'Polytechnique', 'Incendies', 'Enemy', 'Prisioneros'.... y ahora 'Sicario'. Empieza a ser una costumbre, una buena costumbre que nos gusten tanto las películas de Denis Villeneuve.

Y esta última ni es la excepción ni es para menos.

'Sicario' pasa por ser un thriller fronterizo con reminiscencias a 'La noche más oscura' que en malas manos podría haber acabado siendo un subproducto digno del Nicolas Cage más macarrónico. En manos poco aconsejables podría haber sido la típica pedrada en dónde lo único importante es que al final el "malo" muera a manos del "bueno". Pero no, gracias tanto a su realizador como a su reparto, y sobre todo al director de fotografía Roger Deakins, consigue sobresalir en un contexto tan explotado como la lucha contra la droga merced a su enorme carácter cinematográfico. Una historia convenientemente contada, una película adecuadamente empaquetada. El arte de narrar, de narrar un cuento.

Cocida a fuego lento, con tranquilidad, para que fluyan las situaciones y los personajes puedan inhalar el aire que respiran y degustar cada palabra que pronuncian -cosa que sobretodo aprovecha Benicio del Toro-, la cinta confirma a Villeneuve como un solventísimo cineasta con un excelente dominio del tempo narrativo. Más allá de su argumento, sencillo como el de un (buen) western, el cineasta viste con una perpetua sensación de tensión, de incertidumbre, de inquietud, de violencia a cada uno de los minutos de un filme cuyas revelaciones, en realidad, no supondrán un gran cisma para un espectador más o menos habituado a esa línea siempre tan fina que hay entre el bien y el mal, la ley y la justicia... los Estados Unidos y México.

Ahora bien, su estupenda apuesta visual encumbra a 'Sicario' por encima de la siempre posible sensación a deja vu que atenaza, así, a ojo, el visionado del 75% de las películas. Villeneuve tiene claro qué hacer con el guión de Taylor Sheridan, dotar de fundamento a cada bala, tan solo las justas y necesarias (o tal vez no...), cosa que además hace con las dosis adecuadas de aplomo, concisión y humildad remitiendo a una especie de versión embellecida del espíritu de Walter Hill -con 'Traición sin límites' de reclamo-. Estilizada, seca, contundente, y a la vez convincente, tangible, realista. El propio Villeneuve la definía como un "poema oscuro". Y así es, tanto en lo terrenal como en lo divino, y a ambos lados de "esa maldita línea".

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex