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'Gente en sitios': Dispongo de gente

Vía El Séptimo Arte por 20 de diciembre de 2013

El señor abrió los ojos diez segundos antes de que sonara la alarma del móvil. Cuando el teléfono empezó a vibrar y a gritar, decidió volver a dormir... mientras, el vecindario al completo se despertó, escandalizado por tanto alboroto. Eran exactamente las cuatro y siete de la madrugada; una menos en las Feroe. Justo la hora en que el anciano empezaba la ronda diaria a pie de calle. Muy cuidadosamente, iba apretando todos los botones de interfono que se cruzaban en su camino. Esperaba respuesta, muy pacientemente, tal y como le había enseñado su padre. Si no había suerte, apretaba otro botón. Esperaba. Si contestaban, preguntaba a su interlocutor si estaba despierto, si le iba bien hablar en aquel momento. Incomprensiblemente, la mayoría de veces le mandaban a tomar por culo, pero si tenía suerte, disfrutaba de unos pocos minutos de agradable charla. Eran aquellos los pequeños momentos que le alegraban el día; que le dibujaban una sonrisa que no se le quitaba hasta que volvía a su piso, donde le esperaba la amargada de su mujer, a quien conoció, casualidad o no, en una de esas conversaciones interfoniles.

Es curioso, por cierto, cómo el concepto ''valor'' es, muy irónicamente, uno de los más desvalorizadas de nuestro diccionario. Miren sino las campañas de imagen de algunos de los bancos, clubs de fútbol o bebidas refrescantes más importantes, aunque nunca está de más recordar que la lista de ejemplos es infinita. Es por esto que en el fondo es muy de agradecer la incansable labor que día tras día llevan a cabo los políticos, los presidentes de las grandes empresas y los genios del marketing (entre otros muchos gurús) para inflar, a lo largo de cada una de sus respectivas jornadas laborales, este esperpento que a buen seguro terminará en una explosión comparable a la de tres tropillones (que son muchísimos millones) de megatones. En cualquier caso, éste es sólo un síntoma del absurdo semi-macabro que envuelve nuestra triste existencia; tan obvio que hasta parece invisible. Como se ha dicho, llegará el día en que todo estalle, pero mientras éste no llega, es de agradecer el que cineastas como Juan Cavestany nos den un par de ostias bien dadas mientras se ríen de todo un poco.

Hablando de risas, hace tiempo que no se tiene constancia de las alegres actividades del ilustrísimo ex alcalde de Barcelona, Joan Clos. ¿Se acuerdan? Qué talante, qué porte, ¡qué ritmo tenía aquel hombre! Desde que cediera su cargo en el ayuntamiento, los autobuses de dos pisos de la ciudad condal se han visto huérfanos de la marcha de aquellas iniciativas tan molonas como el Carnavalona. Menudo fiestón se montó con Carlinhos Brown... con razón el Partido Socialista Catalán arrasaba. ¿¡Se acuerdan!? Joan Clos Van Damme, le llamábamos algunos con cariño. Al tío lo invitaron a formar parte del gobierno Zapatero (total...?). Una vez hubo tomado buena nota del despelote generalizado que se estilaba por aquel entonces en la Moncloa (no sufran, ahí todo sigue igual), decidió plantar la chorra encima de la sacra Constitución y ponerse a mear en todas direcciones. Hasta Su Majestad acabó manchada. ''Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de Ministro de Justicia, Turismo y Comercio''. En realidad, su carpeta era la de Industria, Turismo y Comercio de España, pero a él esto se la pelaba. Se la sudaba también aquella comitiva de la General Motors; él se dirigió a sus representantes como ''Señores de Ford'' y se quedó tan ancho. La reostia. Y lo que nos reímos... hasta que esta persona hizo las maletas y se largó a otros sitios. Concretando más, a Turquía y Azerbayán (!!!) para ejercer de embajador... y para mudarse poco después a la ONU (dónde sino...). Algo gordo debió oler en estos lugares / cargos para habernos abandonado tan miserablemente. No se sabe. Lo que sí es seguro es que la farra siempre le acompañará. Nunca caminará solo. Por los siglos de los siglos. Amén. En fin...

