Joseph, un viudo alcohólico y dominado por la violencia, encuentra la esperanza de la redención en Hannah, una trabajadora de la caridad cristiana. Joseph se burla de la fe de Hannah y de su idílica existencia. Sin embargo, pronto descubre que la vida de Hannah no tiene nada de plácida. A pesar del dolor y el caos que hay en la vida ambos, según avanza su relación, llegarán a darse cuenta de que el amor y la amistad pueden encontrarse incluso en los lugares más oscuros. Con una historia de amor poco convencional, Tiranosaurio da un vigoroso impulso a través de los sombríos pasos de Joseph y Hanna hacia su redención.
Los siempre incomprensibles designios de los estrenos en nuestro país han querido que en una semana compartan cartelera dos cintas que, de fijarse los incautos solamente en su título, seguramente saldrían de la sala con un alto grado de decepción y cabreo. Una de ellas, 'Extraterrestre', del gran Nacho Vigalondo, en la que los marcianos, de manera similar a aquella otra maravillosa engañifa de Gareth Edwards titulada 'Monsters', se limitaban a deleitar al respetable con alguna que otra aparición más bien efímera. La segunda la que ahora nos atañe, se ha visto exenta de este más que posible handicap de cara ala valoración final por parte del espectador, merced a una traducción que juega el efecto contrario al original.
En nuestro país, con 'Redención', a pesar de que no tengamos demasiadas pistas respecto a la sinopsis, sí podemos hacernos a la idea de por dónde irán los tiros. En el resto del mundo se lee 'Tyrannosaur' en el cartel... y los pobres desprevenidos que vayan con la intención de ver una de dinosaurios, corren el riesgo de salir escaldados de la experiencia. ¿Estamos ante el enésimo caso de publicidad engañosa? ¿O tal vez se trata de otra licencia artística incomprensible? La segunda opción es la más plausible, pero en realidad, ni una ni otra. En este sentido, mira uno el debut como director (y como guionista en solitario) de Paddy Considine y efectivamente se da cuenta de que no hay ni rastro de ninguna criatura prehistórica... al menos no lo hay en el sentido literal.
Sí hay sin embargo un pobre diablo que en estado de semi-embriaguez (tirando de eufemismos) hace rondas nocturnas por unas calles que parecen aterrorizadas ante su presencia. Sus terribles andaduras son el claro reflejo de esa idea que tantos cineastas han tratado plasmar en sus filmes (y que otros tantos van a hacer en el futuro), pero que tan bien condensó el inmenso Paul Thomas Anderson en una sola frase: ''Puede acabáramos con el pasado... pero el pasado no había acabado con nosotros''. Así, poco a poco, al igual que el paso errático de los borrachos, el filme va hilvanando un hiriente discurso sobre el peso de ciertos sucesos, que independientemente de que en su momento tuvieran o no su correspondiente castigo, pueden tornarse más adelante en la peor de las condenas.
Porque hay actos tan terribles; tan repugnantes, que no podrían enterrarse ni con toda la tierra del mundo. Casi lo mismo que si alguien intentara esconder los restos fosilizados de un tiranosaurio en el patio trasero de su casa. Porque hay actos tan escalofriantes; tan condenables, que convierten a sus ejecutores en auténticos monstruos. Casi lo mismo que mutar en un tiranosaurio, y destruirlo todo... y a todo el mundo. Sin darnos cuenta, Paddy Considine ha desvelado el significado de su a priori indescifrable título. El cripticismo ha dado paso a la clarividencia, y lo ha hecho de la forma más dolorosa. Eso sí, un dolor que llega a lo más hondo, porque no es gratuito, y más importante aún, porque se antoja verdadero.
Y es que 'Redención' va más allá de un duelo interpretativo de altura (excelente Peter Mullan; colosal la semi-desconocida Olivia Colman). Va también más allá de la constatación del poderío de la maquinaria indie británica. Se trata de un testigo escalofriante de una realidad que tanto verdugo como víctima intentan maquillar por todos los medios, y que por ello, en demasiadas ocasiones pasa tristemente desapercibida a los ojos de aquellos que, por su parte, no tienen ningún reparo en no ver. ¿Una de las mejores películas sobre la vomitiva violencia de género? Sin duda. Porque rehúye del siempre tentador -pero execrable- sensacionalismo, pero sobre todo porque retrata con veracidad y contundencia la relación enfermiza; monstruosa -tiranosáurica- entre los que inflingen y los que reciben unas heridas que para su cicatrización exigen la más sincera de las redenciones.
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas