Más de un año después de su presentación en el Festival de Berlín llega a los cines españoles 'Tren de noche a Lisboa', adaptación de la novela homónima de Pascal Mercier (aka, Peter Bieri) que se vende como "Una mirada sobrecogedora a los laberintos de la vida, el amor y la literatura". Y si algo no es dicha adaptación es precisamente sobrecogedora, víctima de las constantes de un director tan correcto, tan simplemente correcto como es Bille August, quien 25 años después del éxito de 'Pelle el conquistador' sigue siendo recordado por ser el director de 'Pelle el conquistador', lo que es sinónimo de que su tren, como el de 'Snowpiercer', se dedica a dar vueltas y vueltas camino de ninguna parte.
Una mujer apoyada en la barandilla de un puente, una mañana en Berna, bajo una lluvia constante. El libro, descubierto por azar, de un poeta portugués, Amadeu do Prado. Estos dos acontecimientos revolucionarán la vida del sabio y erudito profesor Raimund Gregorius. 'Tren nocturno a Lisboa' nos lleva de nuevo de tour por un viejo continente en el que, inexplicablemente, todo el mundo habla un inglés impecable. Los eruditos de la lengua de Shakespeare se encuentran ahora en la capital de Portugal, donde va a parar, desde Suiza, y como quien no quiere la cosa, un profesor que busca a una misteriosa mujer que ha despertado algo en su interior. Normal, teniendo en cuenta que vive más solo que la una y que seguramente sea ésta la primera en mucho tiempo que intercambia cuatro palabras con él.
Muy felices se las promete el profesor bobalicón, pero una vez en Lisboa le explotará en toda la cara una truculenta historia que tiene sus orígenes en la sangrienta represión perpetuada por la dictadura de Salazar, momento a partir el cual Jeremy Irons y Jack Huston alternan minutos y tiempos entorpeciéndose el uno al otro, y viceversa. Bille August, carente tanto de ideas como de ganas, hace avanzar la trama de forma tosca e increíble, y desaprovecha un reparto de prestigio para vomitar un thriller sentimentaloide, relamido y demasiado inepto a la hora de calibrar el sentido de su desmesurada retórica. Es, en definitiva, un disparate demasiado pagado de sí mismo que si no resulta divertido es porqué la ética, el respeto, nos susurra que juega demasiado negligentemente con una historia que debería tratarse con algo más de ética, de respeto.
'Tren de noche a Lisboa' define el tedio que supondría viajar en un tren regional desde Berna a Lisboa, cerca de dos horas de metraje que, estación tras estación sin mayor pasatiempo que mirar por la ventana, pesan en unas posaderas que amenazan con tirar del freno de emergencia por su cuenta y riesgo. Una apacible monotonía que se torna en apática rutina, la impuesta por la plomiza puesta en escena con sabor añejo y encuadre presuntuoso de Bille August, de una sobriedad formal tan superflua que realza la impresión a déjà vu de un filme que intenta rellenar con tópicos, filosofía y una poca de prepotencia el vacío de su alma. La vida es así, son cosas que pasan, es lo que hay y demás muletillas con las que rellenar un silencio por el mero hecho de tenerle miedo a ese silencio. Aunque no se tenga nada interesante que decir. Aunque se trate de dar vueltas y vueltas.
Nota:
4
Por Juan Pairet Iglesias & Víctor Esquirol Molinas