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'Elena': Sangre de mi sangre

Vía El Séptimo Arte por 19 de julio de 2012

Gracias a Dios elegimos a nuestros amigos... pero lo que Dios nos dio, difícilmente puede rechazarse. Hablamos obviamente de la familia, aquel conjunto de seres más o menos queridos con los que, tal y como dice la famosa frase, nos toca compartir buena parte de nuestra vida. Queremos a nuestros progenitores y descendientes principalmente porque son una extensión nuestra; compartimos la sangre. Pero al mismo les odiamos con toda nuestra alma porque, y volviendo a la cita, nadie nos dio a elegir el ''placer'' de su compañía. Para bien o para mal, nos acompañan en el viaje, nos guste o no. Andrei Zvyagintsev dio síntomas de tener la lección muy bien aprendida en la película que le catapultó a la fama -con León de Oro en Venecia incluido-, la imprescindible 'El regreso'.

En ella dos jóvenes hermanos conocían por primera vez en su vida a su padre, al que, por puro y misterioso ausentismo, daban por muerto. Tras la incredulidad inicial, los dos chiquillos emprendían un viaje con su reaparecido familiar, en lo que seguramente sea uno de los más bellos retratos que el celuloide ha hecho de lo bello y horrible; de lo constructivo y destructivo inherente en toda buena relación paterno-filial. Ocho años después Zvyagintsev volvió a centrar buena parte de la atención festivalera erigiéndose con su último trabajo, 'Elena', uno de los grandes triunfadores de la Sección Un Certain Regard en Cannes, al hacerse con el Premio Especial del Jurado, galardón que no hizo más que confirmar que dicho filme quizás hubiera tenido que estar en la Sección Oficial a Competición.

Desgraciadamente, una de las películas que mejor sabor de boca dejó en aquella 64ª edición, pasó desgraciadamente bastante desapercibida, seguramente por no haber estado bajo el foco de la pugna por la Palma de Oro, o haber hecho acto de presencia en la penúltima jornada, cuando los niveles de cansancio eran más inversamente proporcionales a los ánimos... y también por el hecho de carecer de nombres completamente mediáticos (hasta en el supuesto templo del cine de autor hay que pagar este peaje). Sea como fuere, los pocos afortunados que tuvimos la suerte de descubrir dicho filme en dicho escenario, coincidimos en la reflexión: ''Ojalá todo lo visto hasta aquel momento hubieran mostrado ni que fuera la mitad de maestría del ruso Andrei Zvyagintsev.''

En efecto, con su tercer largometraje, el director de Novosibirsk nos regala lo que podría considerarse como un auténtico ejercicio de certeza cinematográfica. Solo así puede definirse una película de ritmo tan lento... pero que siempre cuenta con el interés -creciente- del público. Y es que no hay absolutamente nada gratuito en este drama sobre una mujer adulta casada desde hace dos años con un hombre también de la tercera edad. Duermen en habitaciones separadas, pero cuando coinciden en la lujosa casa en la que viven, muestran una buena sintonía que solo se ve truncada cuando aparece el tema de sus respectivos hijos, que por lo visto, tan solo mantienen el contacto con ellos por el dinero que van pasándoles periódicamente.

Sin prisa pero sin pausa, Zvyagintsev va desmenuzando las relaciones entre sus personajes, que por complejas y veraces, se muestran más y más atractivas a cada giro argumental todos ellos introducidos inteligentemente. Dejando de lado su habitual hermetismo, pero siguiendo con su inconfundible tono casi-apocalíptico, Zvyagintsev construye un encomiable drama en continua escala de intensidad y que pivota en una inolvidable madre coraje. Contando además con una soberbia interpretación de la actriz protagonista Nadezhda Markina y una banda sonora que remueve el alma, 'Elena' se descubre como una historia adulta que reflexiona brillantemente sobre el poder de los vínculos de sangre, por mucho que éstos nos den a veces muy pocos argumentos para creer en ellos.

Nota: 7 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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