Narra la cada vez más desquiciada historia del itinerante periodista Paul Kemp. Cansado del ruido y la locura de Nueva York, así como de los opresivos convencionalismos de unos Estados Unidos en las postrimerías de la era Eisenhower, Kemp viaja a la prístina isla de Puerto Rico para trabajar en un periódico local, The San Juan Star, dirigido por el apesadumbrado editor Lotterman. Perfectamente adaptado a la rutina de la isla, que básicamente consiste en sumergirse en ron, Paul se siente inmediatamente fascinado por Chenault, una mujer de Connecticut, de salvaje belleza, y novia de Sanderson.
De gran notoriedad en su país natal (desgraciadamente debido sobre todo al factor extravagante elevado a la enésima potencia que siempre envolvió cada aspecto de su vida), la vida y obra de Hunter Stockton Thompson (añádase el título de Doctor a voluntad del consumidor) sigue siendo no obstante un completo enigma para la amplia mayoría del resto del mundo. Sin embargo, hablamos de un articulista / novelista / personaje con el que de buen seguro nos habremos cruzado en más de una ocasión, precisamente porque, aunque no lo parezca, su legado está mucho más extendido de lo que podría parecer a simple vista. Véase por ejemplo el idilio fílmico (primero inter vivos y después post mortem) que desde hace tiempo mantiene con una de las estrellas más brillantes del cielo hollywoodiense: Johnny Depp.
El estreno de 'Miedo y asco en Las Vegas', que ahora se recuerda eclipsado por la figura de Terry Gilliam (director que, también hay que decirlo, era ideal para trabajar con aquella materia prima) no supuso la primera adaptación a la gran pantalla del mundo literario del Dr. Thompson, pero sí marcó el pistoletazo de salida oficial de una relación amorosa (por no decir fijación casi obsesiva) que el intérprete dedicaría a tan controvertido personaje. En el filme del ex Monthy Python se puso por primera vez en la piel del periodista en cuestión; en el documental del gran Alex Gibney titulado 'Gonzo: Vida y hazañas del Dr. Hunter S. Thompson', jugó un papel fundamental en la producción y ejecución de dicho proyecto.
Tres años después llega el tercer capítulo de este atípico romance con el filme de Bruce Robinson, 'Los diarios del ron', en el que, cómo no, Johnny Depp vuelve a dar vida a la versión cinematográfica de Thompson (complementada ésta por un divertido Giovanni Ribisi que se encarga de hacer lo propio con la faceta más desmadrada, que no es poco, de aquel irrepetible escritor). La acción se ubica en 1960, año en el que un joven, ambicioso y vicioso (todos los pecados de esta índole entran en este grupo) periodista pone los pies en el peor sitio del mundo para desintoxicarse: Puerto Rico. Una isla sometida al control de unos Estados Unidos estigmatizados por la Guerra Fría y la segregación racial.
Una isla en la que parecía que el rico y dulce ron brotara de cada grifo. Una isla que prometía que habría como mínimo una bacanal montada en cada esquina. Una isla alimentada y esclavizada por el impertérrito sueño americano. Una isla vista por una minoría como un océano de dinero, y por todos los demás como un desolador campo de batalla en el que luchar por unos derechos pisoteados. El terreno ideal para que un periodista con la pluma mínimamente afilada escribiera artículos de altísima calidad para hacer subir los colores a una clase gobernante que había demostrado que tenía serias dificultades para que se le cayera de vergüenza. ¿A qué reportero no se le iluminaría la cara ante tal panorama?
Paul Kemp (álter ego de Thompson) obviamente está pensando que esta es la ocasión que estaba esperando para hacer despegar su carrera. El problema es que dicho personaje llega a Puerto Rico intentando evitar el alcohol... cuando puede... y cuando quiere. Dicho de otra manera, ¿qué es un insignificante premio Pullitzer al lado de una farra colosal que le deje a uno una resaca que dure varios días? Nada, claro está. Ésta era parte de la polémica y difícilmente comprensible filosofía de vida de alguien al que, por ejemplo, cuando se le preguntó sobre los -falsos- rumores sobre los que escribió, concerniendo a la drogadicción de un político estadounidense, contestó sin inmutarse que él, como buen periodista que era, se limitó a plasmar en su máquina de escribir lo que se estaba comentando entre el electorado. A Dios puso por testigo de que dicho rumor existía... ya que al fin y al cabo, fue él quien lo inició.
Esto es Gonzo y lo demás son tonterías. Un estilo periodístico en el que una crónica sobre el mítico Derby de Kentucky desembocaba en un delirio en el que subjetividad y objetividad; realidad y ficción se violaban mutuamente en una orgía lisérgica tan desquiciante como divertida. Puede que a 'Los diarios del ron' quepa reprochársele esa siempre desagradable sensación fruto de cualquier gatillazo (debido en esta ocasión a una dirección correctísima pero poco ambiciosa por parte de Bruce Robinson). Pero por el contrario, al propio Robinson (que también firma el guión adaptado) hay que reconocerle el haber confeccionado un producto a la medida del Dr. Hunter S. Thompson, tarea para nada sencilla.
En efecto, en 'Los diarios del ron' se pierde fácilmente la pista de la trama central (si es que ésta tuvo importancia en algún momento, o mejor dicho, si es que ésta llegó a existir realmente), pero lo que en cualquier otro caso sería un defecto, es convertido aquí por Johnny Depp -en su salsa- y compañía en un recorrido farrero en el que las borracheras, las drogas duras, el sexo y la muerte están a la orden del día. Esto es, un relato en el que los fogonazos lúdicos chamuscan la piel del sujeto de estudio. Una película que por su gusto por lo caótico y el desmadre por el desmadre, es digna de su inconfundible creador, que vista su obra, bien podría ser un genio en pleno estado de embriaguez. Va por usted, Doctor.
Nota:
6,7 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas