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'Sólo los amantes sobreviven': Crepúsculo

Vía El Séptimo Arte por 12 de junio de 2014

En España, ese país de monarquías y clases políticas decrépitas, las malas noticias parece que lleguen antes que a cualquier otro lugar del mundo. Por el contrario, hay que esperar sentado (mejor estirado) a que lo hagan aquellas capaces de, por lo menos, arrancarnos una sonrisa. Es por esto que hay que forzar la memoria para acordarse de aquel día en que se presentó en sociedad 'Sólo los amantes sobreviven'. El escenario, como no podía ser de otra forma, el Palais de Cannes, en aquella impresionante 66ª edición del Festival de festivales. A pesar de que la organización ya estaba echando el cierre al tinglado, ese día nos despertamos ni más ni menos que con lo nuevo de Polanski, el cineasta de la reducidísima movilidad internacional, y antes de ir a dormir tocó despedirse de nuestra querida sala Debussy con lo último de un Tal Jim Jarmusch. Los programadores lo habían vuelto a hacer. Una vez más, salió a relucir algo que podría definirse vagamente como ''humor''.

Y es que viendo el sumo cuidado con el que Monsieur Roman tiene que ir cada vez que se acerca a una frontera, cabe preguntarse qué le pasaría a Jim Jarmusch si se encontrara en esta misma situación. Suponiendo que a su pasaporte no le quedara otra que acumular polvo, aguardando en un oscuro rincón del más recóndito cajón de su estudio, no sería demasiado descabellado pronosticar una reacción similar a la que protagonizaría Takashi Miike si le obligaran a dirigir, pongamos, ''sólo'' dos películas al año... o si a Alexandre Desplat le prohibieran componer más de tres partituras por temporada. Colapso garantizado. Pero como Mr. Jim no tiene ningún problema con la ley, Mr. Jim hace de nuevo las maletas y nos lleva a dos ciudades diferentes (en dos continentes distintos). Tarde o temprano (es lo primero), llega por fin, que es lo importante, 'Sólo los amantes sobreviven' y lleno confirmado en todas sus proyecciones (de la Croisette, claro)... a pesar de que venimos de la muy discutible 'Los límites del control'.

Pero en Cannes el efecto Jarmusch parece estar hecho a prueba de balas (incluso de aquellas hechas a partir de la madera más densa). Después de la presentación de su último trabajo, éste incluso adquirió más fuerza. Entre Tánger y Detroit se desarrolla una historia de romance vampiresco concebida por la misma mente que nos dio, por ejemplo, 'Noche en la tierra' o 'Flores rotas'. Siguiente pregunta: ¿Y cómo diablos deben ser los chupasangre de Jarmusch? Exactamente como se los imaginaría cualquier fan de este gran abanderado del indie norteamericano más rabioso. Las criaturas de la noche inmortales, mientras no les alcanza ningún rayo de sol, se aburren como ostras. Elemental. Contemplan, impasibles, el lento devenir de un tiempo que les recuerda, hora tras hora, que a esta -interminable- vida pocos o ningún secreto le quedan por descubrirles. Es de una lógica tan aplastante que hasta asustaría... si en el fondo (sí, en el fondo) no fuera tan divertida.

¿Y qué van a hacer? Obviamente, comunicarse entre ellos mediante cochambrosas videoconferencias, debatir sobre física cuántica, coleccionar guitarras vampíricas encerradas en fundas-sarcófago, especular sobre la existencia de diamantes gigantes más allá del Sistema Solar, intercambiar pseudónimos históricos y, faltaría más, llevarse a la boca toda la sangre posible, siempre que ésta haya pasado los más rigurosos controles sanitarios... por supuesto. . Plenamente asentado en una posmodernidad que parece haber sido confeccionada teniendo en cuenta sus medidas corporales / mentales, Jarmusch sigue a lo suyo, como Drácula en su castillo: girando sobre él mismo en continua rotación planetaria de 360º y amenizando los tiempos muertos con números musicales.

En otras palabras: factura su enésima tontería... aunque que está claro que no sólo se trata de esto. Nueva cumbre del humor (por así llamarlo) marciano que, más allá de la autocomplaciente extravagancia, dibuja, con escrupulosa coherencia, un ácido y tiernamente amargado retrato sobre el mundo actual (se acepta ''crisis'') como nunca habíamos visto. Lo crepuscular (prohibido pensar en la innombrable) adquiere también una nueva dimensión. Los humanos son vistos como zombies, Los Angeles es su capital mundial y, desde semi-destartaladas casas en las urbes más muertes del planeta, la alienígena Tilda Swinton y el villano más adorable de todos, Tom Hiddleston, viven su propia historia de amor y se confirman, con una naturalidad pasmosa, como una de las mejores parejas de vampiros de toda la historia (quizás porque realmente sean vampiros; quizás porque durante el proceso de casting un director les dejara marcado el cuello para toda la eternidad). A saber también si la película que protagonizan será recordada como una de las más imprescindibles en el género. El paso de los siglos lo dirá...

Nota: 7 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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