En el mundo del cine las matemáticas no tienen porque ser la ciencia exacta que según nos cuentan a los de letras sí son en ese mundo que está al otro de la ventana. De ser así podríamos garantizar que alguien que hubiera disfrutado en alguna medida de 'Brüno' y 'Borat', que dicho así parecen los representantes para Eurovision de un país civilizado como el nuestro, haría lo propio con este 'Dictador' cuyo parecido con el de Chaplin puede ser mera casualidad (si se adopta un punto de vista estrictamente cinéfilo). Por la misma regla de tres alguien que tuviera la sensación de haberlas padecido, sufrido o similar... en fin, que cada cual haga sus propias cuentas, porque si algo ha quedado claro a lo largo de su trayectoria es que a Sacha Baron Cohen, desde West Staines hasta Wadiya, le gusta jugar a ser un enfant terrible y dar la nota, y 'El dictador' viene a ser lo que cabría esperar de él con un mínimo de conocimiento de causa. Lo aladeen o lo aladeen, ese es el aladeen.Quien esté puesto en la materia se habrá dado cuenta de que no he mencionado en la introducción a Ali G, el primer personaje con el que Sacha Baron Cohen probó suerte en el cine hace ya diez años. El motivo cabe encontrarlo en que no incluyo dicha producción en el mismo saco que 'Borat', 'Brüno' o ahora 'El dictador', básicamente, porque para cuando se estrenó desconocía por completo quien era el citado humorista y su atractivo residía en el doblaje de Gomaespuma, lugar en donde he preferido seguir dejándolo. Y si bien Cohen ya era lo suficientemente conocido como para ser "alguien" incluso más allá del mundo anglosajón, este no fue revelado como figura mediática internacional hasta que en 2006 sorprendiera a propios y extraños con el sleeper de 'Borat', un soplo de aire fresco que no requirió de un doblaje creativo para resultar tremendamente eficiente en su provocativa tarea de divertir.

Tres años después Cohen, ya cobrando como reclamo bien visible, volvió a la gran pantalla para dedicarle también su correspondiente película al personaje de cabecera que le faltaba, 'Brüno', cuyo estreno fue fuertemente promocionado por una Universal que no escatimó los recursos necesarios para poner, literalmente, el culo del actor en boca de todos. El resultado no obstante, a pesar de todo el revuelo mediático despertado (y alguna que otra secuencia antológica), se quedo por debajo tanto de los resultados de 'Borat' como de las expectativas creadas dando lugar a uno de esos filmes a los que siempre les acompañará el San Benito de la decepción de por vida. Y los dos principales problemas de la cinta, muy posiblemente, cabe encontrarlos en que esta reincidía tanto en los mismos valores de producción como en un mismo sentido del humor provocativo, perdiendo en buena medida los beneficios de ese efecto sorpresa del que sí se aprovechó 'Borat'.

Esto es en parte lo que también sucede con 'El dictador', una producción que no sorprende y cuyo humor, en cierta manera, puede ser relativamente previsible, especialmente a medida que avanza su metraje. Por más que se le haya dado un aspecto más cinematográfico a través de un look visual y una puesta en escena más refinadas, dando así algún valor a departamentos como el encargado del diseño de producción (en particular cuando la acción se ubica en Wadiya), el concepto que sustenta a la producción bien puede ser el mismo que podría sustentar un especial temático de un programa de humor tipo José Mota, el de hilvanar una suma de sketches a través de un mismo concepto, o personaje como es el caso, hasta alcanzar una duración adecuada para poder vender el resultado, unos 85 minutos. Dicho de otro modo 'El dictador' carece de un fondo dramático real, y su argumento es esa excusa de la que 'Jackass' nunca ha necesitado echar mano y cuya resolución nos es totalmente irrelevante.

Esta nueva película, o elaborado ejercicio de marketing si se prefiere llamar así, y que también viene precedida de una ruidosa aunque muy peligrosa campaña de promoción que se ha extendido tanto en el tiempo que ofrece cierta sensación de agotamiento antes siquiera de que el público haya podido pujar por ella, bien podría definirse como una continua parodia para el lucimiento de un Sacha Baron Cohen disfrazado de dictador árabe que, fiel al estilo que le ha dado un nombre, juega a burlarse continuamente de los clichés a través de la provocación directa y la sal gruesa. ¿Sorpresa alguna? Para nada, para bien o para mal según el gusto, y 'El dictador' viene a ser lo que cabría esperar, una propuesta irregular que alterna grandes momentos con otros que no lo son tanto y cuya efectividad, en líneas generales, va perfiendo fuelle a medida que avanza, y cuya provocación es una simple y hueca pose que sustente el chiste de turno, concebida tan sólo para regocijo de los amigos de su protagonista y que a los números es mejor que 'Brüno' aunque siga estando por debajo de 'Borat'.

Aplicando el recurso de las comparaciones (que en esta ocasión se presenta a huevo), este 'Dictador' de Cohen vendría a ser la versión espiritual del siglo XXI del 'Dictador' de Charles Chaplin, dos filmes que como concepto parten de una misma idea, la burla, con la diferencia sustancial de que los 70 años transcurridos entre ambas han cambiado a todos los niveles y por completo el mundo en el que fueron concebidas. La diferencia primordial, sustancial y más relevante de entre todas es que Charles Chaplin supo sumar a sus intenciones una serie de valores artísticos que dieran resonancia a las carcajadas para hacer de ella algo más que un chiste de usar y tirar, algo que brilla por su ausencia en este nuevo 'El dictador'. Eso, y la presencia delante de las cámaras de sendos talentos cómicos con estilo propio y de sobra conocidos que evidencian qué cabe esperar. Todo lo demás bien puede ser interpretado como puro relleno irrelevante, especialmente de cara a aquellos que puedan criticar, con la bilis en la boca, el haber sido tan tontos por haber apostado por un modelo de humor que no les es afín... porque Cohen no engaña, acierte o no con todos los chistes que propone, si bien la sonoridad de las carcajadas provocadas por sus aciertos permitan rellenar los silencios de sus fallos, e incluso sacar algo de nota de cara a la próxima vez. No le corten la cabeza todavía, por favor...

Nota: 6.25

por Juan Pairet Iglesias