Buscador

Twitter Facebook RSS

'Un lugar donde quedarse': La maleta del divo

Vía El Séptimo Arte por 10 de mayo de 2012

Cheyenne es un judío cincuentón, antigua estrella del rock, que sigue la estética gótica y lleva una vida aburrida de prejubilado en Irlanda. La muerte de su padre, con el que hacía tiempo que no se trataba, lo lleva de vuelta a Nueva York, donde, a través de la lectura de algunos diarios, reconstruye la vida de su padre en los últimos treinta años, en los que se dedicó a buscar obsesivamente a un criminal nazi que se había refugiado en Estados Unidos. Con una inexorable lentitud y sin capacitación alguna como investigador, Cheyenne, contra toda lógica, decide continuar la tarea de su padre y emprende la búsqueda del nonagenario alemán a través de Estados Unidos.

'Un lugar donde quedarse' (en su versión original, 'This Must Be the Place') esperada última obra de uno de los autores italianos más fascinantes de los últimos tiempos. El eterno outsider (el mejor de los piropos sabiendo de dónde viene) del país transalpino vuelve después de poco más de tres años en silencio; después de la virtuosa pero también discutida 'Il Divo', biopic sin igual del lánguido y oscuro político Giulio Andreotti. Sorprende que para su regreso este provocador nato haya vuelto a aliarse con la productora Medusa, propiedad del todopoderoso Silvio Berlusconi. Maniobra que debe entenderse en clave de mayor acceso a recursos, y -imposible ocultarlo- porque si algo aprendimos de su citado último trabajo hasta la fecha es que hablamos de un realizador que tampoco le hace ascos a personajes como ''Il Cavaliere'' (por cierto, ¿para cuándo una película dedicada a la vida y obra del magnate desahuciado por Frau Merkel y su euro-banda?).

Sea como fuere, Sorrentino se ha hecho con los servicios siempre estimables de Sean Penn, que para la ocasión se saca de encima la cara de resaca (¡sorpresa!) y se pone en la piel de Cheyenne, una antigua estrella del rock sospechosamente parecido a Robert Smith, vocalista de The Cure, que lleva veinte años apartado de los escenarios, disfrutando -o no- de su vida de casado en su ostentosa mansión, y que recibe la noticia de la repentina muerte de su padre. Tenemos el ya clásico personaje central peculiar con el que tanto le gusta contar al cineasta italiano. Un personaje que no llega a las altas cotas de cinismo de aquellas brillantes composiciones de Toni Servillo ('Las consecuencias del amor', por ejemplo), pero que sin duda entra de lleno en la categoría de extraterrestre; de perro verde, o como guste llamarle.

Con una comicidad muy cercana a la del Bill Murray al servicio de Sofia Coppola o Jim Jarmusch (muy interesante, desesperante dirán otros, maduración del concepto ''desangelado'' como sinónimo de humor), el actor permanentemente ocupado en tareas solidarias se pone toneladas de maquillaje en la cara y recorre todos los Estados Unidos en busca de aquello que todo héroe, desde la tradición más clásica hasta la contemporaneidad más rabiosa, ansía. Esto es, encontrarse a sí mismo, o por lo menos aquello que le define. Algo que el bueno de Cheyenne, tras años de acomodado y castrador reposo, ha olvidado. Es por ello que decide embarcarse en lo que será la reconstrucción de la historia de su progenitor, que le lleva hasta la Segunda Guerra Mundial.

En consonancia con la brillante -nunca mejor dicho- ópera prima de Liev Schreiber 'Todo está iluminado', se trata de un muy prometedor viaje iniciático que desgraciadamente se desinfla a medida que sube la cuenta de kilómetros, y en el que, como era de esperar, el viejo rockero va madurando con las experiencias compartidas con los otros viajantes que va encontrando por el camino, la mayoría de ellos tan peculiares como él, que ya es decir. Del más que aceptable doble del tiburón financiero Gordon Gekko a una madre soltera camarera de bar de carretera pasando por un jefe indio o el inventor de las maletas con ruedas. El repertorio es sin duda alguna tan variado como por lo menos llamativo.

Pero como siempre sucede cuando se habla de cine de autor (y éste, aunque a simple vista no lo parezca, lo es) la estrella principal de la función no es otra que el director, en este caso, Paolo Sorrentino. El cineasta de Nápoles se muestra mucho más comedido y sentimental que en sus anteriores trabajos, lo cual es una buena noticia para los poco iniciados, al ser éste un producto del todo accesible (más aún si se tienen en cuenta los anteriores trabajos bajo esta misma firma), pero un argumento para el desaliente para los que buscábamos en 'Un lugar donde quedarse' un lugar para reencontrarnos libremente con un amigo al que teníamos muchas ganas de ver. Dejando las filigranas con la cámara para otra ocasión, pero con numerosas muestras de su inconfundible estilo, ya sea en el aprovechamiento de la música (moviéndose a ritmo de distintas versiones del famoso tema de los Talking Heads), ya sea en el dibujo de personajes y situaciones que, tienen en su particularidad -para tirar de eufemismos- su belleza, Sorrentino traza un a la postre atractivo cuento marciano sobre las raíces de las personas, tan irregular como accesiblemente personal, y por ello encantador.

Nota: 6 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

< Anterior
Siguiente >