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'Paraíso: Esperanza': Y tres. Fin.

Vía El Séptimo Arte por 29 de agosto de 2013

Ulrich Seidl pone punto final a su particular y agridulce visión del 'Paraíso' con esta 'Esperanza', un capítulo final en el que como no podía ser de otra manera reincide en las mismas claves y maneras de los dos títulos que la preceden. Con su intención provocadora y su actitud voyeurística. Con su moral ambigua y su despiadado humor negro. Con su puesta en escena sencilla y directa, pragmática. Y esta tercera entrega es, precisamente, la más sencilla, directa y pragmática de este tríptico temático. Y con ello también la más accesible, incluso apta para un tipo de público a priori poco afín. Por contra es, a su vez, la más superficial y obtusa de este tríptico temático, y con ello también la más irrelevante, incluso apta para un tipo de público a priori poco afín. Mientras Teresa, su madre, está de vacaciones en Kenia ('Paraíso: Amor') y su tía dedica el tiempo libre a evangelizar ('Paraíso: Fe'), Melanie, de 13 años, asiste a un campamento estrictamente regimentado para jóvenes con problemas de sobrepeso. Entre las clases de gimnasia y los consejos dietéticos, las peleas de almohadas y su primer cigarrillo, Melanie se enamora del médico, un hombre 40 años mayor que ella. Le ama con la entrega del primer amor e intenta seducirle con absoluta ingenuidad. El médico lucha contra la culpabilidad de ese amor, consciente de su imposibilidad. Pero Melanie había imaginado un paraíso muy diferente... todo ello contextualizado a través del en esta ocasión timorato objetivo de Seidl, quien una vez más no pretende sorprender con un argumento tan previsible como muestra su sinopsis oficial. No es el qué, es el cómo. Y a Seidl (y a su sombra) ya se le conoce.

Las comparaciones son odiosas. Pero es inevitable caer en ellas en este caso, pues en verdad las tres entregas de este 'Paraíso' son tres diferentes vertientes de un todo que confluyen en un apesadumbrado lugar común. Esto no quiere decir, no tiene por qué, que deban de verse las tres para entender cualquiera de ellas, siquiera que haya que respetar su teórica cronología, si es que visto una se decide apostar por las otras dos... como parece que no ha sucedido en una serie de pases de prensa que han ido perdiendo aforo, de manera palpable, de una sesión a otra. Comentario irrelevante, pero de tanta fuerza alegórica que no he podido resistirme a la tentación de ponerlo. Amor. Fe. Esperanza. Cada una es tan dependiente como independiente de las otras. Amor. Fe. La esperanza es lo último que se pierde, posiblemente también sea una de las emociones más genuinas del ser humano.

El problema es que, si se ha respetado el orden (como es mi caso), posiblemente se tenga poca esperanza en esta 'Esperanza'. Con 'Amor' y 'Fe' Seidl mostraba, con cierta baba sibilina, dos temas más complejos y abiertos a debate, cuestionables. O al menos se presentaban como tal. Más estimulantes, aunque el resultado, apreciable, interesante, no estuviera a la altura de sus ambiciones. Por contra esta tercera entrega resulta incluso superficial, mecánica, artificiosa; menos genuina por más que parta de una base con la que es más fácil sentir algún tipo de simpatía, un primer amor, ingenuo, imposible, durante la adolescencia. Simpatía, puede, pero la castidad e inocencia de su discurso presenta una carga sensiblemente inferior de provocación. De mala baba. O a lo mejor, a la tercera, el factor sorpresa se reduce a la mitad y la falta de un leitmotiv agresivo como en las otras dos reconduce un mismo modelo narrativo hacia un punto algo más muerto.

'Amor' y 'Fe' tenían ingredientes para molestar, para incordiar, para hacer de su evidente provocación un factor a tener en cuenta. Un factor que en 'Esperanza' encontramos diluido en gran medida, tal vez (y he aquí de donde podría surgir el auténtico horror, si lo hubiere), porque nos hemos insensibilizado. O que el mundo ya no es tan inocente y Seidl, en esta ocasión, se contiene a la hora de propinar algún derechazo que se echa en falta. De ahí que uno asista a su visionado como si de una especie de comedia intelectualizada a lo 'Porky's' fuera, si acaso formalmente de apariencia más inteligente, seria y elegante. O más sosa, por cuanto tampoco -una vez más- hay música que acompañe nuestras aletargadas emociones. Es Seidl, en parte, o porque en parte ya conocemos a Seidl. 'Esperanza' más que una tercera parte parece un relleno, una rémora, un eco. Como si estuviera de más. Aunque no molesta. O precisamente por esto, porque no molesta, está de más.

Nota: 5.5

por Juan Pairet Iglesias

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