... ¿Por dónde íbamos? Por Cavestany, cierto. El mismo que nos tenía preparada una de las sorpresas más agradables de este asombroso (al menos en términos cinematográficos) 2013. 'Gente en sitios' confirma que dicho cineasta ha alcanzado un prodigioso punto de no retorno en un viaje a ninguna parte en el que las etiquetas del non-sense y de lo marciano parecen habérsele quedado cortas. En la ficha artística figurarán nombres de la talla de Eduard Fernández, Raúl Arévalo, Adriana Ugarte, Santiago Segura, Maribel Verdú, Carlos Areces, Tristán Ulloa, Eva Llorach, Javier Gutiérrez, Diego Martín, Martiño Rivas o Irene Escolar, pero que nadie se equivoque, esto sigue siendo cine de guerrilla. Rabioso e insobornable. Estimulante y potencialmente desagradecido. Brillante, para matarlo ya. Antes de la culminación, decir que el camino se emprendió oficialmente en 2010 con la deliciosa y desternillantemente única 'Dispongo de barcos', nos dejó perlas como 'El señor', sobre las increíbles aventuras cotidianas de un personajillo la mar de gris, o 'Ramona', sobre una señora (es decir, una SEÑORA) que entraba, por equivocación, en un piso ajeno... y que ahí se quedaba durante meses, conviviendo con sus legítimos propietarios. Sin rumbo aparente ni en el conjunto ni en cada de sus piezas, el encanto está precisamente ahí, en esta sensación de desesperante de sinsentido que en manos de Cavestany, en el peor de los casos, despierta risas nerviosas. Lo cual nos remite claramente a...

... Blandit incorrupte quaerendum in quo, nibh impedit id vis, vel no nullam semper audiam. Ei populo graeci consulatu mei, has ea stet modus phaedrum. Inani oblique ne has, duo et veritus detraxit. Tota ludus oratio ea mel, offendit persequeris ei vim. Eos dicat oratio partem ut, id cum ignota senserit intellegat. Sit inani ubique graecis ad, quando graecis liberavisse et cum, dicit option eruditi at duo. Homero salutatus suscipiantur eum id, tamquam voluptaria expetendis ad sed, nobis feugiat similique usu ex. Eum hinc argumentum te, no sit percipit adversarium, ne qui feugiat persecuti. Odio omnes scripserit ad est, ut vidit lorem maiestatis his, putent mandamus gloriatur ne pro. Oratio iriure rationibus ne his, ad est corrumpit splendide. Ad duo appareat moderatius, ei falli tollit denique eos. Dicant evertitur mei in, ne his deserunt perpetua sententiae, ea sea omnes similique vituperatoribus.

No lo olviden. Dicho esto, es hora de recordar (más bien aclarar, si es que esto es posible) que la incoherencia con la que se presenta esta 'Gente en sitios' es, al igual que la sensación de aleatoriedad, otra falsa apariencia usada como arma para pillar al adversario siempre con la guardia baja, o mejor dicho, descolocado. La efectividad asusta. No sólo por su desbordante inventiva (al nivel de otros hitos del bizarrismo como 'The Bed Sitting Room', de Richard Lester) sino porque (y ahí íbamos), después de que el cerebro haya implosionado un centenar de veces, la víctima queda expuesta ante una realidad que pone los pelos de punta. Y si no se lo creen, ahonden en la biografía de la primera persona en sitios que les venga a la cabeza... y si los tienen aún más cuadrados, pongan en el buscador la primera chorrada en la que hayan pensado. Y lean, por Dios. Así se darán cuenta de que lo que a primera vista parecía una comedia, es en realidad un documental terrorífico... terroríficamente hilarante, vale.

Nota: 10 / 7

por Víctor Esquirol Molinas

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