Hubo un tiempo, cuando no le conocía su madre, en el que un tal Seth Gordon se ganó, y con razón, el respeto de la irrespetuosa -tiene mérito el asunto- comunidad freak. Cuando parecía que el videojuego y el cine (las dos industrias más potentes del entretenimiento) se verían avocados a un divorcio eterno, aparecieron unos outsiders que demostraron justo lo contrario, es decir, que sí podía haber entendimiento entre el celuloide y la videoconsola. Uno de esos valientes firmó una pequeña joya freak en forma de documental (y cuya traslación dramatizada todavía aguarda la luz verde definitiva) titulada 'The King of Kong: A Fistful of Quarters', en la que las monedas de veinticinco centavos corrían como locas con tal de determinar quién sería el campeón mundial del legendario arcade de Donkey Kong.
Después del visionado de esta delicatessen, dicho sea de paso, de imprescindible degustación para los paladares más selectos, nos quedamos con la firme convicción de que de las recreativas podían surgir grandes historias que más tarde podían ser captadas de forma más que satisfactoria por el séptimo arte... y así ha sido. Poquito a poco, pero dicho fenómeno, por fin, se va confirmando. Ya era hora. Por otra parte, nos quedamos también con la esperanza de que en Seth Gordon habríamos encontrado a un autor dotado de la frescura y el sentido del riesgo suficientes como para que el poner nuestros radares apuntando directamente hacia él no fuera una pérdida de tiempo, sino todo lo contrario, una excusa ideal para tener línea directa con una de las voces más atractivas del panorama internacional.
Seis años después de aquel hallazgo, la primera de sus promesas, como se ha dicho, se concretado en lo que es un discreto boom gamer que, esperemos, estalle con más contundencia en los próximos años... la segunda, ya puede decirse, ha sido una soberana decepción. Lejos de consolidarse como un cineasta a seguir muy de cerca, en sus posteriores trabajos, Seth Gordon se ha asentado en la más preocupante mediocridad, tanto en el documental (donde figura como co-director del peligrosamente adoctrinador 'Freakonomics') como en la ficción, terreno en el que la industria nos ha querido vender a uno de los muchos renovadores de la comedia americana... terreno en el que en realidad no pasa de simpático bufón, vasallo de un mainstream que sí, parece que últimamente está cambiando ligeramente de tendencias. Muy ligeramente...
Porqué no hay que engañarse, todo se corresponde a la mera sucesión de modas e irrelevantes cambios en los gustos epidérmicos del consumidor medio. ''Cambiar para que todo siga igual.'' 'Por la cara' es un muy ilustrativo e insoportable ejemplo de esto. Un padre de familia, héroe anónimo que encaja con el ahora muy extendido perfil de la angustiosamente ahogada clase media-alta, y que por la ineficacia de las fuerzas de la ley, se ve obligado a salir, valiéndose únicamente de sí mismo, del lío en el que se ha metido -también hay que decirlo- él solito. Ya se sabe, nunca debemos facilitar nuestros datos personales a un desconocido... mucho menos si éste se halla en la otra punta de una línea telefónica cuyo fin es tan impredecible como sus intenciones. Para más inri, el susodicho ''desconocido'' es en realidad una ''desconocida'', reina de las caraduras, que ha hecho del robo de identidad su sustento para mantener un atiborrado tren de vida, grotesca imagen del híper-consumismo responsable de muchos de los males que ahora mismo nos están hundiendo irónicamente en la miseria.
Así pues, el cazarrecompensas aficionado persigue desesperadamente a una presa a la que tendrá que arrastrar de una punta a la otra del país... antes de que su jefe lo despida por aquello de andar merodeando por ahí sin dar palo al agua. ¡Menudo estrés! Y menudo aburrimiento se cierne sobre el espectador que todavía cree que la etiqueta ''Nº 1 en USA'' es garantía suficiente de calidad. Al fin y al cabo, no es la primera, ni tampoco será la última vez que el gran público pica el anzuelo... el mismo que en este caso está encarnado por el casi siempre correcto Jason Bateman y sobre todo por la ahora muy solicitada Melissa McCarthy. En ellos dos, y en algún que otro secundario de lujo -un clásico-, recae toda la responsabilidad de que el barco no se vaya a pique a las primeras de cambio, y la verdad es que es de agradecer el buen saber hacer de ambos (por muy irritantes que a veces puedan parecer sus métodos), reflejado en un compromiso que demasiado a menudo les lleva a perder una dignidad que hoy en día pasa por ser uno de los activos más infravalorados.
Humor soez, pedorro; humor gordo para una cinta que, ciertamente, cae gorda. Porqué confunde casi siempre el gag con la tortura, porqué se empeña en despilfarrar los recursos de los que dispone (¿quién diablos contrata a John ''MILF'' Cho para un papel con nula repercusión cómica?), porqué en dos horas de metraje jamás el conjunto llega a despegar (será por el innecesario sobrepeso al que se le ha sometido), lo cual no hace más que recordarle a la audiencia que no está haciendo nada más allá de perder el tiempo de la forma más miserable... y porqué -y esto se limita al territorio nacional- le da a uno la sensación de que el horrible título que nos caído en gracia es porqué al lumbreras que se le ocurrió 'Se armó la gorda' se dio cuenta a última hora de que éste ya estaba cogido.
El agravante lo pone, una vez más, la sombra de aquella cumbre todavía imbatible de las road/buddy movies, 'Huída a medianoche', cuyos puntos de conexión con 'Por la cara' no hacen más que resaltar lo obvio... y que aumente el cabreo. Por cierto, y ya que hemos empezado hablando de esperanzas, la curiosidad histórica del filme de Martin Brest está en que un desconocido llamado Paul Thomas Anderson en su día se enamoró platónicamente de Sidney, uno de los personajes que simplemente pasaba por ahí... lo cual dio inicio a una de las carreras cinematográficas más impresionantes de los últimos tiempos. Con Seth Gordon casi fuera de combate, está por ver si su último trabajo hasta la fecha va a alimentar los sueños de algún joven maestro en potencia. Si es así, lo tiene crudo... pero milagros más increíbles se han visto en esta loca industria.
Nota:
3,5 / 10
por Víctor Esquirol Molinas