Buscador

Twitter Facebook RSS

'Infancia clandestina': Maní con chocolate para todos

Vía El Séptimo Arte por 21 de diciembre de 2012

En España, por desgracia, tuvimos una Guerra Civil. En Argentina, una durísima dictadura. Cada uno tiene derecho a recordar lo suyo. “Infancia clandestina”, a través de los ojos de un niño y basada en hechos reales, los del propio director, rememora una época y un país difícil para vivir. Pero sin escenas estridentes. Sugiriendo más que mostrando. Pero mejor que yo lo puede explicar su director, Benjamín Ávila: “Infancia clandestina” es la vivencia de un universo desconocido, que encierra tanto las contradicciones como los encantos de la vida de militancia. Donde hubo miedo y también alegrías, amores y pasiones”.Juan, un niño de 12 años, regresa a su país natal y del que tuvo que huir, Argentina, después de vivir en el exilio, pero ya no será Juan, si no Ernesto. Así comienza una historia de identidades falsas y escondites donde aprenderá a vivir, reirá junto a su tío Beto (Ernesto Alterio) y empezará a amar.

Benjamín Ávila, el director, fue una víctima de la dictadura que perdió a su madre, Sara, desaparecida el 13 de octubre de 1979 en Buenos Aires, y a quien dedica esta película. El director tuvo que vivir situaciones demasiado complicadas de entender en aquella época. Eso es lo que, al menos, demuestra la película. Lo que debería ser una infancia normal con sus compañeros de colegio, las excursiones, los primeros besos, se mezcla con las reuniones clandestinas, los escondites y el ruido de las sirenas de la policía. Pero esta película no muestra el lado amargo de esa represión, si no que intenta ser una historia amor e inocencia entre niños en aquella dura época.

Si algo destaca de la película, aquello que realmente la hace diferente, es la elaboración de las escenas más trágicas. Mediante dibujos y animación, el director hace que el espectador no salga de ese clima dulzón, como el maní con chocolate que comen, que envuelve la película, pero que sea consciente del contexto en el que se encuentra. Todo esto es gracias a que el director no pierde el punto de vista de quién está contando la historia en cada momento: Juan. Calificar si este tipo de películas, no tan duras como las que quizás estamos acostumbrados a ver con estos temas, es mejor o peor por no mostrar tal cual la realidad, es cuestión de cada uno. Las malas noticias las dan los telediarios, el cine tiene la función de entretener.

Hablar sobre otra cosa que no sea un guión muy personal es hablar de más. No porque lo demás no sea bueno, sino porque es la historia en sí misma el personaje principal. Las escenas que nosotros entendemos como cotidianas, en aquella época tenían otro significado. Siempre había algo que ocultar.

Puede que “Infancia clandestina”, aún presentándose en festivales, no tenga el alcance que debiera tener. También es normal. No es un ejercicio de venganza el de Benjamín, sino más bien un intento porque no se olvide a ciertas personas y ciertas historias y este tipo de películas, incluso bien rodadas, suelen caer en el olvido.

Nota: 6,5/10

Por Rocío Campos

< Anterior
Siguiente >

Comentarios

  • Avatar de Mai
    Mai 21 de Diciembre de 2012, 11:24:49 AM
    Intentaré verla. Muchas gracias, Krimhild :guiñar


    Cita de: Krimhild en 21 de Diciembre de 2012, 12:03:56 AM

    Las malas noticias las dan los telediarios, el cine tiene la función de entretener.


    Uy con eso no estoy de acuerdo, hay muchas pelis que remueven conciencias.
  • Avatar de Banacafalata
    Banacafalata 21 de Diciembre de 2012, 01:19:04 PM
    Exacto, una de las funciones del cine es exponer la denuncia y reflejar la situación del mundo, ya sea ahora o con la vista echada atrás.

    La grandeza de Infancia Clandestina es su poder absoluto de no perder nunca el punto de vista subjetivo, como si fuera una versión más madura de La Vida es Bella, en la que el niño ya si tiene consciencia de lo que ocurre por su edad.

