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'El médico': Isfahán, Alemania

Vía El Séptimo Arte por 24 de diciembre de 2013

El cine, como bien sabemos, es de naturaleza bicéfala. Es arte y es industria al mismo tiempo. Sin entender cómo funciona lo primero no puede entenderse lo segundo (y viceversa). Por extensión, tampoco puede entenderse el conjunto, que es complejo, sí; puñetero, por no emplear palabras malsonantes. Cuando entramos en el apartado de las comparaciones (que es en donde, tarde o temprano, nos gusta instalarnos), por supuesto toca tener en cuenta estas dos caras de la misma moneda. ¿Qué es lo que hace que una película sea mejor que otra? El talento de quiénes están detrás de ellas, por supuesto. Pero, ¿qué es lo que hace que una película luzca mejor más que otra? Lo ahora mencionado, de acuerdo, pero también los medios. Y es que como dijo aquel sabio, el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.

Tres cuartos de lo mismo, como casi siempre, para el séptimo arte... o la séptima industria, que, como se ha dicho, es prácticamente lo mismo. La cinematografía europea (si se permite el englobe), exceptuando los fastos y los arrebatos de los pioneros (ya saben, cuando empezamos todos desde, más o menos, el mismo punto de partida), así como alguna que otra -derrochadora- excepción histórica, ha tenido que vivir siempre bajo la sombra de la estadounidense, sobre todo desde que los ''independientes'' (qué tiempos aquellos) se instalaran en California. Que conste, una vez más, que en la batalla de lo intangible, de aquello que no puede reducirse a meras cifras, el resultado de la contienda se salda en un empate técnico (para no entrar en detalles que ahora mismo no vienen demasiado al caso). Sin embargo, cuando se llama a los de contabilidad, el viejo continente pierde por goleada, más que por deméritos propios, por el aplastante estado de forma del equipo rival.

Históricamente, ni falta hace decirlo, Don Dinero se ha sentido mucho más cómodo en el otro lado del charco. Afortunadamente, sabemos que las excepciones confirman la regla. Esto sumado al hecho de ver el legendario acrónimo UFA (aunque no sea estrictamente lo mismo, ahí quedan las buenas vibraciones) presentado al filme que ahora nos concierne, debería despertar, en el espectador mínimamente entendido, leves brotes de esperanza en lo referido a ver algo insospechado. Esto es, un espectáculo cinematográfico de primera línea proveniente de Europa (de Alemania, para ser más concretos). 'El médico', best-seller firmado por el norteamericano Noah Gordon, ha tardado exactamente 27 años en hacer el salto a la gran pantalla. Más de un cuarto de siglo ha pasado entre 1986, año de su publicación, y 2013, año de su estreno en las salas de cine. Tiempo suficiente para que la industria que finalmente se ha hecho cargo de él, se haya estabilizado y haya recobrado buena parte de la fuerza de antaño.

Esto es precisamente el nuevo trabajo de Philipp Stölzl, una encomiable (por insospechada... así somos los escépticos) muestra de músculo (a nivel productivo, se entiende) desde una parte del mapa que, para estos efectos, teníamos totalmente olvidada. 'El médico' el regreso de la apuesta europea por el híper-impeditivo (una vez más, hablamos de recursos económicos) género de la épica histórica. Para los demás, significa reencontrarse con el cine que ayudó, sobre todo a lo largo de las décadas de los cincuenta y de los sesenta, a hacer de Hollwywood el monstruo que ahora todos conocemos. Sin alejarnos del terreno de juego, implica también la recuperación de aquellas películas con las que se atrevían, desde el Reino Unido, mitos de la talla de Zoltan Korda. Por ejemplo.

Las buenas noticias se imponen pues, por pura contundencia (de esto se trata), a las malas, que también las hay y deben ser tenidas en cuenta. A saber, un metraje de más de dos horas y media que, por muy bien llevada que esté la narración (y que conste en acta: lo está), es por definición excesivo, y demasiadas concesiones maniqueas a un tema (el del fanatismo religioso, sobre todo el que mancha a la cultura islámica) que por su gravedad y -desgraciadamente- actualidad, deberían haberse dejado para otras problemáticas que penalizaran menos el simplismo inherente en este tipo de shows. Porque al fin y al cabo, las aventuras de Rob J. Cole, acaecidas a lo largo de su viaje iniciático para formarse como médico (y por supuesto, como persona) en el hervidero cultural de la esplendorosa Isfahán, obtienen en el cine el mismo tratamiento que se deriva del buen top ventas literario. La Historia, reconstruida a conveniencia, y de forma más o menos rigurosa, cobra vida y se hace irresistiblemente atractiva, en lo que es un espectáculo clásico completo (convence, aunque sea a base de mínimos, en el amor, la acción, el suspense...) y sustentado principalmente en un gran despliegue de medios. El relato íntimo se funde con la semi-ficción colectiva y la reflexión (accesible donde las haya... de esto se trata también) funciona casi tan bien como la evasión. Mientras, la personalidad autoral se sacrifica provechosamente por la buena aplicación de un manual que, aunque parezca venir de otros tiempos y de otras latitudes, demuestra, por enésima vez, que está, precisamente, por encima de cualquier época, frontera o religión. Tan universal como el sueño que en su día llegó a encarnar la propia Isfahán.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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