Sam Waxler es un joven escritor de relatos cortos que intenta pasarse a la novela sin de momento llamar demasiado la atención de los editores. Su mejor amiga, Annie, no permite que su singularidad física afecte su día a día, e intenta evitar por todos los medios los agotadores intentos de conquista amorosa de un compañero de oficina. Por su parte, Mary descubre lo dependiente que es de la relación que mantiene con su novio, al comunicarle éste último que pretende irse a vivir a Los Angeles. Tres historias de amigos y familiares que se entrecruzan entre ellas, para demostrarnos que el amor sea con toda seguridad el sentimiento más poderoso de todos.
Desde hace ya tiempo, la televisión y el cine aplican a rajatabla la teoría de los vasos comunicantes. Con la fulgurante irrupción de David Lynch con su 'Twin Peaks' en la pequeña pantalla, se abrió la veda para que el medio ecuménico recuperara el prestigio perdido en décadas anteriores, y pudiera volver a mirar a su hermana mayor (la gran pantalla, se entiende), sin inclinar demasiado la cabeza... incluso agachándose en algunas ocasiones, siendo éstas cada vez más numerosas. El trasvase de productores, realizadores, guionistas, etc. de un lado al otro, y en ambas direcciones, evidencia que ha habido una innegable nivelación de fuerzas.
Tanto que lo que antes se conocía como la ''caja tonta'', más que ser una plataforma de lanzamiento, puede ser vista como el escenario soñado para ganar prestigio. El lugar ideal para crearse un pedigrí; para hacerse un nombre en el sí de la industria. En otras palabras, las andaduras por la televisión pueden dar el crédito suficiente para dar el gran salto. En este contexto aparece el nombre de Josh Radnor, que aunque Neil Patrick Harris se empeñe capítulo tras capítulo en demostrar lo contrario, figura como el protagonista principal de la exitosísima sitcom 'Cómo conocí a vuestra madre', que tras más de cinco años de emisión, ha conseguido que sean muy pocos los que pongan en duda su condición de sucesora natural de la también queridísima 'Friends'... casi nada.
Así pues, escudándose en el personaje del que se podría decir que ha provocado el flashback más largo de la historia de la televisión, el Sr. Radnor se encuentra en una posición más que privilegiada para embarcarse en nuevas aventuras, con la seguridad de que allí donde vaya, contará siempre con el respaldo de una imponente masa de fans que le irán detrás... lo cual se traduce en la mejor de las redes de seguridad. Que alguien ponga en el cartel promocional que sale Ted Mosby, y seguro que muchos seguidores de la serie antes citada (que no son precisamente pocos) acudirán en masa a la sala de cine. Claro como el agua.
Lo que está aún por demostrar es si detrás del reclamo por ver al enamoradizo arquitecto en otro entorno, hay más argumentos que sostengan a 'Happy thank you more please'. Para encontrarlos puede recurrirse de nuevo al póster de la cinta, en el que se invoca al festival de Sundance. Así es, la ópera prima de Josh Radnor se hizo con el Premio del Público en la última edición del certamen dedicado al cine independiente más famoso del mundo. Una cita que, todo sea dicho, demuestra año tras año que tiene la costumbre de esconder sus perlas lejos del palmarés. Con esta última pista, ya se tiene un retrato robot bastante acurado de lo que propone la película... ahora ya se puede hablar de sospechosos habituales.
En esta categoría nos topamos con el bueno de Zach Braff, que nos proporciona un déjà vu que para la ocasión viene como anillo al dedo. En el año 2004, una de las sensaciones indie de la temporada fue una cinta titulada 'Graden State', que aquí se tradujo como 'Algo en común'. Al igual que el caso que ahora nos atañe, las tareas de de interpretación, escritura y dirección venían concentradas en una sola persona, que en aquel caso era el mencionado Braff, y que por aquel entonces formaba parte del star-system de la pequeña pantalla, al ser éste el protagonista de la algo maltratada pero maravillosa 'Scrubs', una de las comedias televisivas más prodigiosas (e influyentes, por mucho que algunos se empeñen en negarlo) en lo que llevamos de siglo XXI, más si obviamos sus últimas temporadas.
En aquel caso, el Doctor John ''J.D.'' Dorian colgaba momentáneamente la bata de médico y se quitaba la gomina del pelo para ponerse en la piel de un chico sensible -y un poco sosainas- que volvía a su hogar después de muchos años de ausencia, y que en dicho reencuentro conocía a una chica que tenía todos los números para convertirse en el gran amor de su vida. Lo que venía a ser otra tragicomedia romántica con el sello Sundance, cuya lista de atractivos se reducía a dos puntos: ver a un actor más o menos encasillado en un papel diferente e hincarle el diente a un producto amoroso que prometía alejarse de las pautas dictadas por las majors. Del resto se encargó la crítica, que hinchó demasiado a la película, lo cual toca decir que no deja de ser otro signo distintivo de no pocas criaturas surgidas del festival cinematográfico apadrinado por Robert Redford.
El caso es que la gente picó, y en poco tiempo 'Graden State' se convirtió en un título de culto. Un destino similar parece aguardar a 'Happy thank you more please', pues para bien o para mal, cuenta a priori con la misma esencia que el debut de Zach Braff. ¿Hay vida después de las farras en MacLaren’s con Barney, Lily, Marshall y Robin? Sí, y a pesar de que aparente más madurez, sigue teniendo su simpatía, aunque no tanta como en la televisión, hecho que puede ser achacado a la falta de risas enlatadas tan típicas de algunas sitcom. También es cierto que el filme no pretende en ningún momento ser una comedia pura y dura, sino más bien asentarse en ese sabor agridulce que tanto se estila entre los artistas que afirman huir de los tópicos marcados por las películas rebienta-taquillas de género romántico. Pero resulta que hasta la voluntad de alejarse del camino marcado se ha convertido en una moda, lo cual hace que a alguno de esos autores de los que hablamos se le vea el plumero.
Es el caso de Josh Radnor, que muy hábilmente sigue el ''manual indie'' para crear una falsa sensación de inconformismo; de novedad, aunque como ya se ha insinuado, se queda todo en una declaración de intenciones a fin de cuentas mucho más convencional de lo que en un principio cabía esperar. Tanto, que llegado el momento en que se desvela el significado del enigmático título de la cinta, ronda por nuestra cabeza el horrible fantasma de 'Come, reza, ama', aquel aborto protagonizado por Julia Roberts y Javier Bardem, que componían la pareja más increíble que nos ha dado el celuloide en los últimos años.
Por suerte, mientras en la cinta de Ryan Murphy no había más que -insufrible- petardeo, en la de Radnor hay por lo menos, leves destellos de talento, que se manifiestan en aspectos más o menos importantes. Unos diálogos que en ocasiones se muestran bastante hábiles e ingeniosos, unas actuaciones competentes (a destacar la de una a primera vista irreconocible Malin Akerman) y una elección musical interesante marcan la tónica de un film olvidable, pero que por lo menos no se hace ofensivo en ningún sentido (si obivamos el súper-ñoño número musical final). Un detalle que suscita un más que profundo agradecimiento, siendo la temática central algo tan sobado como las relaciones en pareja. De modo que gracias, pero no hace falta más.
Nota:
5 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas