Cerca de 400 millones de recaudación son una fuerte tentación como para no probar suerte con la secuela de un filme del que nadie esperaba gran cosa y que además se llevó el Oscar de aquel año imponiéndose a títulos como 'Cars' -que técnicamente es mejor película- y 'Monster House' -que técnicamente es más simpática-. De igual manera que uno de los mandamases de la Warner Bros. afirmó que "no nos hemos podido resistir" a la hora de dar luz verde a una quinta entrega (a la postre excelente) de 'Destino final', la pela es la pela, tal vez el mismo mandamás sea quien "no se pudo resistir" a la hora de dar luz verde a una secuela cuya existencia se hace patente no esconde mucho más que su evidente interés comercial.¿De verdad existe alguna razón por la que merezca realmente la pena volver al mundo de 'Happy Feet'? Cinco años después de un primer título bastante sólido, apreciable e interesante nos llega una continuación que por contra resulta bastante poco sólida, apreciable e interesante y que muy pocos méritos aporta a esta presunta franquicia como para sospechar que sea viable, tanto artística como comercialmente hablando, la futura existencia de una hipotética trilogía que a la segunda ha dado muestras evidentes de agotamiento. Descafeinada no, más bien alimenticia sería la palabra más adecuada para definir una producción netamente comercial sin apenas algún recurso nuevo que no sea repetir las constantes de su original, que transita por la pantalla sin rumbo definido y cuya existencia se hace evidente ha sido forzada para poder cumplir con las necesidades del estudio que la respalda.

Sin nada interesante que exponer, una verdadera historia en la que fundamentarse o algún personaje al que merezca la pena prestar atención más allá de momentos concretos, 'Happy Feet 2' es una de esas producciones nacidas al amparo de una voluntad, un concepto, una necesidad, y como tal está elaborada alrededor de una suma de escenas que vistas con algo de distancia y bajo la clásica cantinela moralista inherente a toda producción de fuerte contenido infantil, reincidiendo en esta caso en los mismos conceptos sobre ser distinto/especial del primer filme, puede aparentar ser el filme que como mero producto no alcanza a ser. Lo que se dice entretener entretiene, sigue teniendo su gracia cuando los animales se ponen a cantar y/o a bailar, técnicamente regala momentos verdaderamente espectaculares y, siendo francos, tampoco ofende ni existe nada en ella que moleste de forma irascible, factores claves para salvar del suspenso una producción cuya capacidad para levantar pasiones es mínima tanto a favor como en contra, y cuyo visionado resulta a todas luces indoloro y según la simpatía que despierte el medio.

¿Lo mejor? Tal vez la aportación de los personajes de Will & Bill, a los que en la VO prestan sus cuerdas vocales Brad Pitt y Matt Damon, y que aquí ejercen de igual manera que Scrat en la saga de 'Ice Age', como alivio cómico a través de una historia paralela mínimamente relacionada con la titular (pero mucho más efectiva), y que sirve de relleno a esta cuyo aparente clímax se come el 40% del metraje de la cinta, muestra evidente de que el guión vive del relleno y las buenas intenciones no ya tanto de una idea con recorrido. ¿Lo peor? El trabajo como realizador de un George Miller corrompido por el poder del ordenador, y que le hace abusar de forma sistemáticamente de vertiginosos movimientos de cámara que tienden a la confusión, que equivocan dinamismo con el visto y no visto, vicio de muchas producciones que haciendo uso de la animación se limitan a llamar la atención sobre esta para el despiste y gozo de los más pequeños pero sin ánimo por ser más que producciones de animación en el sentido más estricto del término. Por lo demás todo lo que queda entre medias es un ligerísimo pasatiempo que por más que se sirva de entre otras el 'Under Pressure' de Queen para su banda sonora no marcará ni un antes ni un después... siquiera un ahora, tanto para bien como para mal. El puente es largo, la Navidad también, ¿por qué no? es tan válido como el ¿por qué sí?

Nota: 5.0

por Juan Pairet Iglesias