'Él me llamó Malala' - Una verdad cómoda
El conocimiento previo que cada uno pueda tener de la figura de Malala Yousafzai es, posiblemente, y aún a riesgo de tirar con demasiada alegría por lo superficial, el principal y más importante factor para determinar el alcance subjetivo de la suma corrección de 'Él me llamó Malala'. Si usted sabe perfectamente quién es, es probable que este documental le aporte más bien poco; si por el contrario usted es como un servidor que tiende a vivir de espaldas al mundo, es posible que descubra la figura de una persona con una determinación y sobre todo edad envidiables.
'Él me llamó Malala' pretende ser un íntimo retrato de la ganadora del Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai, quién fue señalada como objetivo por los talibanes y sufrió graves heridas por arma de fuego cuando regresaba a su casa, en el Valle de Swat (Pakistán), en su autobús escolar. La entonces adolescente de 15 años (cumplió 18 el pasado mes de julio) fue señalada, junto con su padre, por manifestarse a favor de la educación de las jóvenes. El ataque que sufrió provocó la protesta de quienes la apoyaban en todo el mundo. Sobrevivió milagrosamente y es ahora una destacada defensora de la educación de las jóvenes en todo el mundo como co-fundadora del Fondo Malala.
El conocido realizador de documentales Davis Guggenheim, responsable de 'Una verdad incómoda' y 'Esperando a Superman', nos muestra cómo Malala, su padre Ziauddin y su familia están comprometidos a luchar, entre otras cosas, a favor de la educación de todas las adolescentes de todo el mundo. Este documental nos permite echar un vistazo desde dentro de la vida de esta valiente joven, desde su estrecha relación con su padre, que le infundió el amor por la educación, hasta sus apasionados discursos en la ONU, pasando por su vida cotidiana con sus padres y hermanos. Y quién quiera sombras, dudas y demás cuestiones peliagudas que tire de Google... y a ver que encuentra.
Y lo cierto es que nadie se debería de escandalizar que 'Él me llamó Malala' no arroje ni más ni menos luz de la que pueda merecer la figura de Malala Yousafzai. No obstante la sensación final, especialmente tras el beligerante espíritu de las dos obras más conocidas a este lado del mundo de Guggenheim, es que esta obra distribuida por una gran compañía -factor tal vez relevante (o no)- no hace sino rubricar aquello que, más o menos, ya ha quedado a la vista durante los últimos años por los distintos medios de comunicación, tal cual, al tiempo que no traspasa apenas la línea roja de la educación y el respeto de una obra consentida con clara vocación de servidumbre.
Esto es lo importante.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex