Un escuadrón del ejército se dirige a un recóndito puesto avanzado. Una base, situada en un enclave estratégico, ha dejado de emitir comunicaciones y se han disparado todas las alarmas. Secreto de sumario al respecto. No han trascendido más detalles más allá de la evidente necesidad de recuperar el control de dicha instalación. El buen soldado no tiene por qué plantearse preguntas al respecto. La educación de la cadena de mando ha hecho bien su trabajo, y los peones no quieren ver más allá de lo que su oficial superior les manda. Todas las dudas que pueda suscitar la misión se quedan en el aire, en espera de que una ejecución rápida y limpia mate cualquier duda que pueda obstaculizar el cumplimiento de un deber cuya sacralización se ve tan solo superada por la consecución de la madre de todos los objetivos finales: la victoria en una guerra que ahora mismo ya ni se sabe por qué se empezó (poco importa).
En la cuadrilla protagonista encontramos la clásica camaradería de armas solamente rota de vez en cuando por las no menos arquetípicas tensiones raciales sin duda potenciadas por las sobredosis varias de testosterona. Un soldado se ve poseído demasiado a menudo por unos incontrolables arrebatos violentos; otro calla mientras el miedo y el odio le van consumiendo... y otro piensa en el hijo que ha dejado en un hogar que ahora parece demasiado lejano (las ganas irrefrenables de enseñar a sus compañeros la foto de la novia las reprime, porque sabe que nada en este mundo puede traerle más mala suerte). Aparentemente nada nuevo entre la niebla de una jungla que, no obstante, sí tiene una serie de desagradables sorpresas guardadas en la recámara.
Cabe acoger con los brazos bien abiertos al desembarco en nuestras salas del debut en el largometraje de Jaime Osorio Márquez. Porque en más de un momento se temió muy seriamente por su llegada (más de un año transcurrido desde su presentación en sociedad oficial por el circuito de festivales de género; numerosos retrasos en su fecha de estreno), pero sobre todo porque 'El páramo' es una brillante muestra de que en esta industria de cobardes en la que se ha convertido el cine, todavía hay espacio para esos benditos locos que no le temen al riesgo. ¿O acaso no se la jugó, por ejemplo, Paco Cabezas cuando fue a Argentina para hablarnos, en clave de historia de fantasmas, sobre las desapariciones durante la dictadura de Videla? Volviendo a nuestro caso, ¿acaso no se la juega Osorio cuando recurre a los esquemas clásicos del terror para situarnos en el contexto del sangriento e interminable conflicto del gobierno colombiano con las FARC?
Así, la base militar deshabitada se convierte a las primeras de cambio en una fácilmente reconocible casa encantada, o en su defecto en el siempre espeluznante manicomio desmantelado en el que un doctor loco llevó a cabo tiempo ha sus escalofriantes experimentos. El bélico deja paso al género más oscuro... aquel en el que siempre hay lugar para hechizos y contra-hechizos, brujas, muertes terribles y por supuesto muchos sustos. La propuesta es de una coherencia aterradora, nunca mejor dicho. Otro ejemplo, no es casualidad que las mayores cotas de horror en lo que llevamos de 'Canción de hielo y fuego', la obra magna de George R. R. Martin, se hayan alcanzado en las Tierras del Río, allí donde la guerra de reyes se cebó más con una población masacrada por los demonios que habitan en el interior de cada ser humano.
El conflicto armado como catalizador de la parte más tenebrosa del ser humano; la guerra como la vía de escape para la bestia. Osorio Márquez sabe que los atávicos sacrificios de sangre son el caldo de cultivo ideal para que surja lo indecible. Lo atroz y lo abominable se muestra en todas sus facetas a través de una encomiable economía de medios. Entre el fantastique más lúgubre y el relato de supervivencia más descarnado, 'El páramo' hace del riesgo de su planteamiento una de sus muchas armas, más que su único argumento, y el resultado se traduce en una de las cintas de género(s) más estimulantes de la temporada, todavía más si la paciencia del espectador sabe sobreponerse a lo extremo de la ficha formal (cámara al hombro, tomas oscuras, uso violento de los efectos de sonido...), que por otra parte es imprescindible para entender el mensaje conjunto del filme.
El terror claustrofóbico de Jaime Osorio Márquez ensancha la lista de autores sudamericanos de género a tener muy en cuenta (Alejandro Brugués, Nicolás López, Gustavo Hernández, Nicolás Goldbart, y como suele decirse, ''y muchos más'') y de paso nos lega un testigo único, y en parte por ello de valor incalculable, del eterno drama de las FARC. Porqué sí, la realidad puede superar a la ficción en el peor de los sentidos, y porqué demasiado a menudo hace falta muy poco para prender la mecha de nuestros peores instintos. Es por esto que 'El páramo' es un sobrecogedor documento sobre la facilidad con la que el miedo se retroalimenta a sí mismo y con la que el mal -al que vemos allá donde queremos ver- engendra el mal... la consiguiente infinita capacidad destructiva del hombre para consigo mismo es la derivación lógica de un mensaje que si es tan terrorífico es porque no hay brujería lo suficientemente potente como para que le quite el olor a realidad.
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas