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'La fuente de las mujeres': Mihaileanu y las mujeres

Vía El Séptimo Arte por 08 de diciembre de 2011

En un pequeño pueblo, en algún lugar perdido entre el norte de África y Oriente Medio, la tradición exige que las mujeres vayan a buscar agua, bajo un sol ardiente, un camino traicionero y otras inclemencias, a la fuente que nace en lo alto de una montaña. Leila, una joven recientemente casada, propone a las demás mujeres una huelga de sexo. En otras palabras, no mantendrán relaciones con sus respectivas parejas sexuales hasta que los hombres se decidan finalmente a colaborar con ellas en el transporte del agua hasta la aldea.

Hubo una época no demasiado lejana en la que se puso de moda llegar tarde a las fiestas. No solo porque así uno se aseguraba no aportar absolutamente nada a las siempre engorrosas tareas de montaje de la celebración en cuestión, sino además porque se suponía que atrasar la llegada hacía que aumentaran las ganas de ver al invitado de momento ausente. Claro... ¿qué podría estar haciendo a parte de estar en la estupenda celebración? ¿Le había surgido un plan mejor? Sería eso... de modo que cuando apareciera, tocaría un interrogatorio masivo para averiguar en qué había ocupado su tiempo. A más tardanza, más popularidad. Esta regla que parecía cumplirse en toda reunión social, no acostumbra a verse correspondida en los festivales de cine.

Cannes no es la excepción, al menos en su edición del 2011, ya que la película encargada de clausurar la Sección Oficial a Competición recogió el abucheo más sonado registrado a lo largo de todo el certamen, por parte de la crítica especializada. Y eso que el director que la amparaba es un auténtico revienta-festivales, al haber conseguido éste premios gordos tanto en Venecia, como en Berlín, como en Sundance. Su asignatura pendiente está en La Croisette, y de momento, así seguirá siendo. Muchas ganas había de ver lo nuevo del franco-rumano Radu Mihaileanu, autor de la que fuera una de las mayores sorpresas del cine europeo hará ya dos años: 'El concierto', estimable filme en el que un grupo de músicos judíos, antiguas estrellas del Bolchoï buscaban una última oportunidad de alcanzar la gloria... ahora en el Teatro del Châtelet de París.

Tanto ésta, como 'Vete y vive' y 'El tren de la vida', tenían como principal punto en común la elección de personajes judíos para llevar el peso de las historias, todos ellos cargando con dramas humanos de emotividad demostrada. Virtuosos de instrumentos musicales que malvivían en Rusia, emigrantes etíopes que llegaban a Israel, o un pueblo entero que intentaba huir de la amenaza nazi montado en un tren que debía llevarles a la tierra prometida. Un cineasta fiel a sus orígenes... unas raíces que en 'La fuente de las mujeres' son dejadas de lado, al centrarse ahora la acción en un pueblo norteafricano, en el que los credos hebreos quedan muy lejos. Quizás sea por esto (porque el cineasta se encuentre desubicado) que podemos hablar claramente de su primer trabajo decepcionante en la que de momento era una notable carrera cinematográfica.

Uno de los directores europeos que mejor domina la conciliación entre drama y comedia (nunca estando éstos del todo compactados, pero sí coexistiendo con una naturalidad pasmosa) resbala estrepitosamente con esta historia que, aunque desarrolle las diversas problemáticas con relativa solvencia, no puede decirse lo mismo de su planteamiento, que se intuye forzado, buscando descaradamente una tragedia recalcada de forma patosa con todos los medios de los que dispone, en especial una banda sonora cargante, que de alguna manera obliga -que no invita, ahí está el problema- al espectador a sentir pena por lo que está viendo. No hay libertad, al igual que en ese pueblo donde las mujeres se ven obligadas a declararse en huelga de sexo en pos de una paridad inexistente. El argumento no podía pintar mejor; no podía tener ante sí más posibilidades... lástima que Mihaileanu pierda el sentido de la naturalidad y credibilidad en esta sermoneada ilustración sobre el choque entre modernidad y tradición, la guerra de sexos... y las consiguientes soluciones lisitratianas.

Nota: 4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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