‘Watchmen’ nos sitúa en una página ficticia de la historia. En la década de los ochenta, Richard Nixon sigue siendo presidente de los Estados Unidos; con la victoria militar americana en Vietnam y la soviética en Afganistán, la Guerra Fría entre las dos principales potencias mundiales está en su momento más crítico. Mientras, los superhéroes tampoco atraviesan una buena situación. Los que antes eran encumbrados como auténticos ídolos de masas, ahora están perseguidos por la ley. Precisamente el Comediante, el más reconocido representante de este colectivo en peligro de extinción, acaba de ser asesinado. Temiéndose lo peor, Rorschach (el último enmascarado que sigue abiertamente en activo) inicia una investigación para determinar quién ha sido el asesino...
¿Quién vigila a los vigilantes? O más importante todavía. ¿Quién vigila a Zack Snyder? Hablar de ‘Watchmen’ es emplear palabras mayores. La que con toda justicia está considerada por muchos como la mejor novela gráfica de la historia creó a su alrededor una legión de incondicionales seguidores que de buen seguro estarían ansiosos por ver trasladados aquellos doce mágicos volúmenes a la gran pantalla. Pero al mismo tiempo existe el temor a que la adaptación no cumpla con las expectativas, con lo que cabe considerar que muchas sensibilidades queden seriamente heridas. Ya se sabe, un gran poder implica una gran responsabilidad. Además, adaptar cualquier obra de Alan Moore es jugar con fuego. El más que probable -y bastante justificado- rechazo del escritor hacia cualquier adaptación cinematográfica de su obra en absoluto ayuda a crear un buen ambiente, con lo que todo director que ose poner sus manos encima de las historias de Moore sabe que estará solo ante el peligro.
De modo que con la curiosa mezcla compuesta por las ansias por ver y el temor a ser defraudado, empieza el show. ¡Y qué manera de comenzar! Si las primeras impresiones fueran lo más determinante, ‘Watchmen’ sería algo casi inmejorable. En los primeros pasos Snyder anda con mucha firmeza: no sólo consigue una fiel y sólida adaptación del original, sino que además aporta nuevas piezas a este colosal puzzle. La secuencia en la que se nos muestran los créditos de inicio es una auténtica joya: si en ‘Amanecer de los muertos’ se eligió la compañía de Johnny Cash, ahora se eligen los también ritmos folklóricos de Bob Dylan. Así, mientras va sonando “The times they are a changin’” van apareciendo imágenes que subliminalmente van dando la bienvenida a los no familiarizados con el original; a la vez que a los ya conocedores del cómic se nos brinda un gran número de guiños, prueba evidente que Snyder ha estudiado -o incluso devorado- la obra de Moore.
Pero una cosa es devorar y otra muy diferente es comprender. Y en este aspecto mucho me temo que el sin duda listísimo director de Green Bay y su equipo han entendido la novela gráfica… a medias. O al menos esta impresión transmite el primer visionado de la cinta. Aunque también es cierto que la otra impresión, o más bien confirmación, que se puede extraer de la experiencia es que, si aún quedaban dudas, ‘Watchmen’ es una historia extremadamente difícil de llevar a la gran pantalla. No sólo por la infinidad de temas que trata (qué es lo que lleva a alguien a tomarse la justicia por su mano / la responsabilidad que implica el poder / el lado más oscuro del ser humano…) sino también por su compleja narrativa. Mientras se desarrolla la historia, se encadenan los saltos temporales, se mezclan acciones que suceden en lugares distintos y por si fuera poco, las viñetas y los diálogos están llenos de detalles y sutilezas que a la postre acaban revelándose como fundamentales para comprender el engranaje de ese gran reloj.
Sabiendo eso, puede entenderse el hecho que la trama principal no tenga un desarrollo tan exhaustivo como en el original. Lo que no pueden explicarse son algunos errores que acaban lastrando el conjunto. Errores que -sintiéndolo mucho- demuestran que Zack Snyder no siempre acierta. Buena parte de la historia pierde demasiado poder, y eso no sólo hay que achacarlo al metraje recortado, sino más bien a los tics que arrastra el director desde '300', su último filme hasta la fecha. Y es que desgraciadamente el carácter introspectivo que engrandecía la obra de Moore y Gibbons se diluye aquí poco a poco a base de superficiales posturitas de cara a la galería, escenas a cámara lenta y exagerados efectos sonoros. Unas armas que sin duda daban sentido al anabolizado universo de Frank Miller, pero que por el contrario no acaban de encajar en esta América alternativa de los años ochenta. Añadámosle el gravísimo fallo de casting que supuso el contratar a Matthew Goode, unos efectos visuales a los que se les podría haber exigido más y algún que otro momento desaprovechado que no hace justicia a la precisión milimétrica con la que fue concebida la legendaria novela gráfica.
Una lista de puntos negativos demasiado extensa, y seguramente demasiado puntillosa (aunque no hay que olvidar que el material base con el que trabaja Snyder es excelente). Porque más allá del sentimiento inicial de decepción, hay que reconocer también los méritos de este a la postre buen producto de superhéroes. Allí queda la selección musical, así como la notable y deslumbrante adaptación visual del mundo ideado por el tándem Moore/Gibbons. Admirable es también haber logrado mantener -a pesar de todo- la esencia del cómic, e incluso revisionar su discurso en alguno de sus aspectos. Sí, la película es buena en su conjunto (sobretodo si se ha leído antes el original) y brillante en momentos puntuales, pero está a años luz de ser para el cine lo que el original supuso para la cultura de la cada vez más consolidada viñeta. Y lo que es aún peor, con muchos factores a su favor, me temo que con su sentido del espectáculo, Zack Snyder ha desaprovechado la ocasión histórica para universalizar; para hacer accesible a todo el mundo de una vez por todas “la mayor broma jamás contada”.
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas