'El secreto de una obsesión' - Julia Roberts Vs. Nicole Kidman
Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario.
La "presunción de inocencia" es un principio jurídico que establece la inocencia de cualquier persona como la casilla de salida. Sólo a través de un determinado proceso objetivo durante el que se demuestre la culpabilidad del acusado, se le podrá aplicar la debida pena o sanción. La presunción de inocencia es una garantía consagrada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y debe estar presente en todas las fases del proceso penal, así como en todas las instancias del mismo...
Eso es al menos en teoría. Y como dijo el personaje más influyente de los últimos 30 años, en teoría funciona hasta el comunismo. Del dicho al hecho hay un buen trecho, y sobre todo una variable impredecible y demasiado volátil, el hombre. No se puede dar nada por sentado.
De hecho, tampoco se debería de dar nada por sentado.
Serán muchos los que, de igual manera que ocurriese con el soberbio 'Millennium' de David Fincher, hayan sentenciado de antemano una película como 'El secreto de una obsesión'. Y si no saben por qué, ya se lo explico yo a continuación: se trata de la versión norteamericana -comúnmente conocido como remake- de 'El secreto de sus ojos', la producción argentina de 2009 con la que Juan José Campanella llegó a los Óscar. Y con eso ya basta, a pesar de que en casos como el del mencionado 'Millennium' el llamado remake haya conseguido superar (con creces) a un original que, tras el debido proceso, se ha tenido que tragar su orgullo.
No obstante, no se trata de uno de esos casos: la cinta escrita y dirigida por Billy Ray no supera a su homónimo argentino. Es más, tampoco logra que nos olvidemos de su condición de "remake", siendo por lo general un filme que, continuamente, desprende la sensación de que "es algo" que nos suena haber visto ya con anterioridad. No nos acordamos dónde, o cuando, o cómo, pero sabemos que lo hemos visto. Pero no se trata de un déjà vu, y por lo tanto ahí seguimos al pie del cañón, atentos a la jugada mientras intentamos averiguar ese dónde, ese cuando, ese cómo y qué es lo que va a pasar a continuación. ¿Reconocen dicha sensación?
Esta "sensación", por supuesto, y como suele ocurrir, vendrá condicionada por el mayor o menor respeto que se le tenga al film vamos a llamar original. En mi caso no más que lo justo, y no más que lo necesario hacia aquella que, sin obviar su final o la presencia de Ricardo Darín, tiendo sólo a recordar por el famoso plano secuencia del estadio (convenientemente replicado en su remake, por supuesto). Lo justo y necesario para que esta película, que básicamente le sigue los pies sin apenas elaborar un discurso propio (las huellas del 11-S se le olvidan rápido, por desgracia), atraiga mi atención e igualmente me distraiga lo justo y necesario.
A favor la interpretación de Julia Roberts, logrando desprenderse de su aureola de estrella en una de sus actuaciones más auténticas; en contra la de Nicole Kidman, quién parece haber perdido la chispa al mismo tiempo que la expresividad facial. Entre medias Chiwetel Ejiofor, tan correcto como en él es habitual, y tan correcto como en realidad lo es todo un filme que, por méritos propios y dejando de lado el peluquín de Michael Kelly, pasaría por la cartelera sin despertar pasión alguna a ambos lados de la platea. Pero claro, llega tras la estela de otro filme al que toma, sin disimulo alguno, de ejemplo sin aportarle nada más relevante que su reflejo.
Y ahí es dónde la presunción de inocencia que "funciona" en teoría no tiene por qué "funcionar" en la práctica.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Ahí es dónde parece encajar lo del 11-S al principio. Pero luego se revela como algo testimonial.
Como "fallo", queda excesivamente supeditada al giro final. Es como si fiase todo a esto, cuando es algo que suele ser un error: es como jugárselo todo a una carta. Si te falla no te queda mucho más que nada, y al ser un remake esa carta aquí ya está marcada para el grueso de los espectadores.
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