Ser fan de Kevin Smith (vaya por delante que servidor se incluye en dicho grupo) se ha convertido en los últimos tiempos en algo similar a ser un fanático religioso. Es un acto que exige fe. Toneladas de fe. Por si no fueran suficientes una serie de productos suyos de pésima calidad -a todos los niveles- que no han hecho más que borrar el ahora poco más que recuerdo (dulce, pero recuerdo a fin de cuentas) de lo que en su día fuera uno de los creadores más atractivos del panorama indie norteamericano, el bueno de Kevin ha decidido hacer un ''Luc Besson''. En otras palabras, ha entonado aquel odioso ''me retiro, pero...'' Y así es, el cineasta de Nueva Jersey está decidido a dejar de lado su trabajo como director... no sin antes haber filmado algún que otro proyecto.
¿Y cuando haya terminado con 'Hit Somebody' (su supuesta estación de fin de trayecto)? Se dedicará exclusivamente a la producción y distribución cinematográfica. El que antaño fuera uno de los hijos predilectos de la volátil familia Miramax ha decidido probar suerte en los dominios de sus queridos (¿?) papis Harvey y Bob Weinstein, y quizás para coger práctica en este sin duda lucrativo pero también estresante negocio, ha optado por jugar a los experimentos con su último ''hijo'', que lleva por título 'Red State', y de cuya distribución en Estados Unidos se encargó él mismo (después de una delirante subasta en la que pujó contra su propio productor). La que fuera una de las cintas más esperadas de la edición del 2011 del Festival de Sundance (básicamente por tratarse de la primera incursión en el terror por parte de Smith, un territorio completamente virgen para él) se enfrió en un mar de tibias reacciones en aquella cita... y se ahogó definitivamente entre los abucheos oídos pocas semanas más adelante en la Berlinale.
Medio año después, la 44ª edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges culminaba con el anuncio por lo menos sorprendente (un clásico de este certamen) de que el Premio a la Mejor Película se otorgaba a 'Red State'. El mourinhiano ''¿Por qué?'' era inevitable. La razón oficial fue que los miembros del Jurado eran conscientes de los palos que dicho filme venía llevándose desde su presentación en sociedad, y estaban convencidos de que su reconocimiento sin duda ayudaría a dar un empujón significativo a su distribución. La siguiente pregunta obligatoria (''¿Pero la película ha gustado o no?'') quedó encerrada en las mentes de muchos de los asistentes a aquella rueda de prensa. Ya no hubo marcha atrás, y por lo menos el exultante director deleitó al personal con un video de agradecimiento marca de la casa, en el que loaba al certamen del Garraf por haber revitalizado su vida sexual.
A parte de la coña marinera concerniendo al aumento del consumo de profilácticos en casa de los Smith, quedó la duda puñetera con respecto al carácter del palmarés de este tipo de citas cinéfilas. Es decir, ¿debe premiarse la excelencia (tampoco está excesivamente alejado en el tiempo el caso de 'Moon') o por el contrario debe abogarse por dar caridad a aquellos que más la necesitan? La pregunta todavía no tiene respuesta... la que sí que la ha encontrado es la distribución de marras, es decir, 'Red State' podrá verse por fin en nuestras salas, lo cual es siempre una noticia a celebrar. Lo es a pesar de que este trabajo venga firmado por un autor inmerso desde hace demasiado tiempo en un proceso de comprobación de hasta dónde puede alcanzarle un crédito que incomprensiblemente nunca se agota del todo (por lo visto, todavía siguen pesando sus excelentes primeras obras).
Guionista de innegable y sobresaliente talento en sus momentos de máxima inspiración, Kevin Smith, desde 'Clerks', su memorable ópera prima, siempre ha vivido acomplejado en lo referente a la dirección, así lo ha admitido él mismo en varias ocasiones. De hecho, en una de las muchas charlas que dio en diversas universidades (quizás su más estimable aportación a lo largo de los últimos años), se le preguntó cuál era su estilo a la hora de dirigir, a lo que contestó que no tenía ninguno, al ser esta labor algo que nunca le ha preocupado en exceso. Ni el mejor crítico de cine hubiera detectado el problema de 'Red State' con tanta precisión. Tras el imperdonable batacazo de 'Vaya par de polis', en el que Smith fue en contra de su propio dogma dirigiendo una película cuyo guión no había escrito él, vuelve a lo que supuestamente mejor sabe hacer: filmar una idea totalmente concebida por él.
Esto último convierte a 'Red State' en una cinta sensiblemente mejor a aquella insufrible buddy movie policíaca protagonizada por Bruce Willis y Tracy Morgan. En el caso que ahora nos concierne, se perciben destellos del genio creativo de Smith... pero también sus defectos más desesperantes. Solo empezar, el filme nos sitúa en un escenario más que conocido: un instituto poblado obviamente por adolescentes, que ahora, en vez compartir su cultura nerd, hacen algo mucho más típico en su edad, que es tratar el cómo y cuándo van a mojar por primera vez. Uno de los tres protagonistas ha arreglado una cita calenturienta con un ama de casa que presuntamente va abrirles las puertas del cielo -entre otras cosas- a él y a sus amigos, pero resulta que todo es una farsa montada por una secta religiosa que tiene especial devoción por purgar las almas de los más pecadores, especialmente las de los que tienen la desgracia de sentirse atraídos por los de su mismo sexo.
No ha habido ningún spoiler. Todo esto sucede en los a penas quince primeros minutos de metraje. Si bien es de agradecer que Smith vaya al grano y que proponga un ejercicio tan radical de mezcla de géneros (¿es una película de teenagers? ¿Es una de terror? ¿Es una de policías y criminales? ¿Es quizás un documento sobre una espantosa realidad? Un poco de todo), no lo es tanto el que el salto entre territorio y territorio se haga de manera tan poco elegante. Y no es una cuestión de estilo, es más bien una cuestión de buen saber hacer, factor del cual Smith carece a la hora de ejecutar sus ideas. Como muestra, la pésima planificación de la narración, que hace de 'Red State' una película que a veces apunta muy alto, pero que en la mayoría se descubre como una propuesta más bien irritante, como bien ilustra el agotador e interminable tiroteo entre los malos de la función y los federales.
Con todo, el show siempre se las ingenia para salir a flote (sin olvidar que gran parte del cuerpo está debajo del agua), ya sea a través del escalofriante carisma Michael Parks (genial en esta recreación sui generis del no menos escalofriante Fred Phelps), ya sea a través de algunos apuntes que dejan vislumbrar al buen Smith (el guionista, no el director). Aunque para virtudes, el final de esta trepidante e irregular montaña rusa sobre el fanatismo religioso: un chiste magistral. Uno de los mejores gags de los últimos años produce una sonrisa inevitable, que no obstante, no borra reflexiones tan amargas como la de que esta negrísima crónica americana, a caballo entre el horror y el cachondeo, no tiene ni la mitad de mordiente que, por ejemplo, y sin salirnos del tema, la alocadamente blasfema 'Dogma'. Aunque quizás la más amarga de todas sea que, visto lo visto, ha llegado un punto en que al amigo Kevin, quizás le vaya mucho mejor como productor/distribuidor.
Nota:
4,5 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas