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'La pequeña Venecia (Shun Li y el poeta)': Little China

Vía El Séptimo Arte por 25 de octubre de 2012

Hablar del estado actual de deplorable decadencia en el que se encuentra la cinematografía italiana es casi como hablar, y perdón por la frivolidad, del drama de la inmigración. Parece que a estas alturas ya se haya comentado todo lo que se tiene que analizar, produciéndose en ambos casos el temido efecto del disco rayado. ¿Puede aportarse algo nuevo a la discusión de por qué una de las industrias cinematográficas históricamente más potentes del mundo está, bien entrado el siglo XXI, casi en ruinas? En la misma línea establecida ahora mismo, ¿qué puede añadirse a la paupérrima situación por la que cada año pasan tantos millones de personas, forzadas todas ellas a abandonar sus raíces bajo la -endeble- promesa de asentarse en un lugar mejor tanto para ellas como para sus seres queridos?

La verdad es que poco o nada puede aportarse que no haya sido mencionado en algún otro momento. No es un problema de creatividad; es un asunto de tener claro cuál es el contexto de una(s) temática(s) que tiene(n) sus marcos muy delimitados. No todo cabe en ellos, con lo que llega un punto en que ya no se acepta la entrada a nada o nadie más. Entonces, ¿por qué esforzarse en abordarlos cuando la batalla está perdida incluso antes de empezar a librarse? Mejor probar suerte en otros terrenos menos inexplorados; donde todavía haya recursos para explotar. O ya que estamos, y ya que hablamos más o menos de lo mismo, ¿por qué no traer la imagen virtual de estos nuevos territorios a los que en un principio pretendíamos tratar? En otras palabras, ¿por qué no hablamos sobre lo mismo, pero desde una perspectiva diferente?

O por lo menos desde una que se aleje mínimamente de los códigos aparentemente inamovibles sobre los que se ha asentado un dogma que cansa por pura repetición. Bajo esta coyuntura se nos presenta 'La pequeña Venecia (Shun li y el poeta)', interpretación libre -un clásico en nuestro país- del título original 'Io sono Li' (en cristiano, algo parecido a ''Yo soy Li''), esperado primer largometraje de ficción de Andrea Segre, quien sorprendiera hará ya cuatro años con el aclamado documental 'Come un uomo sulla terra', y que pretende dar esperanzadora respuesta a las dos preguntas planteadas al principio. Resumiendo, ¿puede un producto presentado bajo la desgastada bandera italiana ofrecernos un enfoque interesante (con ''aceptable'' nos conformamos) sobre la inmigración? Puede.

A pesar de que 'La pequeña Venecia (Shun li y el poeta)' no ofrezca nada estrictamente nuevo dentro del (sub)género, no menos cierto es que son muy de agradecer los esfuerzos -recompensados- por parte del director y guionista por desmarcarse de los dictados de ''Cavalierescos'' que parecen regirlo todo en su país, para brindarnos un producto cuyo principal mérito radica en saber esquivar siempre a tiempo los principales lugares que lastran cualquier producto de estas características. De acuerdo, el dibujo de algunos personajes es de brocha tan gorda que su evolución es más predecible que el derrumbe de los socialistas en los próximos comicios, los que sean. Este tropiezo condiciona a la vez el desarrollo de una historia que a veces hace el amago de acomodarse en la cansina seguridad de lo consensuado.

Por suerte, lo importante aquí es que Andrea Segre decide buscar la inspiración en fuentes más ''exóticas'' (teniendo en cuenta lo que en un principio cabía esperar) para tratar temas de los que nos habían hablado ya miles de veces antes. Así, y sin previo aviso, la ciudad de los canales se transforma en un personaje más, adquiriendo un carácter fantasmagórico y trazando un precioso escenario semi-onírico ideal para reflexionar desde una posición diferente a la que estamos acostumbrados a mirar al conferenciante. Más que rudo y duro realismo social -que también- es poesía (sombría pero a través de la cual se filtran tenues rayos de luz) sustentada por un cuidado apartado visual y por unas sólidas interpretaciones (especialmente la de la pareja protagonista compuesta por Tao Zhao y Rade Serbedzija, que dan credibilidad a la historia de amor imposible, motor principal de la historia). Sí, a fin de cuentas, las fichas de siempre (las mafias, los cuchitriles, las tensiones inter-culturales...) se repiten, pero su disposición en el tablero hace que el dolor e incluso la ternura de su mensaje huyan de la digestión molesta con la que a priori amenazaba el producto. Se agradece.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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