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'Restless': Enoch and Annabel

Vía El Séptimo Arte por 01 de diciembre de 2011

Annabel Cotton es una encantadora chica enferma terminal de cáncer, con una pasión ferviente por la vida y el mundo que la rodea. Enoch Brae es un joven que ha renunciado a vivir, tras un accidente que se cobró la vida de sus padres. Cuando estos dos outsiders se conozcan en un funeral, se sentirán irremediablemente atraídos el uno por el otro, al tener en el fondo tantos puntos en común en su filosofía de vida. Para Enoch este encuentro supondrá además un giro de ciento ochenta grados en la relación que mantiene con su mejor amigo, Hiroshi, que resulta ser el fantasma de un piloto kamikaze que luchó en la Segunda Guerra Mundial.

Una de las mayores sorpresas que nos deparó la 64ª edición del Festival de Cine de Cannes la encontramos antes de que toda la maquinaria se pusiera en funcionamiento. Semanas antes de la inauguración oficial, los que nos decidimos a echarle un vistazo al programa de películas que iban a proyectarse, no pudimos ocultar nuestra sorpresa tras comprobar cuál iba a ser la película elegida para abrir la sección Un Certain Regard (la hermana pequeña de la Oficial a Competición, para entendernos). En efecto, se trataba de 'Restless (Sin descanso)', último trabajo hasta la fecha de Gus Van Sant, un autor que por pedigrí (al parecer, principalísimo requisito para hacerse un hueco en este tipo de citas), tal vez merecía un trato mejor, más allá de inaugurar la ''segunda división'' de la Croisette.

Al fin y al cabo, hablamos del cineasta que hace ocho años se llevó de este mismo escenario la prestigiosa Palma de Oro, máximo galardón otorgado en el Palais des Festivals. Premio que fue a parar a un título marca de la casa, que obviamente hacía del riesgo su principal argumento. Aunque se haya querido vender lo contrario, la controvertida pero interesantísima 'Elephant' para nada marcó un antes y un después en la carrera de Gus Van Sant, que hasta ahora ha seguido coqueteando con el cine experimental y el más convencional, decantándose ligeramente por la segunda vertiente. Nada nuevo bajo el sol de la Louisville que lo vio crecer, sin embargo, sí puede decirse que, desde entonces, puede percibirse cierto descenso en la media de edad de los protagonistas que pueblan sus filmes.

Como siempre, hay excepciones que confirman la regla, pero la tendencia es más que palpable, y 'Restless' no escapa en ella. En esta ocasión el realizador norteamericano se aleja ligeramente de los mocosos, pero se acerca a la adolescencia, la etapa vital convulsa por excelencia que, como se ha dicho, ha monopolizado sus últimas obras. En esta ocasión, el de Kentucky nos presenta a un joven llamado Enoch que, como si se hubiera inspirado en un célebre personaje de Chuck Palahniuk (viene a la cabeza obviamente el insomne protagonista de 'El club de la lucha', que para curar su enfermedad se nutría de la desgracia ajena), ocupa su tiempo asistiendo a funerales de gente a la que no conoció en vida.

¿Lo hace para consolar a los familiares que están de luto? ¿Lo hace para empaparse del ambiente desolado que se respira siempre en este tipo de ocasiones? En un principio no queda demasiado claro... en lo que no hay duda es en la relación que establece con una chica que conoce en uno de los muchos velatorios a los que asiste. A pesar de que al principio no haya más que miradas agresivas, el flechazo no puede ocultarse. Amor a primera vista; química pura. Un idilio que sorprende (teniendo en cuenta el tono al que nos tiene acostumbrado Van Sant) por su acercamiento a la temática de forma desenfadada, optimista e incluso acaramelada (para las mentes más maliciosas y para alimentar sus teorías, ahí quedan los nombres de Ron Howard e hija como productores). Sin embargo, como no podía ser de otra manera, tanta hormona azucarada esconde una amarga sorpresa que no tardará en ser descubierta.

En 'Restless' la muerte se viste de distintas formas (de tumor en el cerebro, de la desaparición de las figuras paternas, incluso se disfraza de piloto kamikaze japonés de la Segunda Guerra Mundial), pone fecha de caducidad al amor, y de paso nos transporta una vez más al universo rebelde y oscuro de este auténtico outsider del cine americano, que lejos ahora del New Queer Cinema, sigue reivindicando su personalidad. Es en definitiva un cuento romántico atípico de balance artístico algo descompensada y demasiado deudor a los dictados del indie americano actual, pero que por su melosidad fúnebre recupera parte del embriagador aroma de aquella joya de la década de los setenta titulada 'Harold and Maude', lo cual ya es motivo suficiente para considerar que, efectivamente, la sección Un Certain Regard se quedó como un aparador demasiado pequeño para dicho filme.

Nota: 6 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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