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'Tipos legales': Cosas que despilfarrar cuando estás muerto

Vía El Séptimo Arte por 11 de abril de 2013

Es curioso como, más de una década después, los detractores de esa obra maestra titulada 'Salvar al soldado Ryan' siguen intentando cargársela haciendo uso de un argumento que la propia película se encarga de inutilizar, pequeño detalle que seguramente se les escape por razones apriorísticas que ahora mismo no vienen al caso. Lo que sí importa es que aquello es un absoluto disparate patriótico. Porqué, ¿quién demonios va a creerse que se arriesgarían las vidas de tantos hombres para salvar la de uno solo que, por muchos hermanos muertos que se le hayan confirmado, de ninguna de las maneras va a marcar la diferencia en una guerra que debería estar en lo más alto de cualquier lista de prioridades? A dicha argumentación no le falta razón, pero su poder como arma arrojadiza queda invalidado desde el mismo momento en que el filme toma conciencia de ello y hace que sus protagonistas constaten el terrible absurdo al que han sido sometidos.

Pero la cadena de mando manda, nunca mejor dicho, y las órdenes de arriba deben cumplirse a rajatabla. Lo sabía el Capitán Miller... pero sus hombres no lo tenían tan claro. La disconformidad era el sentimiento generalizado, pero el que mejor cuerpo supo darle al malcontento fue el francotirador Jackson, a quien aquella misión le parecía un crimen, al suponer ésta un imperdonable despilfarro de potencial militar. Juraba que, si en vez de hacerle cruzar media Francia en busca de un niñato de quien ni siquiera se sabía si estaba vivo o muerto, le colocaban a una distancia razonable del Führer y con un fusil cargado y calibrado, la Gran Guerra se acabaría en menos que canta un gallo. Ahí estaba el verdadero drama para su ejército: y es que a los mejores soldados no se les puede entretener con tonterías; a ellos hay que asignarles las grandes misiones.

Con 'Tipos legales' uno llega a la misma conclusión. Ve, antes de entrar a la sala, el cartel, lee los nombres que figuran en él y se le cae la baba. Al Pacino, Chritopher Walken y Alan Arkin juntos en una última noche de juerga que promete emociones fuertes. El primero de ellos sale de la cárcel después de cumplir larguísima condena, pero la recuperación de la libertad viene con una implacable e irrevocable sentencia de muerte dictada por un mafioso que no ha olvidado los pecados del pasado. Pacino lo sabe, Walken también... Arkin, la verdad, solo pasa por ahí, pero el fantasma de la muerte también se cierne sobre él, así lo atestigua una bombona de oxígeno que se ha convertido en su inseparable compañero de penas. La prisión, la residencia de ancianos y la claustrofóbica soledad del viejo al que cada día le quedan menos personas que se acuerden de él.

''Cosas que hacer en California cuando estás a punto de morir'' podría haber sido una buena frase promocional para esta película (total, con las que tenemos que tragarnos semana sí, semana también...), pues el planteamiento inicial no defiere en exceso de lo que se cocía en el Denver de Gary Fleder. La principal distinción salta a la vista y la revela, como era de esperar, el tráiler: se conserva el toque criminal, pero se elimina el romance y el drama para dejar hueco a una comedia que, vistos los ingredientes barajados, adquiere una tonalidad negra que compramos sin pensarlo dos veces. Los viejos roqueros se apuntan a la fiebre ''resacón'' y se van de farra, desafiando todas las leyes de la biología. ¿Cuidado al bajar las escaleras? ¿No olvidarse de tomar las pastillas? ¿Hacer los ejercicios memorísticos cada mañana? Nuestros héroes se ríen de todo esto.

El problema es que, por muy bien que se lo pasen, cuesta horrores sumarse a su fiesta. El actor documentalista Fisher Stevens (''George Minkowski'' para los amigos de LOST) falla a la hora de contagiarnos la comicidad y -sí- la vida de un guión que, para ser justos, no va precisamente sobrado de ninguno de estos dos activos. La juerga avanza inexorablemente y sin rumbo aparente hacia una supuesta catarsis final y con ella se suceden las drogas, los tacos, los polvos y los estallidos de violencia, elementos que deben su comicidad tanto a sus inherentes connotaciones gamberras (que en el mejor de los casos se quedan en lo entrañable y en el peor en lo artificial) como a la edad de unos actores que incluso en un producto tan mediocre demuestran su buen saber hacer. Walken y Arkin confirman que les vamos a echar mucho de menos... lo mismo sucede con Pacino, aunque en su caso, verle supone ya un acto demasiado próximo a la despedida prematura. Es triste, casi tanto como ver que el reloj está a punto de detenerse... pero no tanto como darse cuenta, mientras se está cavando la tumba, de que con todo a favor; gozando de un potencial tan impresionante, al final se optó simplemente por pasar un buen rato; por las cuatro risas insustanciales... en definitiva, se optó por el despilfarro.

Nota: 5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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