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'Sólo Dios perdona' - Poesía -brutalmente- divina

Vía El Séptimo Arte por 30 de octubre de 2013
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El buen viajero no se mide por la cantidad de quilómetros que ha recorrido, tampoco por las toneladas de souvenirs que lleva en la mochila; mucho menos por los centenares de Gigas de fotos almacenados en su(s) tarjeta(s) SD. El buen viajero si acaso puede detectarse mirando cuántas lenguas habla de forma fluida, cuántas personas ha conocido en el país / región que ha visitado, cuántas situaciones peliagudas ha salvado en territorio ajeno... todo esto para intentar poner número (hoy en día, de esto trata casi todo) a algo que es intangible. Lo que realmente determina la diferencia entre ''caer-en'' ó ''evitar'' el turismo es la capacidad de adaptación al nuevo medio. Llegar, observar y entender las normas que lo rigen para actuar en consecuencia... sin olvidar de dónde se viene. Suena complicado y realmente lo es.

Nicolas Winding Refn es un consumadísimo experto en la materia, así lo atestiguan sus películas. Así lo atestiguan sus continuas idas y venidas. Así lo atestigua una carrera cuyos trabajos muestran, de momento, cuatro distintas nacionalidades. Dinamarca -su país natal-, Reino Unido, Estados Unidos y ahora Francia. 'Sólo Dios perdona' era seguramente la película más esperada de la 66ª edición del Festival de Cine de Cannes, y ya es decir en una Competición con nombres del calibre de Asghar Farhadi, François Ozon, Alexander Payne o los hermanos Coen. No era para menos. Hará ya dos años, el discípulo de Lars Von Trier fue la gran sensación con su desembarco oficial en América. 'Drive' fue un estallido de estilo que confirmó a Ryan Gosling como gran héroe fílmico de nuestros tiempos y, claro está, a Refn como uno de los mejores viajeros del séptimo arte.

La película sobre el conductor especialista que por la noche se transformaba y dejaba que saliese a la superficie su parte más oscura (en la por aquel entonces citada fábula del escorpión y la rana estaba seguramente el leitmotiv de la obra del danés), era a la práctica (y quizás ahí estaba la clave del éxito) una trabajadísima reducción de distancias entre el viejo y nuevo continente. El cine de Europa iba a buscar y se empapaba del estadounidense... y viceversa. La mezcla, orgullosísimamente moderna, hizo gala de una estabilidad encomiable y, tal y como estaba escrito en su destino, se hizo con el favor incondicional primero del Jurado de Cannes y después del público. Se confirmó la obra -y el autor- de culto. La lástima es que, como es sabido, todas las recompensas tienen su lado negativo...

En el caso que ahora nos concierne, todo se resume con el concepto hype. Las altas expectativas; la necesidad de seguir manteniéndose ahí arriba sin defraudar a aquellos que te han encumbrado a las alturas; a los mismos que, en lo más hondo de su ser, están esperando, por simple morbo (o directamente por cruel sadismo), a que te des el gran batacazo. Si se analiza 'Sólo Dios perdona' en cuanto a viaje, es obvio que teniendo en cuenta el ''de dónde venimos'', es fácil entender por qué la experiencia se convirtió en uno de los grandes fiascos de este año en la Croisette. Abucheos en el Lumière. Muchos. Y es que la aventura de Refn en Tailandia es un despropósito. Un fracaso sonado en el que se nota que su autor se ha creído demasiado los elogios recientemente recibidos...

... Aunque -no está de más recordarlo- en 'Sólo Dios perdona' no importa de dónde se viene. Para entendernos, y para que quede claro: no es 'Drive 2', porque en la mente del director, es como si no hubiera habido 'Drive'. No es la secuela deseada porque no lo pretende y porque Refn, al ser tan buen viajero, no puede tolerar que lo sea. Porque sería faltarle al respeto al nuevo país de acogida. Si debe entrarse en comparaciones, la propuesta de ahora está mucho más emparentada con la magnífica 'Valhalla Rising', cinta que supuso el verdadero punto de inflexión en la carrera del cineasta de Copenhague y que empezó -por algo sería- a abrirle las puertas en el plano internacional. En aquella ocasión no había por qué darle excesivas vueltas a la historia. Mejor dicho, no había que buscarle la lógica que podría encontrarse en, por ejemplo, un relato clásico criminal. No era prosa. Era poesía.

'Sólo Dios perdona', guste o no, es lo mismo. Poesía del cuerpo humano dedicada a la violencia; a lo animal. Para ello, nada mejor que una venganza (la de un hombre que persigue a los asesinos de su hermano) en plan comiquero. Los versos son los nudillos en tensión de Ryan Gosling, las estrofas son sus puños, a punto de lanzar un ataque mortífero. Las heridas sangrantes, los moratones y los huesos quebrados, junto a las luces led y de neón, ponen la rima. No es que no haya contenido; es que éste hay que encontrarlo en el país de, entre muchos otros, Apichatpong Weerasethakul (véase la lucha entre los dos polos opuestos de la historia, presentada en impresionante anticlímax), o de un muy reconocible cine de serie B que ahora seguramente será reivindicado. A la ecuación añádanle una dedicatoria especial a Alejandro Jodorowsky. Imagínense. Nada viene masticado; todo está por descubrir. En el cine, pocas sensaciones son tan mágicas. Refn, que sigue adaptándose a la perfección allá donde le lleva el viento, demuestra que no ha perdido su toque.

Es más, lo lleva un paso más allá en lo que ya puede considerarse (de modo similar a lo que pasara con Rob Zombie y su 'The Lords of Salem') como una de las más valientes y consistentes (por radical; por coherente con el discurso propio) reivindicaciones de la firma autoral. No es la película que querían sus fans de última hora... es la que le pedía el cuerpo. Una delicia visual que oculta un contundente puñetazo noir de proporciones casi shakespearianas (genial la relación edípica y castradora entre Gosling y una soberbia Kristin Scott Thomas como mère fatale... ¿se acuerdan de Jodorowsky?). Momento para dejar claro que, aparte de los abucheos antes comentados, y que conste en acta, también se registraron aplausos en el Lumière. Muchos. Lo mínimo que merecía la última y brillante travesía protagonizada por el más furioso y clarividente de los viajeros, quien, diez películas después, sigue teniendo en el perturbador e impactantemente puro poder de la imagen, su casi infalible brújula.

Nota: 7 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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