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'¡Menudo fenómeno!': El pajillero duplicado

Vía El Séptimo Arte por 28 de noviembre de 2013

A David Wozniak aquella mañana le costó especialmente levantarse. Tuvo que apagar tres veces el despertador antes de empezar a sopesar los más, pero sobre todo los menos, de salir del microclima que su cuerpo, con la inestimable ayuda de las mantas, había creado a lo largo de la última noche. Cuando llegó a los cien ''Mississippis'' empezó a desperezarse, y aunque era plenamente consciente de que estaba a punto de marcar su enésima impuntualidad a la hora de fichar en el trabajo, no tuvo ningún inconveniente en dedicarse unos momentos a él mismo. A él y a su hobby matutino favorito: el juego de las siete diferencias. Salió a la calle en albornoz, le birló al vecino un ejemplar de su periódico favorito, se sacó del bolsillo un bolígrafo roído y se dispuso a detectar las pequeñas singularidades que distinguirían a dos imágenes supuestamente idénticas. Pero algo fallaba. Sería porque aquella mañana todavía se notaban demasiado los efectos de la farra de la noche anterior, sería porque los problemas financieros se estaban cebando excesivamente en su adormilada mente, pero aquel día no había manera de encontrar una.

Sobre remakes (así como sobre todo lo que gira en torno a ellos, que no es precisamente poco) se ha escrito, y presumiblemente se escribirá tanto, que a priori sería hasta ofensivo reactivar el tema dejándonos llevar por una película tan insignificante como '¡Menudo fenómeno!'. El caso es que, a veces (''demasiadas'', podría decirse), la oferta que presenta la cartelera es igualmente tan ofensiva que a uno no le queda otra que contagiarse de la estupidez general. Y hablando de sandeces, ¿qué tal si, para hablar de lo nuevo de Vince Vaughn, sacamos, como quien no quiere la cosa, el nombre de Michael Haneke? Llegado el punto, los más impacientes, por mucho que, efectivamente, sean víctimas de su propia impaciencia, deberían poder reclamar su sagrado derecho a empezar a arrojar piedras al cretino capaz de poner esos dos nombres en una misma frase. Pero, recordemos, es ésta una de esas ocasiones en las que parecen mandar los cretinos.

Al grano. En 1997 a un director alemán le dio por estrenar la que con toda seguridad sea una de las películas más perversas de la historia del cine. Tal era el valor de 'Funny Games' que tan solo era cuestión de tiempo el que a alguien, desde el otro lado del charco, se le ocurriera apostar fuerte por el -cantadísimo- remake. Lo que para nada estaba escrito es que de dicho proyecto se hiciera cargo el autor de aquel prodigioso original. El propio Michael Haneke se fue a los Estados Unidos y, por si el desconcierto no era suficientemente, acabó firmando un calco que acabó de descolocar al personal. Las conclusiones que pueden extraerse de dicho experimento son tantas, y la mayoría de ellas son tan disparatadas, que mejor sería que los que lo seguimos todo de cerca guardáramos silencio. Al fin y al cabo, la voluntad de los grandes maestros debe ser tomada simplemente como lo que es, y todas las vueltas que puedan darse alrededor suyo quedarán igualmente como lo que son: simples e insustanciales vueltas.

Lejos, muy lejos de la órbita de estos grandes genios, encontramos, por ejemplo, a Ken Scott, quien hará dos años se diera definitivamente a conocer con la simpática 'Starbuck'. ¿Su siguiente paso? Irse a los Estados Unidos y repetir exactamente la misma jugada con '¡Menudo fenómeno!'. Juguemos pues a las siete diferencias. Los actores, casi todos (y nótese el ''casi todos'') nuevos. La cancha donde se disputa el partido: ya no estamos en Canadá, sino un pelín más abajo. El deporte practicado por el protagonista: ¿quién dijo fútbol / soccer cuando lo que se estila en estas latitudes es el baloncesto? Alguna escena picantona desaparece aquí en casto fuera de campo. Y ya. Las cuatro anomalías que nos faltan para completar el juego o no existen o son tan pequeñas que cabría adjudicarlas más a un -microscópico- error de imprenta, antes que a la voluntad del autor. Ahora la pregunta del millón: ¿se trata de querer asegurarse de que el remake no va a matar el alma de la materia primera... o de pura vagancia? A juzgar por los resultados, las probabilidades juegan a favor de la segunda opción.

'¡Menudo fenómeno!', traducción desesperantemente ''nuestra'' de 'Delivery Man' (en cristiano, ''El repartidor'') es, para bien y para mala, el vivo reflejo del encanto perezoso de su principal estrella: Vince Vaughn. En efecto, la gracia golfera de la pereza se impone en un proyecto cuya mejor virtud parece pasar por saber imitar, como si de un espejo se tratara, todos los gestos y rasgos físicos del sujeto puesto delante de su marco. Se destapó el enigma. Aquel día David Wozniak volvió a llegar tarde a la carnicería regentada por su familia. ¿Por qué demonios se demoró más que nunca? porque perdió el tiempo jugando a un juego que no podía ganar... porque no había juego al que jugar. Del mismo modo, no hay que romperse el coco, pues no hay en esta sesión nada que no hayamos visto antes. Literalmente. Plano a plano; frase a frase, Scott se limita a seguir su propio manual. Los gags y los golpes de efecto se disponen y se disparan desde el mismo ángulo, en el mismo momento y con la misma intención.

A prueba de los instrumentos de medición más precisos. A pesar de esta simetría (o quizás, precisamente, debido a esta simetría), el efecto poco o nada tiene que ver con el de la primera vez, y se desvanece por completo el poder de atracción de aquella especie de Judd Apatow canadiense, no porque se haya renunciado, con alevosía y nocturnidad, al factor sorpresa, sino porque de la expedición en territorio yankee parecen haberse adquirido sólo los vicios tan característicos de su indie más pervertido. La ranciedad en las risas (y suerte de la inesperada intervención salvadora de Chris Pratt) se ve agravada por una irritantemente tramposa tendencia hacia los ataques sentimentaloides. Por si fuera poco, cualquier comparación con la ahora añorada 'Starbuck', por muy benévola que ésta pretenda ser, no hace más que acabar de confirmar el desaguisado. A los que se estrenen con '¡Menudo fenómeno!' se les quitarán las ganas de indagar más en las aventuras de este torpón -y pajillero- ángel de la guarda con terror a todo lo que huela mínimamente a responsabilidad. Los que empezaron con la anterior película de Ken Scott, sabrán que han estado perdiendo el tiempo. Dos imágenes aparentemente distintas; idéntica frustración. No es un remake, es una mal auto-plagio.

Nota: 3,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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