'Cerca de ti' - Cuando es mejor haber amado... y perdido
Nuestra impresión de una película puede variar mucho en función de lo que sepamos de antemano de ella. No es lo mismo ver una película como 'Titanic' sin saber que el barco se hunde que verla sabiendo que el barco se hunde. Aunque la película nos pueda ir dando pistas sobre la marcha, sólo en el segundo caso tenemos la certeza absoluta. Una certeza que en muchos casos no es un spoiler, sino un reclamo: El ver cómo se desarrolla y sucede todo. Al fin y al cabo lo que hace que las historias cobren vida es el enfoque que les da el narrador.
De hecho, lo más destacado de este tipo de películas cuyo final, en principio, conocemos de antemano es, precisamente, lo hábiles que son para manejar esta teórica certeza, ya sea mediante pequeñas sorpresas, algún oportuno cambio de ritmo o como en el caso de 'Cerca de ti', el mimo y la sensibilidad con la que se desarrolla todo. No se puede decir que la película de Uberto Pasolini sorprenda, de la misma medida que tampoco se puede decir que sea un spoiler. A eso venimos, porque nos va la marcha y que nos tiren del lagrimal.
La sinopsis de 'Cerca de ti' es tan clara como tanto es el respeto de la película hacia el espectador, a quien no se le propina ni un sólo golpe bajo. La diferencia entre drama y dramón está en la elegancia y en la (no) necesidad de ser gráfico, evidente o desagradable: Si se trata de cine para adultos es porque, precisamente, somos adultos y medio comprendemos que la vida es así. 'Cerca de ti' no abusa de su condición de drama, ni siente la necesidad de acosar al espectador, desarrollando con sencillez un sólido ideario sustentado en lo cotidiano.
También, por supuesto, en la sobria y contenida labor de James Norton y sobre todo en la del joven Daniel Lamont, cómplice indispensable con su mirada infantil de esta agradable y mesurada ración de emotivo realismo social británico. Así, 'Cerca de ti' va de frente hacia ese final que cada vez tememos más mientras hace fácil lo difícil y lo grave se vuelve ligero, y con humilde sencillez, convierte un potencial dramón empalagoso en una triste pero a la vez dulce celebración del "es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado".
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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