¿Qué fue antes, la causa o la película? ¿Cuál excusa a cual? Esa es la principal pregunta (y puede que la única) que suscita 'Sufragistas', una película tan a mitad de camino entre la reivindicación y el entretenimiento que uno llega a dudar de su integridad en ambos sentidos. ¿Acaso no es más que una pose? ¿Un recurso dramático? ¿Un excusa comercial? ¿Un medio para llegar a un fin? ¿Un político soltando aquello que sabe que quieres oír se lo crea o no... te lo creas o no?

Ante todo mucha calma: la crítica, si la hubiere, sería contra la película nunca contra una causa tan noble. Ahora bien, el fin no tiene por qué justificar los medios ni las buenas intenciones excusar la enjundia relativa de un producto que, como quién no quiere la cosa, podríamos señalar como el 'The Immitation Game' de este año, por tirar de una comparación rápida y oportunista. 'Sufragistas' se vale de un contexto real para vestirse de cine reivindicativo por encima de cualquier otra cuestión dramática. Y si bien resulta adecuadamente convincente en su propósito moral, también resulta demasiado educada como para transmitir "esa" rabia que remueve conciencias.

O dicho de otra manera, se trata de una película muy correcta en todos los sentidos que "no se moja". No necesariamente en el peor de los sentidos, ojo, pero tampoco necesariamente en el mejor de ellos. Entre el deber y la devoción, el orgullo de la conciencia o el respeto por el público. En 'Sufragistas' falta beligerancia y sobra educación, básicamente, y cual político en busca de votos mantiene a raya su probable espíritu rebelde bajo un manto de populismo. Esto es, de forma "políticamente correcta" e intentando no ofender a nadie, en un término medio agridulce por cuanto tiene de bueno, y a la vez, de malo. O el valor de hacer de malo poniendo cara de bueno, y viceversa.

Porque a pesar de su condición vagamente corrupta, contaminada por la necesidad de vender una entrada tanto a hombres como a mujeres, 'Sufragistas' consigue a las puertas de las elecciones más importantes de este mes recordarnos que hay quién se tiene que partir la cara, literalmente, por conseguir según que derechos que otros damos por sentado. Y hablamos de cosas serias, siendo que he aquí dónde se encuentra el difícil equilibrio de 'Sufragistas': trata de un tema complejo de forma tan clara que no hay duda posible. Más, por contra, tampoco el beneficio de la duda: no hay más de lo que reluce; peor, mañana ya no recordaremos incluso si relucía.

Y es que si bien 'Sufragistas' es ágil y muy accesible, también resulta tan acomodada y bienintencionada como para que su discurso pueda considerarse superficial. Por no mencionar que ella misma se posiciona como soporte de un mensaje que, efectivamente, trasmite pero al que sin embargo no amplifica. De acuerdo, recibido. ¿Y qué hay de malo en eso? Todo y nada a la vez, en un difícil punto en el que no puedes menospreciar lo uno en favor de lo otro. Y es que en plena campaña electoral deberíamos tener claro que si bien los mensajes simplistas no llenan nuestro corazón, sí son los que dan forma a un buen titular con el que ganarte tu cuota de atención.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex