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'The Swell Season': Twice

Vía El Séptimo Arte por 13 de julio de 2012

El joven Glen Hansard siempre tuvo claro que quería ser alguien en el mundo de la música. Más allá de ganarse la vida con ello, lo que realmente quería era que la gente le recordara por sus composiciones e interpretaciones musicales. Conocedor de su talento -con toda la modestia del mundo, eso sí-, no se lo pensó dos veces cuando, un día a lo largo de su convulsa etapa escolar, un profesor se acercó a él y le dio una guitarra, diciéndole que, si así lo deseaba, se la regalaba con la condición de que se fuese a Dublín y no volviera en un año. Si a lo largo de este año había sido capaz de sobrevivir gracias a la música, entonces ya nadie podría poner en duda su compromiso para con el arte.

Unos años más tarde, este irlandés pelirrojo anónimo saltaría a la fama internacional gracias al fenómeno 'Once', película que se haría, entre otros, con el Premio del Público en Sundance y con el Oscar a la Mejor Canción Original. Era el año 2006 (2007 para los que llegaron un poco más tarde), y las canciones del tal Glen Hansard sonaban por doquier, lo cual lo puso en lo más alto de la lista negra de los personajes más odiados de la temporada. Cosas que tenemos los amargados, que el éxito nos repite... y el éxito repetido, nos repite todavía más. El caso es que el cine, como todo buen negocio, puede tener implicaciones devastadoras para sus productos favoritos. A la que ve una gallina de los huevos de oro, la exprime a más no poder hasta que no quedan ni las plumas, convirtiéndose así en una piltrafa que da pena mirar, lo que antes era una criatura prodigiosa.

Por mucho que el título 'Once' (''Una vez'') indujera a pensar que las andanzas de Glen Hansard y su amor Markéta Irglová serían un visto-y-no-visto, era obvio que las leyes mercantiles del celuloide volverían a estrujar a la gallina, para sacarle partido por segunda vez (y hasta que el público pique, como siempre). Y así es, 'The Swell Season', documental dirigido a seis manos por Nick August-Perna, Chris Dapkins y Carlo Mirabella-Davis, aparece seis años después de 'Once' para contarnos qué fue de aquella tierna -pero sobre todo, auténtica- historia de amor filmado, siguiendo los pasos de los dos tortolitos -y toda su troupe- en lo que fue una maratoniana gira por los Estados Unidos.

El documental empieza con unas declaraciones del propio Hansard en uno de sus muchos conciertos. Como si de un profeta bíblico se tratara, el cantante narra una parábola que resulta ser una base excelente para entender las implicaciones de la fama. Resulta que un niño deseaba ser el más popular del patio, y se decidió a chutar la pelota de fútbol más fuerte que nadie. Se entrenó y se concienció a fondo sobre cuál sería su meta, y cuando efectuó el chut... milagro. La bola voló... y voló y voló. Salió del patio, superó los límites del colegio, fue más allá de las montañas en el horizonte. El chaval lo había conseguido. Era el más popular de todos; el más querido. El problema es que, entre los vítores y jaleos del público, se dio cuenta de que lo que quería en aquel momento por encima de todo, era su balón.

Y esto es precisamente 'The Swell Season', una película dedicada a ver la otra cara (aquella que no solemos ver) del cuento de hadas. En la ficción (¿?) de 'Once' vimos cómo Hansard & Irglová se hacían un nombre como músicos y se enamoraban... ahora toca comprobar los efectos destructivos del éxito, algo que en circunstancias y manos inadecuadas, puede ser una auténtica arma de destrucción masiva. A medida que avanza la película, el espectador va comprobando como, a pesar de las dulces mieles de la fama, el factor ''Rosebud'' va in crescendo, y las relaciones humanas se van desgastando. Todo ello sin ninguna pirueta espectacular; sin ningún alarde dramático, pero escenas como la de la terraza del bar (en la que la pareja constata cómo ha ido evolucionando) confirman la belleza de la propuesta. Quizás la dupla protagonista no sea atractiva en términos cinematográficos (espectáculo el justo, más allá de los números musicales de rigor), pero lo compensa holgadamente con una sencillez y -de nuevo- una autenticidad que encandilan. En definitiva, esta ''segunda vez'', a pesar que haya cambiado el formato, conserva el encanto de la ''primera vez''.

Nota: 5,5 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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