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'L'endemà': Què será, serà...

Vía El Séptimo Arte por 05 de septiembre de 2014

Aquella noche parecía ser como cualquier como cualquier otra. Solo que no lo era. Justo antes de ir a dormir, un repaso mental rápido, para organizar una jornada laboral más. ¿Qué marcaba la agenda? Un pase de prensa poco después de la hora de tomarse el café matutino. Excelente, que en el fondo la rutina nos encanta. Pero ante todo, nos encanta hablar de cine. Entonces, ¿por qué demonios estaba el tío aquel tan desanimado? ¿Por qué no había manera de arrancarle una sonrisa? Ah, claro... porque a la mañana siguiente difícilmente se hablaría de cine. Cosas de la política, que casi siempre acapara todo el protagonismo. Y gracias a lo más alto, que lo que necesita este país, ahora más que nunca, es que se hable de política... como nunca se ha hecho hasta ahora. Un poco de seriedad, por favor. Pues si así tiene que ser, que así sea. Hablemos de política; hablemos del futuro, o sin necesidad de ir tan lejos, quedémonos con el día siguiente al de aquella noche (o al del día del pase de prensa, va). Hablemos, ''clar i català'', de 'L’endemà'.

Pero antes, sorpresa. Termina la proyección y en la rueda de prensa posterior, a la directora de la película que acabamos de ver le da por hablar de cine. Dice sentirse como Stanley Kubrick al terminar '2001: Una odiesa del espacio' o, por poner otro ejemplo, 'Barry Lyndon'. ¿Por qué no? En este mundo hay que tener un poco de ambición. Pues adelante. El legendario cineasta, que a esto venía la declaración, decía lo siguiente: ''Todos los que hemos tenido el privilegio de dirigir una película sabemos que puede ser como intentar escribir 'Guerra y paz' subidos a un auto de choque. Sin embargo, cuando sale bien, no hay muchas alegrías en la vida que puedan compararse a esa sensación.'' Sin necesidad de entrar en comparaciones innecesarias (e injustas), es comprensible que a Isona Passola (productora detrás del éxito de 'Pa negre') le entrara la tentación de sentirse así después de haber terminado su último documental.

Y es que más allá de que se simpatice o no con su causa, es de admirar el que con tan poco tiempo (la iniciativa echó a rodar en una famosa plataforma de crowdfunding, hará aproximadamente un año), y en un entorno y tiempos tan convulsos, consiguiera acabar un proyecto tan ambicioso. Para los amantes de los datos: la pasta la ponen 8163 micro-mecenas. Ni uno más, ni uno menos. Para los interesados en la letra pequeña: colaboran también tanto la Generalitat de Catalunya como el Ministerio de Cultura y Deportes del Gobierno Español. Sigamos, y rápido, antes de que alguien empiece con lo del ''Juntos, sumamos''. Venga, pues. Para los despistados: 'L’endemà' es un documental que pretende dibujar el día después en una Catalunya que haya logrado al fin conquistar el sueño de la independencia. Saltan a la palestra materias tan significativas como la sanidad, la economía, la educación... y quizás la más importante de todas: ¿Qué pasará con el Barça y el Espanyol? ¿Le damos rienda suelta a los anhelos más utópicos? En principio, no, puesto que los argumentos corren a cargo de las más ilustres (e ilustradas) personalidades del mundo catalán. Sin intervención de políticos (excepto algún que otro eurodiputado), aquí sólo se da la palabra a gente con los más altos honores académicos.

¿Con qué objetivo? Citando a la propia Passola, de lo que se trata aquí es de intentar convencer a los indecisos de que el doble ''Sí'' (en otras palabras, Sí a que Catalunya sea un Estado; Sí a que sea un estado independiente) es la opción más razonable en una consulta que, por otra parte, todavía nadie ha sido capaz de asegurarnos, con total garantía, que se vaya a producir. Aunque esto es otro asunto... y muy ilustrativo, por cierto. Sigue la rueda de prensa, y respetando (faltaría más) que alguien decida filmar un documental para defender su posición en un debate que exige ser planteado con toda la seriedad del mundo (en serio, lo requiere, y ya... seguimos en espera), surge una duda puñetera. ¿Qué mejor manera para defender una opinión que contrastarla como es debido? Preguntada sobre la ausencia de voces discordantes a la tesis generales aquí defendidas (cosa que no pasaba en la también incompleta pero mucho más completa 'Cataluña Espanya'), Passola se defiende: ''Busqué personas que defendieran racionalmente el ''No'' (es decir, el que Catalunya siga manteniendo su status actual dentro de España), pero no las encontré.'' El problema es que las hay, y no precisamente pocas. Lo cual nos deja con dos opciones: o bien no se supieron encontrar; o bien no se quiso dar con ellas (como cuando Garfield daba por concluida la búsqueda del odioso Nermal después de haber susurrado su nombre en un callejón cualquiera). En ambos casos, las conclusiones son igualmente preocupantes.

Más allá de las mini-clases magistrales ofrecidas por los ponientes invitados (y del silencio a cargo de los no-encontrados), 'L’endemà' se apoya también en cuatro jóvenes actores encargados de interpretar una serie de sketches (o gags, por lo graciosos que resultan todos ellos) en los que van a escenificar, de una forma muy teatralizada, lo que realmente está pasando en este país (pongan ustedes las fronteras)... y lo que supuestamente pasará. Empieza la película con una ruptura sentimental que está a punto de concretarse. Ella, harta de él, está haciendo las maletas para largarse. Él está que trina. No entiende lo que pasa. No quiere entenderlo, vaya, y el ambiente general se va ofuscando más y más. Nosotros, que lo vemos desde fuera, lo tenemos claro: él es un cabrón opresor; ella es una pobre sumisa que acaba de acordarse de que tiene voz propia. En una de estas desternillantes secuencias, una de las actrices se ve obligada a abonarse a la estética (y a las maneras) de la profesión más antigua para conseguir un trabajo mínimamente digno. ''Claro, esto es España.'' Como si aquí en Catalunya no hubiéramos perdido el culo, primero, y llorado la pérdida, después, de Eurovegas (y aún suerte que el Govern se sacó de la chistera el Barcelona World). Como si no se estuviera pervirtiendo el propio concepto de documental cinematográfico. ¿Entienden?

Y si siguen atosigando, insinúe (pero nunca diga abiertamente) que la culpa de todo la tiene el pueblo invasor. No ahora, sino desde hace, por lo menos, trescientos años. Por supuesto, cuando el factor de corrupción sea eliminado de la ecuación, ya habremos llegado a Ítaca. El problema, más que en lo tendencioso y la ingenuidad más perversa, está en que la gente, en general (e incluyéndome), es imbécil. Aquí y allá. Entonces, lo que debería caer por su propia e involuntaria comicidad, puede ser tomado, muy peligrosamente, en serio. Passola parece ignorarlo... o saberlo demasiado bien. ''Uso la dramatización por miedo a que el contenido de su último trabajo se haga demasiado denso y pesado; por la noble voluntad de que todo sea más ameno. No quiero que sea un rollo.'' De nuevo, hay soluciones (más aún en un período en que el ''long rant'' televisivo demuestra que el rigor no tiene por qué estar reñido con la risa más irrefrenablemente saludable), pero no queda claro si no se han podido o, peor, querido encontrar. Prima, entonces, el desprecio hacia un espectador al que, a fin de cuentas, quizás sí se le presupone idiotez.

De vuelta a los catedráticos, el respetado (y con razón, ojo) economista Xavier Sala-i-Martín, preguntado acerca del futuro de una Catalunya independiente en el seno de la Unión Europea, escupe una perla digna de ser enmarcada: ''¿Cómo no nos van a admitir? ¡Si están a punto de admitir a Serbia, que éstos mira que asesinaron a todo el mundo!'' Y mientras los sentidos siguen aturdidos, empieza la magia de los números (la misma usada en otras muchas juntas directivas a la hora de administrar sendos clubs de fútbol) para afirmar que sin el estorbo del expolio fiscal español (cifrado en 15.000 Millones de Euros... con una horquilla de 8000 Millones más; 8000 Millones menos) el valor de las pensiones en este nuevo país crecería en un 10%. La justicia, por cierto, funcionaría con rapidez y eficacia, el gasto en el ejército sería el ideal (no se derivan números exactos de estas afirmaciones) y las aguas del Ebro seguirían fluyendo igual de puras (o contaminadas, según como se mire). Cuidado, en realidad casi nadie garantiza (con su palabra, y nada más) que esto vaya ser así... simplemente se dice que debería ser de esta manera. Por supuesto, hay poco interés en profundizar en dicho matiz.

Y es que todo va a misa, y prácticamente nada se ve respaldado con argumentos sólidos, más allá del convencimiento de que los que más saben nos cuentan la verdad, y de que cuando por fin seamos libres, todo el mundo obrará guiado por un sentido inquebrantable de lo moralmente correcto. Esto no es ni política-ficción, es directamente religión. Así, servidor también se sube al carro... eso sí, aviso para navegantes: Para seguir por esta ruta, se requieren grandes cantidades de fe ciega; fundamentalmente incondicional. Lo mismo que obligar a Indiana Jones a pasar la última prueba antes de llegar a la sala del Cáliz de Cristo, sin la inestimable ayuda del diario de su padre. Lo que sí llega hasta el final (hasta el suyo, vaya) es 'L’endemà'. En la escena de clausura, un mar de caras desbordantes de ilusión contemplan cómo el sol sale, una mañana más, iluminando una fábrica inmensa en la que todo el mundo cabe (¿la Fábrica Grande del Catalanismo?), y de la que emanan cánticos acapela de sirena que entonan la versión más trascendental (y catalana, claro) del ''Que Sera, Sera (Whatever Will Be, Will Be)''. Por mucho que su principal responsable diga lo contrario, aquí no hay voluntad alguna de separar ''lo técnico'' de ''lo emocional'', mucho menos de impedir que lo cursi y lo tramposo entren en el coro. Es así como la película se convierte, accidentalmente, en algo parecido a un documento histórico excepcional.

Sin ganas de mirar dentro de la bola de cristal (menuda pérdida de tiempo), dentro de unos años, cuando hayamos pasado por las urnas y se haya respetado el resultado (y actuado en consecuencia, claro), quizás recuperaremos este patoso trabajo coral y, con un poco de suerte, nos reiremos (sonrojándonos también), porque por fin nos habremos dado cuenta de que por un momento, perdimos completamente la chaveta. Por su culpa y por la nuestra. Y que permitimos que la cruelísima incomparecencia del ''rival'' lastrara un debate que se ventilaría con el execrable ''Tenim pressa'' (''Tenemos prisa''). Prisa en hacer un documental, en pasar a otro (sub)tema antes de que el peso de las dudas que nos abordaran se hiciera insoportable, a cantar antes de que la posibilidad de ese precioso amanecer se desvaneciera pasa siempre. Visto con perspectiva (esto se puede hacer ahora mismo), dan ganas de llorar. Porque la objetividad ha sido masacrada. Por ambos bandos. A cada cual más atrincherado en sus propios autoengaños. Admitámoslo, ni Isona Passola se acerca a Stanley Kubrick, ni Catalunya es, ni por asomo, la ''California'', o ''Massachusetts'' o ''Israel'' (en lo que a I+D se refiere, cuidado) que algunos nos quieren vender. Presidente (con ''E'' al final), estés en la tele de plasma en la que estés... ¿Es que no lo ves? ¿No ves que no es un problema legal? ¿No ves que así no se puede hablar ni de cine, ni de lo que va a suceder el día siguiente, ni de nada? ¿No ves que esto es insoportable?

Nota: 3 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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