Preguntaba el chiste cruel ''qué era más gracioso que un niño ahorcado''. La respuesta era obviamente ''un niño vestido de payaso y ahorcado''. Uf. Siguiendo la línea trazada por la broma macabra: ¿Qué es más siniestro que una familia colgada de un árbol? La filmación casera de una familia al completo colgándose de uno de los árboles del jardín de su casa, por supuesto. El hecho ya de por sí da repelús como para que alguien se tomara la molestia de gravar la escena para la posteridad. ¿Quién es el depravado que, lejos de horrorizarse, tiene la cabeza fría -o enferma- como para decidir coger su cámara y ponerla en marcha? La pregunta queda al aire, pero esta secuencia que abre 'Sinister', se instala, sin pedir permiso, en lo más hondo del sistema nervioso... y de allí no sale ni a patadas.Lo mínimo que cabía esperar de uno de los títulos a los que más bombo se dio este año en Sitges por parte de la organización. Poco antes de su presentación a altas horas de la noche y en un Auditori lleno hasta los topes (éxito de convocatoria repetido en la práctica totalidad de todas las demás sesiones), el deputy del certamen, Mike Hostench, subió al escenario para hacer los honores. Su cara mostraba una sonrisa que en ningún momento pretendió ocultar. Se entiende, el momento exigía ser saboreado. Y es que como él mismo dijo, en el Festival de Cine Fantástico por excelencia se va a ver absolutamente todo lo que tiene que ofrecernos la cosecha del fantastique. Propuestas originales que, a través de la risa, lo irreverente y/o mucha caña mental ahondan en la delimitación de las fronteras de uno de nuestros géneros favoritos.
... todo esto está muy bien, pero a lo que va ahí mucha gente desde hará ya cuarenticinco años es a pasar miedo. A saltar de la butaca, a taparse los ojos en el momento clave mientras nuestro cuerpo se va contorsionando de la manera más inverosímil, a contemplar boquiabiertos el espectáculo, solo para que, poco después, en la soledad de nuestro hogar, agudicemos a más no poder nuestros sentidos, para así estar listos ante cualquier peligro. Una amenaza que, por supuesto, jamás llega a materializarse, pero sí hace infinitos amagos de manifestarse a través de las sucesivas dilataciones y contracciones de las tuberías, del crujir de la madera al ser pisada y de inoportunas llamadas telefónicas.
A la que se ha alcanzado este nivel de paranoia después de ver una película de terror, es que ésta ha cumplido muy bien su función. En este sentido, y volviendo al Sr. Hostench, 'Sinister' llegó como la película de la Sección Oficial a Competición que más pánico infundiría al respetable. Aquella después de la cual, si todo salía bien, abandonaríamos la sala de proyección con un miedo insufrible a quedarnos solos. Saltándonos unos cuantos pasos en la cronología de los estados de ánimo, así fue. El filme había dado lo que había prometido. Si el éxito de una comedia debe medirse, sin entrar en complicaciones, por los decibelios de las carcajadas emitidas desde el patio de butacas, con los títulos como el que ahora nos ocupa debería verse cuántas veces sucumbe el público a sus sobresaltos... o en el mejor de los casos, en cuántas ocasiones se palpa en el ambiente ese mágico silencio cargado de tensión, que solamente puede asociarse a algo que va más allá de lo sinistro: al más puro de los terrores.
Si nos basamos en este criterio de evaluación y en el empirismo más puro, después de aquella sesión semi-golfa en Sitges, 'Sinister', que trata sobre un escritor de novelas negras en horas bajas (encarnado por un muy convincente Ethan Hawke) que se muda junto a su familia a una casa en la que se cometieron unos terribles crímenes, se descubre sin duda como un éxito arrollador dentro del género, y en parte así es, pero como casi siempre a la hora de abrir el boletín de notas, hay que entrar en los matices. El director Scott Derrickson consigue diluir el insufrible mal sabor de boca que nos dejó su reinterpretación, en el año 2008, de la maravillosa 'Ultimátum a la Tierra' (que se convirtió con muy justamente en uno de los remakes más infames de la era moderna) y nos recuerda que en su día firmó uno de los títulos terroríficos más sólidos de nuestros tiempos, la inquietante, elegante y escalofriante 'El exorcismo de Emily Rose'.
En el apartado de virtudes de dicha cinta, que no era precisamente corto, destacaba por encima de las demás la capacidad innata del realizador a la hora de crear, echando mano de recursos intangibles -ése era el auténtico reto-, atmósferas donde la sensación de amenaza surgiera de forma espontánea y natural. Siete años después de aquel triunfo, Derrickson vuelve a casa y demuestra que en su hábitat natural, sigue en buena forma. La espeluznante escena de apertura, más que ser una declaración de intenciones, es la hoja de ruta a seguir; el camino hacia el éxito, señalizado por unas grabaciones caseras en súper 8 y de carácter snuff, usadas como motor principal de la narración... y que ponen todas ellas los pelos de punta.
El magistral acople del ''found footage'' a la ficción cinematográfica es ya de por sí una lección de buen -excelente- savoir faire fílmico. Si éste además se usa a favor de un terror tan sincero como esencialmente puro, no queda otra que quitarse el sombrero. En este aspecto, no hay atajos ni tramposas vías secundarias, ''simplemente'' se nos convierte en testigos de primer línea del terror en su expresión máxima, a través de una serie de escenas tan moralmente repugnantes (hablamos de nuevo del factor grabación) como magnéticas. La lástima es que, una vez hecho lo más difícil, esto es, allanar correctamente el terreno para que el miedo más primario fluya por doquier, a Derrickson le pueda la presión y se libre a las tentaciones que un principio había hecho el -sano- gesto de evitar. Así, de repente, sin previo aviso y sin venir a cuento, entran en escena los trucos más rastreros.
Subidas abusivas de volumen, movimientos de cámara que muy conscientemente ocultan el cartón-piedra... todo en pos de un susto que efectivamente consigue impactar al espectador, pero más por sistema que no por mérito en su construcción. Se cambia la sutileza y la contención por el efectismo barato, lo cual no hace sino condenar a 'Sinister' a un convencionalismo que para nada hace justicia a su apuesta inicial. El amante del horror más sibarita tendrá serios problemas en pasar por alto estos pecados, pero si es capaz de perdonar, descubrirá en esta película, que evoluciona con agilidad de la sordidez de la american-crime story a lo sobrenatural de la clásica y fantasmagórica historia de casas encantadas, una prueba de que actualmente, el internamente maltratado género de terror, todavía es capaz de inyectarnos, a pesar de todo, una buena ración de miedo, tan honesto como eficiente, tal y como sucedía antes de que éste se confundiera con el mero susto.
Nota:
6,4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas