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'Las flores de la guerra': Las 13 mujeres de Nankín

Vía El Séptimo Arte por 08 de marzo de 2013

Sin margen de error ni posibilidad de interpretaciones interesadas podemos afirmar que en un mundo conectado a la manera en que lo hace internet 'Las flores de la guerra' es una película que nos llega "tarde"... si bien al menos nos llega, que ya es algo si gustamos de ver el vaso medio lleno. Y al igual que ocurría con 'Blue Valentine', reciente estreno que también fue dado por desaparecido en combate durante largo tiempo (situación que puede justificar caer en según que tentaciones), es algo que sorprende una vez se han visto los resultados de un filme más que satisfactorio y digno de la oportunidad de poder ser visto en una pantalla más grande que la de cualquier equipo doméstico. El mundo de la distribución y sus misterios que en no pocas ocasiones escapan a la comprensión de quienes no habitamos en él. La guerra por su parte es otra de esas cosas que por lo general también suelen escapar a la compresión de todos los que no están metidos en el ajo, incluso a veces también de los que empuñan la guadaña, como escapan a la razón las atrocidades que dicen se cometieron durante la llamada Masacre de Nankín, un nefasto episodio de la historia previo a la II Guerra Mundial que aún hoy en día y de la misma manera que la Guerra Civil española hace con nuestra sociedad, suma y suma, sigue dividiendo a los chinos y japoneses. Como suele ser costumbre los que lo vivieron en las carnes de sus antepasados han reincidido en numerosas ocasiones en esta herida en la que con tanto respeto se debe de hurgar para evitar susceptibilidades, casi más una cuestión de estado que una cuestión cinematográfica, siendo la última de ellas la sobresaliente 'Ciudad de vida y muerte' estrenada hace unos tres años entre nosotros y contra cuyo recuerdo ha de luchar esta nueva incursión en tan peliagudo campo de batalla.

Cualquier historia ambientada en un marco tan crudo está irremediablemente marcada por el dramatismo, ya lo sea de caracter más o menos sensiblero, ya sea más o menos elegante a la hora de propinar los golpes. En este caso que nos ocupa personificado en dos grupos distintos de mujeres, un grupo de jóvenes alumnas de un convento y otro de curtidas prostitutas de un burdel cercano, que muy a su pesar deben convivir a la vera del "extranjero" al que da vida un correcto Christian Bale, un arribista que disfrazado de cura encontrará el camino hacia su redención toda vez que las vidas de las muchachas terminen en sus manos. Y así es esta cinta de claro trazo argumental y aún más claras intenciones narrativas, un relato de fuerte contenido dramático que durante sus dos horas largas de metraje no deja de golpearnos, regularmente pero con buen gusto, a través de escenas con las que poner a prueba nuestras emociones, un ahínco sobradamente convincente y efectivo aún a pesar de un exceso innecesario de virtuosismo esteticista en algunos instantes (como la omnipresente presencia de esa vidriera de la iglesia) que puede llegar a despistar.

Tras las cámaras Zhang Yimou, reputado realizador de probada solvencia que garantiza un resultado siempre interesante en todo momento, elegante, maduro, y más que capacitado para llevar a buen puerto este "titanic" cinematográfico que pasa por ser una de las producciones más caras de su país. Yimou, atento a la jugada y sin despreciar los momentos más grandilocuentes, encuentra el equilibrio y la contención para que los diferentes registros fluyan para lucir en su sitio y en su momento siendo incluso en los pequeños detalles donde este filme, de clara ascendencia oriental a nivel conceptual, encuentre su verdadero maná. Porque por más que la siempre omnipresente batalla se encuentre a las puertas 'Las flores de la guerra' termina siendo más una película sobre personas que sobre la guerra, un claro matiz que diferencia a lo que podría haber sido un planfeto antibelicista o partidista de lo que es un buen, duro y creíble drama en el que, en última estancia, y más que un eslogan con el que venderse a la sensibleria o al premio de turno, queda el poso de las emociones que dejamos atrás una vez estas.... llegaron, al fin.

Nota: 7.25

por Juan Pairet Iglesias

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