Si es cierto que el tamaño del pene varía según el país en el que nos encontremos, no menos debe serlo el que
las dimensiones de la vejiga también deben oscilar dependiendo de la las latitudes que rondemos. Es importante, sobre todo si tenemos en cuenta que éste último factor se ha erigido, desde tiempos inmemoriales, en uno de los barómetros fílmicos más precisos a la hora de medir la aceptación del producto por parte de la audiencia. Famosa es la anécdota, por poner sólo un ejemplo, de la complicadísima gestación de la a la postre legendaria 'Bonnie & Clyde', que tuvo en la resistencia urinaria de Jack Warner a uno de los incontables obstáculos que tuvo que superar. Cuentan que durante el pase privado que el equipo de la película montó en la mansión del productor, el pobre hombre tuvo que levantarse en tres ocasiones para vaciar a conciencia el depósito, y claro, esto era totalmente inadmisible para sus estándares.
Cuando un director (llamémosle, por ejemplo, Anurag Kashyap) termina de rodar una película y, después de finiquitar la posproducción, descubre que el metraje de su nueva criatura supera las cinco horas, más le vale rezar para encontrarse en la nación que ostente el récord mundial del tamaño medio de la vejiga... porque va a tenerlo crudo a la hora de colar el trabajo de marras en el circuito de salas comerciales. La otra vía de salvación que se le presenta al sufrido cineasta es la de
estar en un país que entienda el ir a una sala de cine como el americano medio entiende el ir a ver un partido de baloncesto o, mejor aún, de baseball. Al estadio se va a pasar la tarde entera... y a ser posible, buena parte de la noche. No importan las interrupciones a las que se someta el juego, lo importante es relajarse y olvidarse, durante las horas que haga falta, de los problemas que día a día amargan nuestra existencia.
En la India, la experiencia cinematográfica se vive de un modo distinto al del resto del mundo conocido, lo cual debería tenerse también como uno de los motivos que puede ayudar a entender la -casi insalvable- divergencia que este territorio marca en el mapamundi del celuloide. Allí, ir al cine es, aparte de una congregación de -auténticas- masas, una excusa, tan buena como cualquier otra, para que las manecillas del reloj circulen con más velocidad. Niños correteando por los pasillos de la sala, gente hablando por el teléfono móvil, grupos improvisados en los que se comenta el partido de cricket del día anterior... y por supuesto, muchas excursiones a los lavabos. Mientras, la película sigue proyectándose. El que 'Gangs of Wasseypur' dure exactamente
320 minutos (esto es, cinco horas y veinte minutos), no supone pues un excesivo inconveniente en su país de origen... el problema (o no), es que éste, a diferencia de sus incontables familiares, es un filme con claro potencial exportador.
Porque, ante todo,
lo nuevo de Anurag Kashyap es gran cine, sin importar demasiado las consideraciones geográficas y/o de género que puedan plantearse a la hora de entrar en su análisis. Entonces, ¿cómo demonios presentarlo en el resto del mundo? Elemental, con la fórmula Tarantino. Afortunadamente, la división en dos volúmenes a la que en se ha visto obligada 'Gangs of Wasseypur' con tal de entrar en determinados mercados no se antoja excesivamente forzada. Es más, hasta ayuda a apreciar con más claridad las virtudes de tan
colosal propuesta. Y es que cuando los participantes en esa macabra carrera del ojo por ojo ponen la velocidad de crucero, se da uno de los grandes clímax dramáticos de la trama. Habemus terremoto... y lo que ahí no va más allá de una de las varias ''Intermissions'', aquí es aprovechado para servir la transición de una a otra película. En otras palabras,
pasamos (por tercera vez) de una generación de criminales a otra, marcada ésta última, eso sí, por las -sangrientas- rencillas empezadas por sus ancestros.
Con la llegada de los jóvenes (y de la pertinente y progresiva aproximación Histórica al que es nuestro presente), Kashyap
pone una marcha más y pisa a fondo el pedal del gas para que el bólido sobre el que va montado no pueda ser frenado de ninguna de las maneras. Sin perder nunca la compostura ni el mimo de cara a la construcción de unos personajes (que al mismo tiempo propiciará un vertiginoso proceso de deconstrucción de la complejísima y terrorífica realidad en la que viven), logra que 'Gangs of Wasseypur. Parte II' se sitúe, en prácticamente todos los aspectos,
uno (o dos) peldaños por encima de su pseudo-antecesora. Sin miedo al desenfreno ni a unos estallidos de violencia todavía más contundentes, Kashyap ata todos los cabos y lleva también más allá un estilo, más enamorado si cabe de sus propios -y excelentes- arrebatos videocliperos (que de paso le acercan a otro referente ineludible: la obra magna de Fernando Merielles y Kátia Lund, 'Ciudad de Dios'), consiguiendo así que todo carbure a un nivel y a un ritmo que rozan ambos la perfección. Con división impuesta o sin ella, esta segunda entrega se aplica a rajatabla la regla fundamental del
''más-y-mejor'', enorgulleciéndose de su carácter indio (y en ningún caso ocultando). Sin excusas ni prejuicios que valgan, poco importa el tamaño de la vejiga... sino el de los testículos Anurag Kashyap, quien sobrevive al abrumador peso de su propia ambición, y que de paso pone, en el lugar donde menos la esperábamos, una parada imprescindible en el recorrido por este cine experto en
hacer de los estallidos estrictamente regionales, algo universal.
Nota:
7,4 / 10
Crítica de 'Gangs of Wasseypur. Parte I'
por Víctor Esquirol Molinas