    Dejo mi crítica

    La Guerra de mis papás


    Hemos visto la dictadura militar de los años setenta en Argentina retratada muchas veces en el cine, la hemos visto desde el retorno a los fantasmas de ese pasado en La Historia Oficial (de un Luis Puenzo aquí ejerciendo como productor), la huída retratada en Kamchatka (que aquí también hace acto de presencia) o la tortura de Garage Olimpo. Pero lo que ofrece Infancia Clandestina es una visión bastante distinta y totalmente subjetiva, visto el conflicto a los ojos de un niño. Obligado a vivir en esa clandestinidad a la que hace referencia su protagonista, él, al contrario de lo que ocurría con el protagonista de La Vida es Bella, cinta con la que puede guardar alguna similitud, es suficientemente maduro para saber qué es lo que está ocurriendo, y tampoco sus padres tratan de ocultárselo. Pero en el fondo el protagonista no es más que un niño, y no puede evitar ver todo aquello que le rodea como un pequeño juego, mientras que como cualquier niño de su edad tiene la necesidad de descubrir el mundo que le rodea, como un niño más, aunque tenga que vivir una vida de mentira con nombres y cumpleaños falsos.

    La película nos sitúa en el año 1979. Tras un tiroteo los padres de Juan decidieron escapar de Argentina, varios años después, y habiendo recorrido toda Sudamérica, deciden volver a Argentina a continuar con la lucha. Juan ya no es el niño que miraba con miedo a sus padres tendidos en suelo sangrando, ahora tiene doce años. A su vuelta a la Argentina, adquirirá otra identidad y se irá a vivir junto a sus padres y su tío Beto. Mientras que ellos preparan su golpe contra el estado militar, Juan, ahora llamado Ernesto, emprenderá su propia aventura en el colegio. Intentando compaginar esas dos facetas, la vida de Juan se convierte en un pequeño caos -enorme el momento del incidente de la bandera en el colegio, dónde demuestra como la ideología para un niño se escapa de toda compresión y se debe simplemente a los comentarios escuchados. Pero también, a sus doce años tendrá sus primeras fiestas, aunque sea por su falso cumpleaños, se irá de campamento, dónde cada pequeño detalle toma una importancia enorme como ese maravilloso coche destrozado que hace de confesor. Pero sobre todo descubrirá un primer amor, un primer amor tierno y totalmente idealizado, dónde no hay otros ojos que los que van hacia la persona amada. Una relación que en cierta forma guarda muchas similitudes por la narrada por Wes Anderson en Moonrise Kingdom.

    Es admirable la forma de la que Benjamín Ávila narra su historia, sin perder en ningún momento la perspectiva, siguiendo siempre los ojos de ese niño. Así aparece la idealización, no hacia sus padres, si no a la importante figura que ejerce sobre él su tío Beto, interpretado magistralmente por un fantástico Ernesto Alterio. Ejerciendo también en cierta forma como una figura paternal solida ante la desestructura familiar en la que vive, y el duro carácter de su padre, para el que no existe nada más allá de la lucha. La preocupación, por una situación que trata de entender, pero que es incapaz de comprender del todo, pasan como actos normales cosas como armar una granada. Vive en un estado de violencia y de miedo, pero lo hace de forma casi inconsciente. Se refugia en un pequeño armario cuando hay problemas, y en una albricia estética, Ávila narra la violencia como si fuera un cómic. No deja de ser un refugio del pequeño hacía el dolor, expulsándolo, haciéndolo irreal. Intentando tapar esos oscuros puntos de su vida de los que no puede escapar, por qué aunque desee huir de todo ese mundo que le ha sido impuesto, llegando a límites de una forzada adoración hacia el Che, él es incapaz de dejar de ser nunca un niño.

    Benjamín Ávila firma una muy interesante opera prima, un acercamiento a una situación que sí, que ya hemos visto en numerosas ocasiones en la historia reciente del cine argentino. Pero desde una perspectiva totalmente enternecedora, casi como si nos contara un cuento, buscando la poca inocencia que puede quedar en medio de una guerra, hablando de una infancia que se ve lastrada por una situación política en la que no existen buenos ni malos, si no personajes egoístas incapaces de comprender las necesidades de un niño. Y es que al final, la guerra y la violencia nos pasa factura a todos, dando igual edad o el mundo en el que queramos imaginar que vivimos.
  • Avatar de Wanchope
    Wanchope 21 de Diciembre de 2012, 01:58:54 PM
    Cita de: Mai en 21 de Diciembre de 2012, 11:24:49 AM
    Intentaré verla. Muchas gracias, Krimhild :guiñar

    Cita de: Krimhild en 21 de Diciembre de 2012, 12:03:56 AM

    Las malas noticias las dan los telediarios, el cine tiene la función de entretener.

    Uy con eso no estoy de acuerdo, hay muchas pelis que remueven conciencias.

