muy arraigados. Fiel a sí mismo, Erice confiere a 'Cerrar los ojos' el encanto y el valor de una obra atemporal, impasible a cualquier estímulo ajeno a una causa a la que cuesta sumarse tanto como cuesta resistirse, a poco que uno tenga memoria y gusto por el cine.
Y por la vida, entendida con la mágica sencillez del día a día.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Le doy un 8.