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'Elefante blanco': De vacaciones por el infierno

Vía El Séptimo Arte por 13 de julio de 2012

Ricardo Darín es un seguro de vida con el que resulta difícil no simpatizar, uno de esos actores cuya sola presencia en el reparto de cualquier película hacen de ella una producción como mínimo de interesante. Y como mínimo resulta interesante su nueva colaboración con el no menos interesante realizador Pablo Trapero, un filme de fuerte contenido social como es costumbre en el que no podía faltar su inseparable dentro y fuera de la pantalla Martina Gusman, pero que sin embargo pretende abarcar más de lo que es capaz de asumir perdiéndose en última estancia sus ambiciones entre medias de una maraña de posibilidades a medio recorrer que difuminan por completo las buenas maneras de su exquisita puesta en escena.La expresión elefante blanco, tanto en inglés como en francés, es atribuida o bien a posesiones que tienen un coste de manutención superior al de los beneficios que aportan, o bien a aquellas que proporcionan beneficios a terceras personas pero no más que problemas a sus propietarios. Extrapolando esta expresión a la película que nos ocupa para darle sentido a un título que resume muy bien su propósito, nos encontramos con una barriada a la sombra de Buenos Aires llamada Villa Virgen a la que llega Nicolás (Renier) para echar una mano a Julián (Darín), ante todo amigos pero también curas que tendrán que lidiar con el duro día a día, y la triste realidad, de un barrio en donde la esperanza de sus vecinos de poder disfrutar de una vida razonable es más bien nula ante la indiferencia de unas autoridades que les dan la espalda y el auge de un narcotráfico que les quiere para lo que les quiere, como carne de cañón.

Cuando una película como esta 'Elefante blanco' maneja una serie de cartas tan marcadas es muy difícil no caer en una serie de argumentos y manierismos por lo general aburridos y de consecuencias más bien fallidas, reflexiones que de tan convencionales y tristemente cotidianas pueden irrumpir de lleno en el mayor peligro de toda producción que pretenda contar algo, la indiferencia, por mucho que lo que se pueda estar contando posea su corazoncito y autenticidad. En la nueva película de Pablo Trapero, director de las muy interesantes (y superiores) 'Leonera' y 'Carancho', partimos de una historia que encabezan un par de curas... resulta evidente pues que la fé, y su cuestionamiento ante las pruebas de la vida, será parte importante de un relato por lo demás sumido en una de esas pantomimas sociales que, del estilo a la Cañada Real Galiana, son la pesadilla de cualquier gobernante con un mínimo de decencia.

Trapero y su equipo habitual de guionistas, siempre pendientes de sacar brillo a la buena conciencia, tejen una maraña argumental que con la constante presencia del barrio a pie de página pueda servirles para meter mano a cuanta duda moral les surga por el camino, excusa perfecta para que Trapero ponga en evidencia su dominio técnico con vibrantes movimientos y encuadres de cámara que introducen a esta como un personaje más, testigo de excepción de una serie de preguntas que se van agolpando poco a poco a la espera de que sus correspondientes respuestas... terminen por quedarse sin tiempo, sin aire. Trapero disfruta paseándose de un lado a otro de Villa Virgen, jugando con la excelente fotografía a recorrer sus calles y mostrando con rigor estilístico más que periodístico lo que bien podría ser un corte de un magazine de información del estilo a Informe Semanal.

Pero en eso se queda, en un mero paseo por las afueras como si de un tour turístico por el lado oscuro de la calle fuera en donde se mira pero no se toca, en un indoloro reportaje de entre otros tantos de un noticiario que se olvida en cuento comienza el siguiente programa sin ofrecer un argumento por el que merezca ser tenido en consideración, no al menos uno que no hayamos escuchado antes y que huela tanto a superficialidad moral y déjà vu. Trapero falla a la hora de introducirse bajo la carne permitiendo que el relato caiga peligrosamente en lo comentado al principio, en una serie de aparentes convencionalismos -lo sean o no- a los que salvan, en última estancia, la factura técnica y el competente trabajo actoral, que no un tramo final que se sale por la tangente para al igual que a los que dice criticar tomar la via fácil. 'Elefante blanco' es una película interesante, de eso no hay duda, y se deja ver más que de sobra durante su visionado. Pero se queda en eso, en un filme no más que interesante que funciona durante su visionado, y cuyo final es el principio de su olvido.

Nota: 6.5

Por Juan Pairet Iglesias

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Comentarios

  • Avatar de el_emi
    el_emi 19 de Noviembre de 2012, 05:26:38 PM
    Cuando la película es una excusa
    Tener a Darín es, en Argentina, un bono que vale por muchos espectadores. Cuando uno lo consigue en el reparto sabe que pondrá cualquier cosa en el proyector y esa cualquier cosa será vista. Imposible que esto falle. Y se comprueba cuando vemos la indignación en buena parte de los argentinos debido a que esta película no fue a la carrera de los Oscar.

    Pero soy injusto, pues Elefante Blanco tiene otros elementos que a los argentinos les encanta: curas revolucionarios, obispos "garcas", cuestionamientos a la Iglesia y un mensaje social. Todos estos elementos han servido para que una película que carece de dirección en la narrativa, que cae en todos los lugares comunes posibles (hasta en la tv hemos visto estos clichés), y que carece en absoluto de un verdadero drama, ha pasado como una buena película y, en cierta página de internet donde opinan todos los críticos argentinos, como la mejor cinta argentina del año.

    Delirios fuera: la película no tiene narrativa porque es una excusa para mandar mensajes políticos y sociales demasiado superficiales para ser tenidos en cuenta. Un poco sobre la existencia del Elefante Blanco, un poco sobre la vida en la "villa", un poco sobre la labor de los curas tercermundistas, un poco sobre la obra de Carlos Mujica. Y cuando nos damos cuenta, la película entra en su turbulenta recta final donde tratan de sorprendernos con un final que, por muy efectista que sea, no tiene correspondencia con lo que estábamos viendo.

    Destaca la labor del gigante Ricardo Darín y de Trapero tras la cámara, lo cual puede hacer que el visionado sea ligero e incluso agradable, aunque en el fondo sea sólo una anestesia. Puntos extra por la buena recreación de la villa.

    3.5/10
  • Avatar de Turbolover1984
    Turbolover1984 11 de Enero de 2013, 03:46:26 PM
    Curas y demonios

    Muchas son las películas sobre barriadas de extrema marginalidad y sus conflictos internos. A uno se le viene siempre a la cabeza la genial Ciudad de Dios a la que pocas le aguantan la comparación y esta no será por desgracia la excepción.

    Un hospital abandonado a mitad de construir que acaba siendo ocupado y convertido en uno de los barrios más peligrosos del lugar. Varios curas con la ayuda de una asistente social, intentan día a día ayudar a estas gentes a construirse una vida digna en general y sus propias casas en particular, como suele ser costumbre, dejando sus vidas y su salud en el proceso y sin ayudas de estamentos que crean necesario o que valga la pena ayudar a una gente autodestructiva, inmersa en un bucle de drogas, peleas y muerte.

    El concepto aunque no es nuevo, resulta interesante. Por desgracia la película va a arreones y resulta muy irregular, teniendo como punto fuerte algunas secuencias puntuales que resultan tensas para el espectador a la vez que duras por su crudeza. Que un monstruo de la pantalla como Ricardo Darín sea desaprovechado ejemplifica como es la película y es que se queda en un lo que puedo ser y no fue y parece preocuparse más de reivindicaciones políticas y/o sociales que de contar un relato que resulte ameno y atractivo. Un discurso que pintaba a profundo se queda en panfleto.

    Nota: 5'5