    Si y no, si bien es cierto que no tienen la obligación de hacerlo, pero más que conciencias lo que tienen que remover son sentimientos, y a partir de ahí las conciencias. Los filmes que sólo pretenden remover conciencias suelen, por norma, caer muchas veces en el panfleto y eso no remueve conciencias. En última estancia, lo dicho, son los sentimientos, y ahí si que la mayor parte de los filmes tienen la obligación de dejarse notar.  :si

    Ahora bien, el comentario supongo que hay que entenderlo en favor de que, según la que esté cayendo, a menudo uno va al cine más a distraerse que a otra cosa, que para remover conciencias ya están las noticias del día a día.
  • Avatar de el_emi
    el_emi 21 de Diciembre de 2012, 02:31:40 PM
    Una Vida Clandestina

    Cuando escuché de la existencia de esta cinta lo primero que pensé fue, créalo o no, que si alcanzaba al menos a ser una película aceptable, sería la que representaría a la Argentina en la carrera por el Óscar. Lo pensé pese a que ya había visionado en dos oportunidades esa joyita tapada llamada "El Último Elvis". Lo pensé pese a no poseer ningún tipo de clarividencia.

    El secreto es conocer a la Academia en mi país. Ellos tienen una característica particular: buscan y eligen representatividad a expensas de la calidad.

    Así como en 2011 "El Estudiante" y "Las Acacias", favoritas de público y crítica, perdieron frente a la 'comunacha' "Aballay: el Hombre sin Miedo", una historia de gauchos en el desierto (nada más argentino que eso); este año le ha tocado a otra propuesta de poco brillo destronar a una producción con muchas más posibilidades. "Infancia Clandestina" fue la elegida por tan sólo un voto de diferencia con la obra ya mencionada de Armando Bo. Todo por esa maldita maña de la representatividad.

    La temática de Infancia Clandestina es sagrada en mi país y todo lo que trate ese tema de la manera adecuada tiene el éxito asegurado. Y la razón por la cual estará compitiendo en los Óscar no es otra que esta: muestra una historia que las autoridades y los grupos de intelectuales argentinos quieren vender, una historia exportable que no es historia, una historia que se roza con el mito, porque forma parte de los cimientos míticos en los que se basa el régimen actual. Punto aparte y hablemos de la película.

    La propuesta es atrayente, no hay duda. Sin embargo queda la sensación de que Ávila nunca acaba de cumplir con la promesa, en parte porque está demasiado cerca del suceso en sí y no puede evitar convertirlo en un homenaje al cuestionable movimiento Montonero y a su gente, olvidándose del niño en varios momentos.

    En ese contexto, la historia muestra una dualidad notoria: por una parte tenemos la muy interesante historia de la reuniones clandestinas, las ideas que chocan dentro de una misma familia, las huidas de la policía y el desarrollo del plan revolucionario que brillan porque dejan entrever la pasión de Ávila y porque tienen de su lado a un impresionante Ernesto Alterio y a un nada despreciable César Troncoso que sirven de contrapeso a una Natalia Oreiro que, aunque sigue siendo un repelente en pantalla, sale bien parada.

    Por otra parte tenemos la sosa historia del niño que cae en numerosos lugares comunes, tratada con excesivo sentimentalismo y superficialidad. Una parte de la historia que se cuenta casi por compromiso y que poco aporta a lo que ya se ha visto desde siempre. Mención especial merece el intento de la película por volverse artística: la representación de la violencia a través de secuencias animadas falla porque no tiene ningún tipo de relación con la narrativa (este niño no es tan chico para no saber lo que está pasando).

    La cinta, sin embargo alcanza algunos momentos de brillantez. Las escenas con la abuela y la última escena del niño con su novia antes de llegar al final, marcan lo que podría haber sido la cinta si se le hubiera puesto mayor imaginación y sobre todo mayor compromiso a la historia del niño. La primera de ellas porque le manda un mensaje al espectador acerca de qué puede ser lo mejor para el niño y, aunque los personajes estan firmes en sus decisiones, somos nosotros los que dudamos. La segunda, porque es la revelación para el niño de la virtualidad de esa vida que no es vida.

    Sin embargo no hay más. Infancia Clandestina se queda en promesas y "Una Vida Clandestina" le hubiese quedado mejor como nombre. Llámese como se llame, la cinta es demasiado normalita para la propaganda que se le ha hecho. Un ejercicio de exportación de ideas para los grupos de poder que se beneficien de ello y no mucho más...

    5.5

Noticias relacionadas